Jan.
Un día, viendo un documental, escuché una frase que me extrañó muchísimo: «solo se vive una vez, pero si lo haces bien, una es suficiente.»
Yo no podía explicarme cómo a esa mujer una única vida podía parecerle suficiente; es decir, quién se conformaría con solo una habiendo tantas cosas que hacer, tantas aventuras por vivir y tantos sentimientos por experimentar. Puede que suene descabellado, pero cuando empiezas a vivir con 15 años la vida se ve así: como un parque en el que un niño podría estar horas jugando y aún encontrando distintas maneras de divertirse, sintiendo que podría pasarse ahí años sin cansarse.
Me escapé de casa apenas cumplí los 15 años con un propósito: quería vivir, quería descubrir el propósito de mi vida, quería hacerlo bien y que una vida fuera suficiente para irme sin remordimientos.
No fue fácil empezar en un país nuevo solo con un puñado de billetes. Menos lo fue empezar a sentir cientos de emociones, que nunca seré capaz de expresar con palabras, sin que nadie estuviese a mi lado explicándome que me pasaba cuando las piernas me temblaban al hablar con ella o cuando una sensación peculiar pero cálida se instalaba en mi pecho. Tampoco fue sencillo esa oleada de inseguridad repentina, ese sentimiento de no saber quién era y querer volver a casa por temor a que esa no fuera mi vida. Pero a día de hoy puedo decir que ha merecido la pena, porque he descubierto que mi vida ya es suficiente. Me he encontrado, los he encontrado y he encontrado un hogar en el que nadie me controla.
Todos vivimos una única vida, pero solo aquellos que arriesgan logran vivir una vida única.