—La pareja que atacó a tu hijo —comenzó a narrar Sigrid—, llámalo grupo, llámalo aquelarre, por la que fuiste juzgado...
—Y del que salí libre porque fue en defensa propia —interrumpió Lucien.
—Sí, no es ese el problema, si me dejas continuar —cortó la vampira—. Pues bien, como ya sabíais, no se trataba de una pareja que respetara demasiado las decisiones del Círculo. Nadie ordenó desde aquí secuestrar a tu chiquillo, fue una decisión de ellos.
Camila y Lucien escuchaban con atención.
—No obstante eran miembros reconocidos, y a raíz de tu nuevo juicio he hecho... unas investigaciones. El otro juicio lo ordené yo misma —dijo sin perder la calma—, pero este no.
—¿Y quién lo ordenó entonces? —preguntó Camila, impaciente.
Sigrid clavó la vista en ella.
—Técnicamente, no te lo puedo decir, pero lo que os puedo decir —dijo haciendo una pausa para mirarlos a ambos—, es que esos dos vampiros no viajaban solos, llevaban por lo menos veinte años siendo un grupo de tres.
—No había nadie más allí —dijo Lucien—. Estoy seguro. Revisamos toda la casa y las calles aledañas.
—Te creo —dijo Sigrid—. Puede que en ese momento en concreto estuvieran solos pero...
—Pero el tercero quiere venganza, ¿no? —preguntó Camila.
Sigrid se limitó a encogerse de hombros.
—No debería haberos contado esto, técnicamente pero, si alguien va a poner en peligro nuestro secreto, comiéndose al primer humano que se le pase por la cabeza y dejando su cadáver en el suelo, por... disputas internas, prefiero que ese alguien no siga existiendo, ¿se me entiende?
—A las mil maravillas —dijo Lucien.
—¿Y cómo damos con la tercera persona si usted no nos lo va a contar? —preguntó Camila.
—Eso ya no es cosa mía, comprenderéis que solo diciéndoos esto ya me arriesgo. —Miró directamente a Lucien—. No caes bien, Lucien. Los dhampiros no gustan y tú tienes dos.
—Lo sé —dijo él—, pero no voy a renunciar a mi familia, y mis hijos no han hecho nada.
Sigrid suspiró y les hizo un gesto con la mano.
—Averiguadlo antes de que nos metan a todos en un lío real, porque estáis en la cabeza del problema.
***
Camila y Lucien no hablaron mucho hasta volver al hotel.
—Me siento inútil —susurró ella recostándose junto a sus hijos y abrazándolos—. Inútil y culpable. Yo me fui y me llevé a Mathias, y eso los atrajo
Lucien se sentó a los pies de la cama y observó a su familia con ternura. Negó con la cabeza.
—No, Camila. Iban tras él, y hubieran buscado otra forma de ir por él si no te lo hubieras llevado tú.
—Se lo puse fácil —lo cortó ella.
—No, quisiste proteger a Mathias por encima de todas las cosas, eso no es inútil. Ya te lo he dicho, llevo luchando siglos contra esta clase de cosas. —Se recostó junto a ella, abrazando también a los pequeños—. Contigo sigo haciéndolo, pero con apoyo. Sabiéndome amado. Creo que no eres consciente de lo mucho que me facilita eso las cosas.
Camila guardó silencio, poco convencida, Lucien la observó con ternura.
—Tienes que dejar de culparte de cosas que tú no has provocado. Vamos a arreglarlo, ahora sabemos por dónde tirar. Mañana al atardecer se lo diremos a Iván y quizá él pueda ayudarnos.
—¿Lleváis registro de quién va a esas reuniones o juicios o como sea? —preguntó Camila.
—Sí, ¿por?
—¿Es obligatorio acudir si eres tú quien ha convocado el juicio?
—Sí, pero no tienes por qué decir que has sido tú.
Camila elevó ambas cejas, como si pensara algo.
—Sigrid dijo que era un grupo que pertenecía pero no respetaba mucho, ¿verdad?
Lucien asintió.
—Entonces, igual se presentó a este juicio, al anterior tuyo, pero no a los demás, no sé si me explico.
Lucien asintió más efusivamente.
—Tienes razón, Camila, es un buen hilo del que tirar —dijo Lucien, con una sonrisa amplia, orgulloso.
Ella sonrió levemente.
Al atardecer siguiente hablaron con Iván de lo ocurrido y le hablaron, también, de la idea de Camila.
—Puedo consultarlo, si tiro de algunos hilos —dijo él—, pero debéis darme unos días, y no os separéis mientras tanto, ¿de acuerdo?
Camila y Lucien estuvieron de acuerdo. Esa misma noche volvieron a su casa, no tenían nada que hacer en el hotel, y Lucien no pensaba separarse de ellos, ambos sabían que el peligro radicaba en que Lucien se alejara, que estando con ellos el vampiro, o vampira, le tenía demasiado miedo para acercarse.
Las cerraduras habían sido cambiadas, todas, y los cristales reparados. Camila se sentía algo intranquila, pero era cierto que el hotel no era una protección mayor y que era mejor para los niños.
Tres días después, Iván llegó con las lista, que no eran cortas.
—A ver, he traído la lista de asistentes al primer juicio, al último y diez más que tuvieron lugar por esas fechas.
—Esto va a ser un trabajo de chinos —dijo Lucien al verlo.
—Bueno, somos tres. Manos a la obra —replicó Iván.
Y así pasaron las horas. Buscando nombres que, con suerte, solo aparecieran esos dos días. No fue una tarea sencilla. No fue una tarea rápida, pero acabaron la noche con solo tres nombres entre los que buscar.
—Muy bien, tienen que haber sido Sebastián Font, Amanda Mejías o Igor de León —concluyó Iván.
—¿Los conocéis? —preguntó Camila.
Lucien estaba pensativo.
—Conozco vagamente a Igor. Digamos que es… económicamente ambicioso, pero no sabría decirte si podría haberse interesado por un dhampiro, los otros dos no me suenan.
—Yo los conozco a todos de nombre, pero no podría decir cual es, si es que es alguno —dijo Iván—. Podría estar con Lucien. Igor suele presentarse a esta clase de eventos, pero si estaba entretenido en algún sitio, igual fue casualidad.
—Pregunta por ellos, Iván.
Iván asintió con la cabeza justo en el momento en que el bebé comenzó a llorar. Lucien le hizo un gesto a Camila de que no se levantara y fue él mismo a atenderlo, dejando solos a su viejo amigo y la mujer que amaba.