Amargura

Tortura (Capitulo 2)

La vida en un suspiro se nos va, la perdemos el día que uno menos piensa, la esposa de Narel nunca imagino que tendria un día tan cruel como este. 

En su agonía pidió ver a su hermana, y así fué, los médicos que atendían sus graves lesiones le atendieron su petición, llamaron a su hermana y está llegó en menos de una hora...

Sus gritos eran desgarradores, no sabía a quién preguntarle, sus manos temblaban al igual que su cuerpo, se doblaba  de dolor que sentía al recibir la fatal noticia. 

Sabía la gravedad del accidente de su hermana, estaba al tanto de su diagnóstico.

– ¡Dónde está! ¿¡dónde está mi hermana!?, gritó desesperada. 

Una enfermera se acercó 

– Acompáñame, la llevaré a la habitación. 

Le dieron un overol para que pudiera entrar a la habitación y verla. 

Al entrar tambaleó, no había dolor más fuerte que ver a un ser querido en malas condiciones de salud. 

Se acercó a la camilla y con lagrimas en sus ojos tomo  su mano izquierda y la besó.

– ¿Hermana?, estoy aquí a tu lado. 

Giulia frunció el ceño al escuchar la voz,  segundos después abrió los ojos. 

– Gisselle. Hablo casi sin fuerzas 

– Aquí estoy, estoy a tu lado Giulia. 

– No digas, que voy a estar bien hermana, puedo ver la estilla de madera, que está en mi pecho. Hablo entre cortado.

– Perdón. Dijo entre lagrimas – Debí irte a buscar, debí hacerlo. Dijo sintiendo culpa.

– Gisselle, le pedí a Dios, que me diera la oportunidad de verte, para pedirte, que cuides, de mis hijas. Su respiración empezaba a ser forzosa.

Gisselle bajo la cabeza y lloro desconsolada, Giulia supo de inmediato que sus tres hijas habían muerto por la forma en la que su hermana lloraba.

– Esta bien, está bien. Acepto el hecho de saber la noticia – Hay que, aceptar las cosas de Dios. Sus lagrimas bajaban una tras otra –  Lamento dejarte sola, perdoname hermana. 

– Sabes que te amo Giulia

– Yo también, te amo, demasiado. Abría la boca para tomar aire y poder responderle a su hermana. 

– No me dejes sola Giulia, por favor Giulia, ¡Dios! ¡por favor!. Exclamó desesperada – No quiero perderla. Apretó su mano con fuerza – Me duele el pecho Giulia, te amo demasiado hermana. Me voy a quedar sola. 

– Te, amaré, toda, la vida, Gisselle. 

– No te olvidaré. Sintió que la fuerza en la mano de su hermana desapareció – Giulia no, ¡No no no! ¡Dios mío no! ¡Mi hermana! ¿Giulia?. Su llanto y su dolor fue lo más fuerte que pudo haber experimentado... 

Gritaba como loca y desesperada...

Un camillero entro a la habitación.

– Lo siento. Le dijo 

Gisselle limpio su barbilla y miro como se llevaban el cuerpo de su hermana. 

– Espere un momento. Le dijo 

El camillero se detuvo.

– ¿Necesita algo?. Preguntó el hombre

– ¿Donde esta la habitación de él esposo de mi hermana? 

– Al final del pasillo a mano izquierda. Respondió. 

.... 

 

Gisselle entro a la habitación. 

Limpio las lagrimas de sus mejillas con fuerza, su odio y dolor se reflejaba en su rostro...

– ¿Narel?. Lo llamo

Frunció el ceño, movió su mano derecha y se esforzaba por poder abrir los ojos...

 Al ver a la hermana de su esposa se quitó la mascarilla. 

– ¿Giulia? 

Gisselle sonrió

– ¿Estás preguntando por mí hermana, Narel?. Su tono de voz fue irónica.

– ¿Como está Giulia?. Preguntó él 

– Giulia, está muerta Narel, tú mataste a mi hermana. El negó moviendo la cabeza – Sí Narel, mataste a mi hermana, mataste a mis sobrinas, ¡tú las matastes!, eres un asesino y vivirás con eso el resto de tu vida, recordarás esto día a día y no serás feliz, nadien te amará, nadien amará a alguien tan frío como tú, me quitaste lo único que tenia, maldito seas, la soledad será tu única compañía en lo que te quede de vida. Vociferaba con odio cada palabra. 

Una enfermera que entro a la habitación se sorprendió de ver a Gisselle 

– ¡Señora no puedes estar aquí!, ¡están prohibidas las visitas!. Dijo acercándose a ella 

– ¿Gisselle? Le llamo Narel – ¡No es verdad, no es verdad!

– ¡Asesino! ¡Asesino! ¡Eres un asesino!. Le gritó mientras la enfermera la sacaba de la habitación – Te odiare en lo que me queda de vida! ¡¿Me escuchaste!? ¡Voy a destruirte! ¡Voy a destruirte! ¡Maldito seas!. 

– ¡Por favor! ¡No vuelva a entrar a esa habitación!. Advirtió la enfermera. 

– Ya  hice lo que debía hacer, él, es quién debe estar muerto. Respondió con odio. 

La enfermera la miró y guardo silencio, debía informarle a la doctora de lo sucedido... 

– Imposible, ¿¡como no pudiste darte de cuenta de que eso pasara!?. Dijo la doctora

– Tenía otros pacientes. Respondió la enfermera 

– Está bien, iré de inmediato, llama al Doctor Demet, necesitamos empezar con una resonancia. 

– Está bien. 

... 

 

Tuvieron que entrar muchos enfermeros y médicos para poder controlar a Narel. 

Enterarse de la muerte de su esposa y de sus hijas fue de gran impacto. Le colocaron nuevamente un sedante... 

Los médicos estaban reunidos, para ellos la situación de él paciente era compleja. 

– Quedó solo, no tiene familia y no tenemos a quien llamar. Dijo la doctora que lo atendía 

– Tampoco podemos contar con su cuñada. Comentó uno de los médicos 

– Me informaron que su celular no para de sonar, ¿porque no llamamos a ese número?, dijo otro médico  

– Eso me parece bien, de esa manera habrá alguien a su lado. Dijo la enfermera jefe 

– Podrías encargarte de eso. Le dijo la doctora que lo atendía – Ya tengo que entregar mi turno

– Claro que sí, lo haré ahora mismo. Respondió gustosa. 

– Siendo así iniciemos con nuestros labores. Dijo uno de los médicos.

Dieron por finalizada la reunión. 

La enfermera jefe realizó la llamada... 

Después de varios intentos la llamada fue abierta.




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