Ahmed
—mmmm…—me desperté con pereza envolviéndome en las sabanas, el clima aún era fresco y medio abrí los ojos, seguía en la isla por lo que no tenía que— …el desayuno— me maldije al recordar que seguro tenían un horario para eso o ¿no comen?
Me levante con el cabello claramente echo un desastre, me había estado moviendo en la cama buscando quitar la sabana y cuando por fin lo logre era la gloria, estaba calentito por mi calor corporal y además adentro también era muy suave.
Escuche la leve risa de alguien muy familiar, luego un cálido toque en mi cabeza, peinando mis cabellos.
—perezosa… despierta—al escuchar esa voz volví a meterme bajo las sabanas habiéndome bolita, los recuerdos de todo lo que había pasado ayer llegaron de golpe y solo pude morder mi labio inferior por la vergüenza.
—nooo… 5 minutos más —intente que mi voz sonara adormilada, pero falle terriblemente.
Sam se echó a reír mientras se subía a la cama y no me dejaba escapatoria, quería respirar y ya sentía la falta de aire, así que di unas palmadas al bulto sobre mí y me saco la sabana lentamente.
—bueno días —su voz ronca y suave acompañado con esa pequeña sonrisa me hizo sonrojar violentamente mientras intente cubrirme, aunque sea un poco la cara. —oh, no… levántate, ya estás en problemas —no logre ni oponer resistencia cuando sus manos tomaron las mías y las colocaron sobre mi cabeza.
Mi mente no procesaba lo que estaba sucediendo, ya él me tenía con las piernas rodeándole la cintura y mis manos sobre mi cabeza mientras me sostenía con una sola de sus manos.
—Leo…—murmure intentando persuadirlo mirando hacia la puerta, pero esa sonrisa de “ya te tengo” no la borraba y sus ojos se volvieron peligrosamente brillantes, un tono agua que pasaba al jade.
La boca se me seco, apenas podía pasar saliva; su mano derecha libre subía por mi muslo derecho; Mordí mi labio inferior intentando callar cualquier grito desesperado porque apartara su mano de allí no era una opción, él sabía más que nadie que no me gustaba que me tocaran, pero oh sorpresa, él era el único que podía torturarme y sabía que le daría las gracias por ello.
—ni lo intentes… arriba. Ambos. ahora—la voz de Leo desde la entrada de la puerta me sobresalto mirando al ser que tenía encima de mí y este solo rodo los ojos con fastidio levantándose con pereza.
Leo nos miraba con el ceño fruncido y eso no era nada natural, su rostro rápidamente se estaba tornando oscuro, pero una mano tomo su hombro y de este se colgó el rubio, Damián, dando una palmada.
—vamos, el día apenas comienza— su tono animado e intentando aligerar el ambiente tenso que me hacía casi querer toser.
Este tipo de energía no la sentía desde hace un tiempo.
Me senté rápido en la cama peinando mi cabello hacia atrás y luego echándolo todo a un lado.
—buenos días…—dije algo avergonzada, Sam se estaba levantado y arreglándose la ropa.
Cuando por fin salimos de mi nuevo cuarto luego de un rato estábamos abajo y allí estaban todos en la cocina, me miraron y la mayoría parecía sorprendidos de que siguiera aquí, otros con celos y solo una me miraba con una sonrisa mientras se acercaba con un plato lleno de pan tostado.
—Buenos días Ahmed, ten, debes comer para comenzar a enseñarte el lugar —si mal no recordaba esta es Chloe.
—bien. bien—dije apenas tomando el plato y yendo hacia donde Leo me indicaba mientras me agarraba de los hombros.
Sam solo miraba atento desde el otro extremo de la habitación sirviéndose café.
Entre ambos hacían que el aire fuera más pesado así que al sentarme le extendí una rebanada de pan en la cara.
—te puedes calmar? Creo que sigo siendo humana y esa energía hace que me cueste respirar— hable apenas tomando respiraciones ondas.
Por lo menos dejo de mirar a Sam como si quisiera pulverizarlo con la mirada.
—lo siento—susurro con su mano en mi espalda estaba segura que estaba usando algo para calmarme. —mejor? —
—sí, gracias—él me miro extrañado por un momento y luego me sonrió, fue casi imperceptible.
Decidí no pensar mucho en ello, después de todo estaba segura que no soy la versión de la hermana menor que el conoce.