Ahmed
La brisa golpea mis mechones de cabello rebeldes deshechos de la gran pelea que habíamos dejado atrás, rodeaba con familiaridad la cintura del idiota una cabeza más alta que yo riéndonos de lo absurdo de la situación.
Dejamos el campo de batalla como si nada, el resto ni nos miraban ni le importaban ahora estábamos tan lejos que el tenue sonido de nuestros zapatos y el galopar de un caballo a la distancia es lo único que suena.
La figura que no nos es nada familia se acercó y bajo del caballo a unos metros, nuestra sangre aun bombea por la guerra que dejamos a nuestras espaldas.
Una mujer de cabellos cortos con un semblante serio se acercó a nosotros, tenía una armadura similar a la mía se acercó demasiado a lo que altivamente les dije a todos que yo me encargaría.
—qué bueno que te encuentro, debes regresar a casa cuanto antes. —Ella intento ayudarme agarrando mi brazo a lo cual me solté rápido teniendo mi navaja dorada en milisegundo en mi mano a lo que ella con un rápido movimiento desvió mi ataque bloqueando y quitando mi navaja, pude ver a través de sus ojos como si fueran míos, ella me dedico una mirada de molestia y me rendí, es imposible pelear con tu propia gemela.
…
El calor está sofocándome, intento despertar, pero no puedo, por más que quiera las puertas de este túnel son tan inmensas que a veces solo las abro un poco y ellas solas me succionan para luego tirarme lejos.
…
Escapar de esto demonios es una persecución nada linda, tengo mi propio plan de huida, no puedo preocuparme más por las personas que salve, ellos ya están bien yo no, quitarme a esos indeseables es como quitarse un grano de arena, se meten por todas partes.
Con las heridas que tengo no lograre salir viva de esta, bueno tal vez sí.
Abrí mi último portal sin saber exactamente donde estoy, hasta que aterrizo de lleno en la arena de un bosque, me cuesta abrir los ojos y apenas arrastrar mis pies, los guardias del lugar me detienen y solo tengo algunas palabras para ello.
—pido…asilo…abogando por la voluntad del padre que todo lo ve. —Los hombres me miraban incrédula pero mis heridas están cediendo y ayudando a mi lado más “humano” para que no me entregue a esos perros que pude sentir cruzaron un portal hasta mí.
—llévenla adentro, ahora! —Escuche a un hombre gritar y sin más todo se volvió negro.
Desperté sintiendo las suaves telas abrigarme y las vendas cubriendo mis heridas, un hombre en la lejanía me miraba con recelo.
—jamás le he dado protección a un ángel guerrero… a ningún ser celestial en realidad. —Podía sentir sus palabras sinceras mientras hablaba y se acercaba a la vez que yo intentaba sentarme, el lugar es oscuro y aún sigue siendo de noche afuera, no sé en qué reino estoy, pero seguro no es el infierno.
Al tenerlo más de cerca puedo detallar que su cabello es largo y plateado, sus ojos son rojos como la sangre y de su boca sobresalen en cada costado unos finos colmillos.
Bien, más a la lista de problemas en los que me meto, vampiros, esto es genial.
El hombre me observa con detenimiento, su ceño se frunce y no pasó desapercibido como mira mi cuerpo, sigo también su mirada escaneándome, tengo un vestido muy fino y siento que es casi transparente, no me he sentido cohibida jamás por la mirada de otros, pero justo ahora es incómodo.
—gracias por dejarme quedar, aunque no sea de su agrado. —Confieso reteniéndole la mirada y este solo sonríe de medio lado.
—no te preocupes, tampoco es que me agraden mis vecinos.
—entonces por fastidiarlos me ha dejado entrar. —Su sonrisa llega a los ojos llenos de diversión, puedo decir que jamás he visto a un vampiro en mi vida y estoy igual que él, consternada por no poder apartar la mirada.
—y dígame, ¿cuál es tu nombre, ángel? —Su tono de voz bajo es dulce, aunque su rostro parecía ser un ser rudo.
—me llamo Ahmet —Me arrepentí en el último segundo, pero no estoy siendo del todo deshonesta con mi nombre.