Ahmed
Unas semanas han pasado y ni al castillo he podido llegar o tal vez ya no tengo esa conexión con ellos.
Mis sueños incluso son oscuros, no hay nada en ellos.
Le platique a Noa y a Maddy por mensajes lo que había hecho y que cuando supiera algo de ella me escribieran.
Ir al trabajo con este vacío es como no dormir, estoy cansada de la vida.
Incluso el suicidio es algo que ni me llena de tentación como antes, ya mis demonios están callados, tan callados como la casa de mamá.
Tienes un nuevo mensaje de Noa
La notificación me hizo sentir un poco de esperanza.
Noa: ella está bien… vino aquí pero dijo que no quería hablar de lo que paso.
Solté un suspiro aliviada, al menos esta viva.
Ahmed: es bueno que al menos este viva.
Noa: dijo que sabe lo que hiciste
Ahmed: que cara puso?
Noa: no le gusto para nada
No pude contener mis ganas de reír
Ahmed: ella estaba muriendo, no iba a dejarla irse.
Ella es mejor que yo, no dejare que se rinda.
Ahmed: dile que también la quiero. Espera Jessie esta bien?
Noa: dijo que ambas están bien, agotadas, pero bien.
Me dispuse a romper el vínculo, pero aun así me seguía sintiendo mal.
Hable con Maddy y su única explicación es que la cantidad de energía que usaron fue demasiada, casi drenándola de las tres tenemos que recuperar energías poco a poco, para ellas es fácil no tienen cuerpos humanos, yo sí y es complicado.
—hmmm… —suspire dudando mientras intentaba lo poco que Chloe me había enseñado, toda clase de magia vienen de un lugar si la mía sigue allí necesito llenarla y no pienso llenarla de oscuridad, no después de la última vez.
Tal vez es algo de temor, pero no quiero arriesgar mi humanidad.
Hoy me toca con algo más clásico, runas celtas o vikingas como quieran llamarle, sé que la mayoría de mis sellos en mis manos las tienen así que intentare con una a la semana a ver si puedo hacerlo.
¿resultados?
Hice una pequeña conexión con alguna zona del otro lado de la ciudad, me mantengo bajo perfil sin llamar la atención de nadie, pero eso es casi imposible, soy yo, Ahmed, el polo del desastre.
Corrí como loca hasta entrar en una casa, pero al entrar no es una casa es un centro hospitalario, algo pequeño y pobre pero los colores son los típicos de hospital.
Una gran espalda choca contra mi casi tirándome y tengo que tambalearme para no caerme, cuando mis ojos dan con el culpable quede casi de piedra y esos ojos azules me miraron con recelo.
¿Cuántos siglos no he visto este rostro?
Quiero abrazarlo, pero su ceño fruncido me dice que es mala idea y por su ropa ¿intenta ser médico? Tiene una bata blanca que a duras penas entra, sus brazos son fuertes y sus casi dos metros con melena rubia me traen familiaridad, sus ojos azules como el mar me recuerdan que los he visto cientos de veces cuando me regañan.
—¿Cómo llegaste aquí? —no es solo una pregunta, es un regaño.
—la pregunta es qué haces tú aquí? —escuchamos que afuera algo se acercaba.
—vete, yo los distraigo —lo empujo puertas adentro de algún ala de este pequeño hospital.
—no, no voy a dejarte aquí ¿sabes quién soy? —parecía lastimado porque no dije nada al respecto, elevé una ceja un segundo para luego suspirar.
—eres el tonto hermano mayor que si no se va lo van a agarrar quien sea que esté buscándolo — Me tomo del rostro dejando un beso en mi frente y salió corriendo, pero se le veía la duda en sus ojos azules antes de irse.