Ahmed
—¿Qué es…
—quédate quieta —los ojos de esos seres se volvieron blancos brillantes detallando el hecho de que había más de diez pares de esos ojos a lo lejos.
Eran calvos y de esqueleto humano pero sus huesos son alargados y la piel es tan pálida por la falta de luz que se pega a los huesos su caminar es torpe mientras intentan ponerse erguidos, nunca en mi vida había visto una criatura así y la forma de sus dientes… no creo que sean vegetarianos.
Escuche a Samuel maldecir y un leve reflejo vino desde arriba iluminando todo a nuestro alrededor y los chillidos antinaturales de esas criaturas, mire había arriba y allí estaban todos, bajando como los ángeles en la biblia, desplegando sus alas y batiendo una brisa con ellas.
Las criaturas regresaron a esconderse tras las rocas lejos de nosotros.
—¡Ahmed! ¿Estás bien? — miré como Leonard aterrizaba al lado de Samuel y asentí mirando ahora el suelo de nuevo y donde habíamos aterrizado eran en el agua, Sam salió de ella y me dejo sobre unas rocas en la que me senté temblando como gelatina.
Leonard me cubrió con un abrigo adicional mientras Samuel secaba sus piernas.
—¿Qué paso allá arriba? —pregunto en un murmullo pues el eco en este lugar es aterrador.
—iba… iba a decirles que una brisa extraña, la podía ver —él parecía confundido.
—¿viste una corriente de aire? —yo asentí a su pregunta abrazándome a la calidez de su abrigo.
—no sé cómo, pero le vi desde que estábamos subiendo… me golpeaba directo en la cara, esta vez me dio de costado a traición. —aun sentía la brisa en mi costado.
Ellos se miraron por un momento y yo solo vi como la luz se mantenía iluminando todo el lugar, aunque no podía ver el origen de ella; Leire y Louise se fueron más lejos al parecer buscando la entrada.
—aquí esta —la voz de Leire se hizo eco en las paredes que luego se perdió en el aire.
Todos nos dirigimos allá, pero sus miradas están preocupadas, al menos quienes nos recibieron le temen a la luz, pero no sabemos que más este por aquí suelto.
La entrada es estrecha y caen algunas gotas; me sostengo a una de las tiras del arnés de Samuel mientras su dedo está enganchado a la pretina de mi pantalón, así de estrecho estábamos.
Las paredes húmedas, el sonido de nuestros pasos y espero que no haya ningún animal porque estoy ya comenzando a sentirme claustrofóbica.
Un leve tirón me saco de mis pensamientos y vi por como miraba Sam por encima de su hombro que tal vez estoy transmitiéndole mi miedo.
Él puede olerlo o no sé cómo. Él simplemente lo sabe.
La voz lejana de Damián nos dice que ya llegamos, el eco aquí es inexistente, cuando el camino termina estamos en una especie de cueva y no parece natural.
Los pilares pulidos a sus costados con inscripciones talladas en un idioma completamente extraño nos miran, en el centro del lugar estaba una especie de roca perfectamente cuadrada, en sus bordes letras doradas adornadas con ese mismo tipo de idioma.
—díganme que no seré un sacrificio humano —murmure con una mueca ganándome la mirada de todos.
—ese es un mal chiste —me regaño Leo y Sam solo sonrió negando.
Caminamos hasta la mesa con la mirada atenta de Chloe a la mesa.
—¿Dónde estamos? —preguntamos al unísono las únicas humanas del lugar.
—es… una cámara de arquitecto —ese nombre me dejo pensativa pero no fui capaz de exteriorizar lo que quería.
Como siempre.
—¿arquitecto? —cuestiono Chloe mirando a Damián.
—es para crear humanos, pero ¿Qué hace una aquí? —eso es muy extraño.
Ellos iluminaron más la habitación como hace un momento y llegue a ver lo que había en todo el suelo, eran esqueletos, demasiados para contarlos, estábamos incluso de pie sobre ellos.