Amarieth: El despertar

Capitulo 30

Ahmed

 

 

 

—está loco. —es una afirmación clara de Elliot, se tomó el vaso de alcohol de un solo trago, ya todos están aquí y se están dando cuenta que de sus noticias no son nada comparadas con las nuestras.

 

—sabes que esto no es lo más loco que ha hecho. —mire a Leonard y este soltó un gruñido golpeando la mesa con su puño dejando una bonita marca.

 

—ofrecer a Adalet fue demasiado. —y sí que lo fue, aunque peor es saber que yo provoque esto, hasta cierto punto; si yo no hubiera dado mi poder a ella, hubiera muerto.

 

¿prefiero eso? No jamás. Es mi hermana, es parte de mí y su muerte me hubiera vuelto loca de dolor y creo que ya sabemos mi limite sobre el dolor.

 

Los recuerdos atacan rápido dándome una punzada junto con mi resaca de la noche anterior.

 

No, no es bueno.

 

—¿Cuál es el siguiente paso? —el semblante calmado de Damián cuando pregunto eso me hizo mirarlo, parecía meditarlo.

 

—ir al mito —dije recargándome en la silla, quería hundirme en ella, me está matando la resaca, la taza caliente de café en mis manos me está quitando el dolor de cabeza y me alegro de no ser la única. Miro rápidamente a Lou quien esta con Theo y este solo parece divertido con sus manos sobre la cabeza de la peliroja, Chloe espera su turno con paciencia estando al lado de Damián, tal vez esa es la razón de su calma, esta con ella a su lado.

 

—hablar con el ángel que se volvió loco —Damián esta incrédulo yo solo asentí con mis labios fruncidos en una línea recta. —si fuera posible ¿Cómo lo encontramos?

 

—fui a casa por esto, me dejara saber exactamente dónde encontrarlo —señale mi “grimorio” como decía Chloe, ella lo tenía entre sus manos como si fuera otro libro más de la biblioteca y Leo me miro con enojo.

 

—no me digas ¿tú y Samuel? —Leo se cruzó de brazos sobre su pecho —NO. —su voz retumbo en las paredes e incluso sobre mi café, Sam sonrió ocultando esta con sus codos sobre la mesa y sus dedos entrelazados entre sí.

 

—es la única manera, además de que ya fuimos —atrapé de nuevo la atención de todos y bebí un sorbo de mi café.

 

—¿lo hicimos? —estaba confundido y yo aún tengo mi duda, pero si se lo han hecho a muchos de nosotros antes, no creo que él sea una excepción.

 

—sip, solo que no lo recordamos. —me miro un momento pensándoselo, apretó la mandíbula dándose cuenta, a él también le han quitado recuerdos.

 

—Ahmed tiene razón, es la única manera de saber que está pasando, porque que su padre se vuelva Dios y todo le esté yendo de maravilla tiene que tener algún respaldo —y es que esto que dice Chloe es cierto, ¿no?

 

—tiene aliados, todos se están poniendo de su lado —nos recordó Leo poniendo los ojos en blanco.

 

—porque robo más poder del que sus asquerosas manos pueden manejar —hice una mueca evitando gruñir luego de decirlo, dejando la taza sobre la mesa. —el tal vez sabe dónde está Dios.

 

—si es que existe ese ángel —Leire estaba al lado de Leonard con una ceja levantada mirándome como si yo le fuera su peor enemiga.

 

Todos comenzaron a hablar al mismo tiempo, yo solo tome el libre de las manos de Chloe y lo abrí, pase varias páginas para luego leer en voz alta las mismas palabras que me hicieron gritar en esa habitación espejo.

 

—“…las clases son más tediosas que tener a Sathiel como mi sombra, lo único que he aprendido, es que la biblioteca de la academia tiene más libros prohibidos, aunque no tanto para él que ha desbloqueado unos que según evitan el lavado de cerebro, no le creo, pero su sonrisa me recuerda a Samuel y cuando él sonríe así es porque estoy ignorando algo.” —todos me miran en silencio y paso la otra página. —“he podido grabar en mi muslo con sangre y ahora en esta habitación lo pondré en práctica cada que el espejo me lo recuerde…”  Luego de eso destroce la habitación, pues recordé los cortes que padre le hizo a mamá cuando desate mi lado oscuro por primera vez —me señale el cuello, dibujando un camino hasta el final de mi cuello, solo Leo abrió los ojos con sorpresa. —ese día, uní mis manos con las de Adalet y absorbí su energía, toda ella, casi la mato, pero él casi mata a mamá, así que no importaban las consecuencias, tomé la daga de mamá y le hice ese corte. —no quise levantar la cabeza para mirarlos, ya es suficiente dolor.

 

—¿cuándo… —su pregunta ni podía formularla.

 

—no estaban ninguno en casa, ni Jessiel lo sabe —intento que mi voz no se quiebre.




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