Amarieth: El despertar

Capitulo 37

AHMED

—no… creo que lo confundes con el del vacío —parpadee varias veces con incredulidad.

—bueno, sí. Ese —Leonard acomodo mis cabellos con calma y escucho la leve risa de Samuel, es sin humor y me recuerda a… él.

—¿Cuánto… cuanto fue que dijiste que dormí? —Sam volvió a sonreír, pero su sonrisa no es como las demás, es triste, sus ojos agua están apagados.

—no lo dije… fueron siete días Ahmed —contuve la respiración sintiendo como Leo limpia con sus dedos todo el sudor que recorre los costados de mi rostro.

¿tanto? Creo que romperé un record un día de estos.

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Entre a mi cuerpo tan de golpe que desperté como si mi cerebro me diera un choque eléctrico, mire a Leire y luego a mi otra yo con el otro Samuel a su lado, nos miramos y ella enseguida probo su magia y suspiro aliviada; cuando estábamos cerca de lago donde llegamos me quede horrorizada, un portal negro se abrió a unos metros de nosotras.

Aparte a Leire e intente usar un escudo a pesar de que está prohibido, este hombre me tomo de la mano herida y me llevo con él o eso pensé.

Había despegado mi alma de mi cuerpo y ahora estamos en un lugar con el suelo cubierto de neblina.

Ese hombre media casi dos metros, murmuro con fastidio algo mientras caminaba y me dejaba atrás, por alguna razón extraña mis pies se movían solos en su dirección, intente hablar, pero mi boca estaba cerrada y mis ojos demasiado abiertos esperando reconocer el lugar.

La neblina en el suelo es espesa y por lo que piso tal vez sea tierra, no veo arboles alrededor ni mucho menos luna, estrellas o algo que me indique que estoy en el infierno o el limbo.

Su espalda ancha es lo único que logro ver de él y sus cabellos negros largos más debajo del hombro.

—¿me escuchaste? —gruño girándose y por fin siento que soy consciente de mi misma, entre abro mis labios cuando al fin me da la cara y su hermoso rostro está allí.

Esto es raro.

—¿tu… te conozco —lo dije más para mí, pero llevé la mano a mi boca inclinándome en una reverencia.

Estoy jodida.

—vaya… al menos tienes algo de respeto —su energía está quemándome, ¿qué quiere que haga?

—lo siento… —susurre y me levante solo para encontrarme con un par de ojos negros como la noche.

Estoy aterrada y creo que lo nota pues estoy temblando.

Oh cierto, tengo frio. ¿mi alma puede sentir frio aqui?

Me abrace y el levanta una ceja, me señalo con el dedo y luego detrás de él.

Seguimos caminando esta vez sí por voluntad propia y llegamos a una casa de piedra echa ruinas en algunas paredes, la piedra es gris, pero brilla en algunas partes.

—¿do-dónde estamos? —mis dientes castañean y al entrar todo se vuelve cálido, suelto un suspiro notando las cortinas corridas sin acceso a la luz que no se sabe de dónde viene.

Él no es un ángel, eso está claro.

—este es mi reino —el parece orgulloso de este silencio desolador, ni una brisa entra a este lugar que a pesar de las ruinas aqui dentro no hay ni una grieta, el salón principal tiene un suelo de madera y muebles en un tono rojo oscuro con terciopelo; el solo me hace una seña para que me siente y de la nada esta una taza de té frente a una pesa baja que antes no estaba allí.

—es curioso que un angelito de bajo rango como tu este en una línea de tiempo que no es suya y con su cuerpo humano —me escanea deteniéndose en mi mano herida de la cual me doy cuenta que está cubierta de sangre seca, intento curarla y no hace nada.

—es una fusión querida, no sanara rápido, lo hará cuando tu cuerpo se adapte a la energía —le da un sorbo a su té con calma y tengo que recoger la taza para no verme más maleducada de lo que soy.

—entiendo… —hablo tan bajo que mi voz parece perderse en este gran salón, me recuerda al salón en casa de padre, pero más aterrador y solitario.

—¿tu nombre? —sus ojos brillan de una manera extraña.

—Ahmed… —el elevo una ceja esperando que continuara —…Smith —él sonrió de medio lado, cruzo su pierna sobre la otra, yo solo pude cerrar más las mías, estoy demasiado tensa.

—entonces. Ahmed Smith, dime ¿Por qué no debo acusarte con mis hermanos para juzgarte por romper una de las leyes más importantes creadas por los tuyos y los míos con respecto al robo de poderes? —mis ojos se abren demasiado y empuño ambas manos manchando mi vestido que ahora que lo noto, no estoy en mi cuerpo.

¿Porque el frio entonces?

—yo… yo no fui la primera… y no lo hice por hacer el mal —el levanto de nuevo su ceja, esta calmado y no debo confundir eso.

—¿a no? —deja la taza sobre el reposa brazos y me observa —entonces ¿Quién? —me atraganto con mi propia saliva, aflojando mi mano izquierda.

—mi padre… y sus amigos, abrieron las líneas temporales —confieso avergonzada, confesarlo pensé que me haría sentir bien, pero mi padre es un idiota y puede que esto recaiga en toda la familia.




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