Amarieth: El despertar

Capitulo 39

AHMED

Cruce tan rápido que atravesé la pared de la cocina y el mostrador, mi mente sigue confusa y el polvo se disipa apenas muevo mis dedos para poder respirar, los observo a todos quienes me miran atónitos, abrir un portal de ese tamaño no fue fácil.

Nada es fácil en este punto del tiempo.

—¿Ahmed? —la confusión en el tono de voz de Damián me deja claro que no ha pasado mucho desde que me fui

¿o tal vez sí?

Cuando enfoco mi vista apartando todo lo demás, pues veo no solo sus esencias, veo cada tela de espacio y tiempo, mi cuerpo no está adaptándose a esto; estiro mi mano y la primera mano que tomo la llevo a mi boca dándole una mordida, el grito que escucho es de Chloe, recibo un golpe que me tira de nuevo.

Un poco de sangre sirve, pues mi vista comienza a enfocarse mejor y con una mirada la mano de Chloe se sana y ella me mira sorprendida.

Cuando intento ponerme de pie el filo de algo en mi garganta me hace mirar hacia la mano que sostiene la espada, y allí esta Elliot; solté un suspiro de alivio y me senté mejor en el suelo apoyando mi espalda en el mármol roto.

—¿Quién eres? —gruñe Elliot dispuesto a cortarme la cabeza con cualquier ligero movimiento.

—soy Ahmed…pero no su Ahmed… no al menos la que se fue hace un tiempo —ellos fruncen el ceño y giro mis ojos, Dioses es tan difícil explicar esto en este punto.

—creo que ese mechón plateado lo dice —me observo mi cabello largo y efectivamente es un mecho color plateado en mi lado izquierdo, sonrió y lo acaricio.

—sí, casi lo olvidaba, la costumbre —arrugo la nariz sonriendo y cuando intento volver a levantarme no puedo, Chloe está detrás de una barrera que ahora está cubriendo solo la cocina para retenerme.

No les hare entrar en pánico al saber que no puede detenerme algo tan simple, pero prefiero ganarme su confianza.

Levanto las manos en rendición.

—tranquilos, ¿creen que atravesé la pared porque quería hacerle daño? —ellos elevan una ceja —bueno la mordida es porque necesitaba una gota de sangre —ellos de nuevo mi miran con incredulidad —ok, me estoy dando cuenta que no estamos llegando a ningún lado —bajo la voz abrazando mis piernas; tomo un par de piedritas apilándolas en una torre.

—creo que te respondiste tu sola —hablo Damián muy desconfiado, es normal.

—ustedes tenían razón, ellos me llevaron para juzgarme —ellos me miraron curiosos —lo que no sabían es que el tiempo se maneja muy diferente en esa frontera —escuche los zapatos de Sam e instintivamente me gire, era tal como lo recordaba, incluso más guapo, sus ojos están sorprendidos, le tomo el hombro a Damián y este le permite acercarse.

—¿Ahmed? —asiento y trato de no llorar, me costó mucho llegar hasta allí como para no lanzarme en sus brazos; así que lo hago.

—bajen eso… es ella. —lo escucho decir y solo suspiro, incluso su olor sigue igual, casi lo había borrado de mi mente.

—¿Qué paso? —pregunta tomándome de las mejillas, puedo ver a través del reflejo de sus ojos preocupados mis propios ojos, uno de ellos esta plateado y el otro café.

—no tenemos mucho tiempo… —confieso alterada.

—¿tiempo? ¿para qué?

—ella está por venir… sé cómo detenerla —todos comparten miradas, no veo a Leo entre ellos.

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Mil años antes…

—oh no, no, no y ¡no! Estás loco —me levante horrorizada cuando me conto como si yo fuera un bebé lo que estaba planeando.

Quería salir corriendo, pero la puerta no abría.

—Ahmed, es por un bien mayor —su voz es calmada, esta aun tratando de convencerme.

—¡no te daré mi cuerpo! Tiene que haber otra manera —me abrace a mí misma como si así fuera posible que no me lo arrebatara.

—ella ya está en tu mente ¿no lo entiendes? Pudo filtrarse por ti y así escapara —me detuve en seco en el salón principal, me gire sobre mis talones y su expresión dolida me dijo que no mentía.

—no, ¿Cómo?

—la miraste, viste sus ojos y ella te vio, Luziel creyó que si te separaba de tú cuerpo mortal sería más fácil de tratar con el problema, pero ella capturo todo. —mi cerebro da vueltas ¿Qué quiere decir con eso?

—Ahmed, Ahmed, enfócate —destellos de purpurina caen en mis ojos y comienzo a frotármelos, pero incluso puedo verlo detrás de mis parpados.

Las puertas se abren de golpe y escucho una voz profunda y sonante como el trueno.

—Serafín Ahmed —por su tono está muy molesto, cuando abro mis ojos quiero congelarme del miedo.

Todo el cielo está lleno de centinelas, guardianes, todos brillando tan fuerte que ahora entiendo de donde la purpurina.

Me toman del brazo, el tacto es tan frio que siento que me congelara.

—no por favor, ¡es una niña! — y esa es la última vez que escucho la voz de mi abuelo.

Cuando despierto mi cuerpo está en una habitación tan blanca que me asusta; enfoco más la vista y puedo ver que todo es de piedra blanca, esta brilla ligeramente.




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