AHMED
—es mi culpa —resople frotando mis cien, todos están regañándome en coro, pero el único que esta callado y observando la situación es Jeremiel, es tan extraño que este aquí, es incluso más mayor que Damián o Leo.
—sea lo que sea… es un problema que se debe resolver después —todos quedaron callados y sin querer me enderezo en la silla.
Aun no me dicen porque, y no quiero ni siquiera mirarlo mucho tiempo; sus cabellos rubios parecen un algodón de azúcar, quisiera tocarlos y quedar dormida en ellos, sus ojos son azules como los de Jessiel, pero es incluso unos centímetros más alto que Leonard y en contextura ha cambiado un poco, antes solía ser más delgado, pero eso no significara que no fuera fuerte, ahora sus músculos son más notorios a pesar de su camisa arremangada hasta los codos, ni siquiera saque su nariz o sus grandes cejas, por más que lo mire no parecemos hermanos; creo que nos adoptaron.
—¿algo te hace gracia? —aunque intente disimular la sonrisa que tengo, ver el rostro enojado de Leo me hace volver a bajar la mirada casi enterrando mi barbilla en mis clavículas.
—nada —susurre mordiendo mi labio inferior.
—no la regañes… creo saber en qué piensa ¿no es así? —su voz es dulce y me hace mirarlo de inmediato, mi sentido humano me dice que debo corroborar que no somos hermanos de sangre para no sentirme culpable por lo que mis pensamientos humanos están haciendo conmigo. Él guiña su ojo hacia mí y enseguida el calor sube a mi cara, quiero morir. Vuelvo a mirar mis manos bajo la mesa y una risita disimulada se le escapa.
—¿por-¿Por qué viniste? —después de tomar una respiración honda tengo al menos una pisca de valor para verlo a la cara.
En serio es un ángel, uno demasiado guapo, no hay ni un punto de imperfección en su rostro.
—porque necesito actualizarlos —nos echó una rápida mirada a mí y a Leonard. —a solas— su tono de voz fue duro al decirlo, me hizo erizar la piel y volver a removerme en mi silla.
—bien, entonces en mi oficina —no dijimos nada más luego de la propuesta de Damián y Leo nos llevó hasta la oficina; Jeremi coloco un escudo apenas cerré la puerta.
—como ya saben nuestro padre quiere una guerra, su ejército ya está preparado, solo que no lo hará solo —su expresión es seria, ni siquiera se sentó en la silla de Damián, estaba apoyando su trasero en la mesa.
—¿eso no es nuevo? —se quejó Leo sentándose en el sofá grande.
—lo sé, tampoco es nuevo que quiera comprometernos con ciiierrtos “aliados” —hizo comillas con sus dedos para luego cruzarse de brazos ¿Por qué me está mirando a mí? Se supone que ya estoy comprometida con Samuel ¿no?
—¿Cuál es la novedad entonces? —pregunte temiendo por su respuesta.
—pues… como sabes, todos declinamos a ser sus sucesores, pero eso no implica que por tener el apellido no le “ayudemos” con esa loca idea de unirse amas familias celestiales —Leo soltó un pequeño “es cierto”, al parecer nosotros no tenemos ni voz ni voto en esto, no cuando se trata de pelear por poder.
Dios dejo un vacío que ni sus hijos favoritos pueden llenar, se ha vuelto un caos y los ángeles más poderosos quieren el puesto, Padre es el único suficientemente loco y al cual nadie quiere desafiar.
Imagino que tiene el apoyo de demasiadas personas detrás suyo para que sus oponentes sean solo los favoritos de Dios, la santa trinidad: Gabriel, Miguel y Rafael; detrás de ellos sus otros hermanos que no dudarían en poner sus legiones en su ayuda si fuera necesario.
Muchas familias que apoyan a nuestro padre para esta locura quieren un compromiso de por vida y están dispuestos a todo por ello.
—todos han declinado al puesto, menos uno —levanto su dedo y luego lo dirigió hacia mí, me quede en mi sitio sintiendo demasiado frio (por el miedo).
—no, yo ya le dije que no —me reí intentando caminar, todo estaba dándome vueltas, me senté en una de las sillas al lado de Jeremi y este no quitaba sus ojos azules de mí.
—¿estas segura? —su pregunta llena de dudas y su ceja levantada me hizo asentir tan rápido que casi sentí mi cuello dolor.
—sí, más de una vez intento sacarme de mi cuerpo mortal y llevarme con él e incluso cuando supe por Jessie que era la “más apta” para el puesto le dije que no lo tomaría. —el siguió mirándome y analizándome, sus ojos no dejaban de buscar en el más mínimo gesto.
Pero muero de miedo de solo pensarlo.
—¿se lo has dicho a él? —me giré para mirar a Leo y le asentí.
—sí, una de las veces que intento matarme, le dije que no tomaría el puesto. —ambos se miraron y luego a mí.
—entonces no debemos preocuparnos —sentencio Leonard y pude sentir que mi alma se relajaba un poco.
—¿Por qué necesita un sucesor? —
—todos están haciendo lo mismo, tomando al hijo más apto para el puesto en esta guerra, incluso Gabriel y Miguel ya eligieron— lo mire con duda ¿a quién esos podrían como sucesor?
—a esa chica… Hariel…Hanael
—¿Haniel? —mi sonrisa se borró de mi rostro cuando él lo afirmo.
—no es posible… ella no—me quede con las palabras en la boca, no es posible