1 año antes…
Los ángeles debemos caer. Caer para aprender a levantarnos y volver a aprender a volar, eso nos dicen antes de lanzarnos a un vacío donde todo está oscuro, donde la luz es inexistente, donde solo escuchas quejas, lamentos, llanto, desesperación, todos desesperados por encontrar el camino a la luz.
—Amed, ¿tienes clases?. —escucho la voz lejana de una mujer llamarme, mi madre.
—si, en un momento me voy. —respondo a duras penas y aun con los ojos cerrados, me duele absolutamente todo, la cabeza aun sentía las punzadas agudas y el corazón acelerado hacia que la sangre subiera a mis oídos aturdiéndome. Cuando logro sentarme en la cama ya todos los dolores habían desaparecido y solo sentía el cansancio adueñarse de mi cuerpo, me coloco los lentes que la noche anterior había dejado a un lado de la almohada, fijándome en el pequeño desastre que era mi cuarto, tan lleno y vacío a la vez, juguetee un poco con los lentes, subiéndolos y bajándolos del puente de mi nariz, notando que al no tenerlos veía todo muy borroso, apenas distinguía mi habitación.
Termino por colocarme el uniforme correspondiente a mi odiosa escuela pública; falda debajo de las rodillas, franelilla, camisa blanca, corbatín, suéter para no tostarme con el fuerte sol y nunca se sabe pero llevo zapatillas para correr, lo importante es que corresponde a la normativa de color, negros.
Son media hora andando y 15 minutos en bus, hoy no tengo ganas de llegar temprano, como siempre, sé que siempre algo se atrasa y esa no soy yo; tengo ese sexto sentido que me dice que hago mal y que hago bien, supongo que esto a mi instinto le parece divertido y yo lo sigo, nunca me ha fallado; he evitado robos, accidentes de autos, caídas vergonzosas pero todo siempre tiene su lado malo, y el mío es que siempre se quién va a morir. Lo odio.
—la campana sonó, pero el profesor parece que le caes bien, siempre llega después que tú. — bromea mi mejor amiga, Ema, solo me digno a regalarle una media sonrisa, hoy tampoco estoy de humor, hasta que veo que el profesor no es el mismo de siempre, tal vez me equivoque de día y no es miércoles.
—clase, soy su nuevo profesor de Arte.
Todos se quejan, gritos de disgusto por parte de unos y otros de preocupación, yo solo trato de recostarme aún más en el respaldo de mi silla observando como el salón parece un campo de batalla, y es cuando recuerdo mi sueño de anoche, debía salvar a una niña ¿lo habré logrado? No lo recuerdo. A veces mis sueños eran más interesantes que mi vida aburrida.
—silencio, silencio!, seguiremos el plan del otro profesor hasta el próximo trimestre, vale?
Sus gritos me trajeron a la realidad, solo faltan nueve meses para acabar el año escolar, el último año. Observe a detalle al nuevo profesor, bastante alto, no pasaba los treinta, ¿Cómo un profesor puede ser tan joven? Además de que su cabello oscuro y ojos azules claros, piel bronceada y por cómo le grita al resto puedo decir que no es un profesor muy estricto, solo traerá estragos a estos últimos meses de clases, ¿Qué le pasaría al otro profesor?
—comencemos con la lista.
Se desplomo en la silla mirando la hoja que tenía entre sus manos echando un suspiro bastante sonoro mientras el resto de las chicas comenzaban a mirarlo guardando silencio mientras las típicas presentaciones surgen entre risas y miradas dirigidas con cautela hacia mí, parecía que esperaba escucharme cuando anunciara mi nombre, faltando como diez personas más por presentarse. Sus ojos color azul pálido se posaba sobre los míos, me sentí realmente extraña y todo el calor de mi cuerpo se desvaneció, su mirada parecía analizarme. Me senté erguida en la silla pegando la espalda por completo en el respaldo hasta que la mano de mi amiga me sorprende por un costado entregándome una pequeña nota sacándome de ese pequeño trance en el que me comenzaba a sumergir.
Es lindo
Sonrió levemente mirando por encima de mis lentes hasta que escucho pronunciar mi nombre y mis otras amigas dan golpecitos en mi escritorio y cuando giro ya me doy cuenta que el profesor me observa escéptico esperando una respuesta de mi parte.
—pre…sente?
Me disculpo con una sonrisa nerviosa ocultando el pequeño papel en la manga de mi suéter que cubría mis manos.