Amarieth: Memorias

Capitulo 1

INICIO PARTE II: MEMORIAS

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Hace mucho, mucho tiempo atrás…

Corría junto con Adalet por los jardines de torres altas y flores claras, cerraba mis ojos para que no hiciera trampa, solía hacerlo cuando se frustraba así que esta vez no se lo dejaría fácil.

—¡ya! ¡No es gracioso! —la escuchaba refunfuñar revisando las enredaderas, podía verla desde mi posición, estoy subida hasta una de las torres altas, cuando me descubrió por la silueta en el suelo me apunto con la mano para luego salir corriendo hacia mí.

—Ada! No subas, ¡te vas a caer! —Adalet arrugo la nariz y comenzó a escanear con la mirada por donde comenzar a subir.

—te voy a atrapar, no se vale subirse allí. —subí un poco más al verla subirse agarrada entre las enredaderas, pero una de ellas se soltó y ella cayó al suelo, sentí su dolor, esta fue la primera vez que lo siento e incluso lo tengo, puedo sentir el golpe en mi espalda y mi rodilla esta raspada; baje rápidamente hasta ella cuando comenzó a llorar, mamá la escucharía y estaríamos perdidas.

—¿qué está pasando? —grito nuestra madre apenas saliendo de la casa, yo ya estaba abajo y ayudaba a Adalet a levantarse.

—te dije que no te subieras —la regañe bajito, pero era tarde, nuestra madre nos miraba ceñuda con las manos en la cintura.

—Ahmed, ¿Qué te he dicho de subirte en estos lugares? —mamá tan elegantemente como es, se sentó tomando entre sus brazos con cuidado a Adalet sanando sus heridas, mire bajo mi vestido y mi herida ya había sanado.

—pero mamá, le dije que no se subiera. —baje la mirada, no quería ser regañada por ella, no de todos en esta casa.

—oh, cariño —ella tomo mi mejilla con su mano dando una caricia, incluso sin su energía esta se sintió mágica.

La abrace con fuerza dejando que el perfume dulce de su cabello me llenara de paz, Adalet puedo sentirlo, ambas nos sincronizamos mientras la abrazábamos.

—las amo, no quiero que se hagan daño —nos apartó de ella y nos sonrió, una de esas grandes sonrisas contagiosas.

Me limpio mi largo cabello de las hojas del árbol y se tomó su tiempo para peinarnos; Adalet y yo solo uníamos nuestras manos, dejando que nuestros ojos brillaran en dorado intenso, Tratamos de adivinar los pensamientos de la otra, pero todos mis pensamientos eran referentes a mamá.

Nuestra unión se fortalecía desde nuestro nacimiento, aunque aún somos demasiado pequeñas, somos muy iguales; mantenemos nuestro cabello largo de un color castaño un poco más oscuro que el de nuestra madre, nuestra piel clara comenzaba a llenarse de algunos puntos, nuestra madre dijo que era natural y nos mostró los que ella ocultaba.

En cada fiesta solo pienso que la mujer más hermosa es ella, nadie puede opacarla ni siquiera en brillo, todos la saludaban con respeto a donde llegara, me imaginaba a veces que cuando creciera como ella podría usar ese mismo vestido y caminar igual que ella.

Madre es la una mujer muy cuidadosa, su cabello color miel tan bien arreglado y cuidadosamente peinado, no quiera perder eso, quiero verme como mamá se ve con su hermoso cabello largo; en casa incluso es cuidadosa y demasiado amorosa, tengo muchos hermanos, pero casi ninguno está siempre al mismo tiempo en casa, si pudiera tener un hermano favorito, ese sería Jere.

—¡hermanito! —corrí hacia sus brazos dejando mi cabello a medio peinado, Jere me cargo dejando un beso en mi mejilla la cual se calentó con rapidez.

—qué bueno verlas aquí… mamá —él se acercó a madre agachándose mientras me dejaba en el suelo, besando la mejilla de madre con cariño, esta lo abrazo por el cuello y mi hermano no tuvo más remedio que cargarla y abrazarla con fuerza.

Él es incluso más alto que mamá, cuando la deja en el suelo mi cerebro no logra entender como él pudo heredar ese hermoso cabello rubio de padre, pero no ser como él en nada.

—es bueno tenerte de vuelta Jeremiel. —Madre lo tomo de las mejillas, pero este tomo sus manos y dejo besos allí.

—¿Dónde está esa odiosa de mi hermana? —pregunto con una sonrisa, sabía que mamá se reiría al igual que yo intente disimularlo, mis ojos no se apartaban de él, su cabello rubio y sus ojos azules intensos y brillantes como ningún otro que haya visto en mi corta existencia.

—Jessiel está entrenando! —Adalet apunto lejos. Jere se acercó a ella dejando un beso en su frente antes de irse y madre regreso a mis cabellos.

—mamá

—¿si cariño?

—¿nosotras algún día seré como ellos? —ella me miro confundida y luego regreso a mimar mi cabello peinándolo con cuidado haciendo una trenza.

—ustedes dos… serán mucho mejores, pero solo ustedes mismas pueden lograrlo —mire a mamá ya que estaba casi al final de mi cabello.

—¿tenemos que esforzarnos como Jessiel y Jeremiel? —Mama asintió a la pregunta de Adalet.

—sip, así como a Jessiel, yo también las entrenare, para que sean muy fuertes —nos dejó un beso a cada una y luego se fue cuando de lejos Jeremiel y Jessiel parecían discutir.

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