La mañana había iniciado con un clima frio a pesar de haber comenzado el verano y la ola de calor ya pronosticada, las personas entrando y saliendo rápido del local en una esquina de la calle; todo parecía indicar que el día seria uno productivo para el bolsillo de la joven que por miedo a lo que su mente parecía crear se mantuvo estancada durante ocho años en el mismo trabajo, lidiando con las mismas personas egoístas que entraban al local exigiendo un servicio eficiente y rápido sin querer pagar el precio.
Para las personas de la ciudad principal despreocupadas de ser vistas mal por las ropas ligeras y descotadas que usaban, se mantenían en sus propios mundos, percatándose del hombre de traje de tres piezas que no encajaba con la ciudad, ni con el clima y mucho menos su color de piel, haciéndolo sobre salir entre la multitud que a pesar de caminar apresurados, no podían evitar mirar al hombre que caminaba como si supiera exactamente a donde iba, todos haciendo algunos comentarios casuales y otros dedicándole palabras románticas.
El hombre de cabellos negros, piel pálida y ojos naturalmente azules, sobresalía incluso por su uno noventa casi dos metros de altura, olfateo el aire durante unos segundos mirando el cielo completamente despejado que para los humanos despreocupados a su alrededor no se percataban de la cantidad de aberturas que había en el cielo, solo un ser sobrenatural podía mirarlas con claridad.
—Bingo —dijo al dirigirse al local en la esquina de esa calle concurrida, mirando como todos los clientes e incluso trabajadoras del lugar lo miraban, quedando completamente en shock al mirar la figura alta e imponente entrar.
—buenos días, dígame en que podemos ayudarle —hablo la encargada haciendo que los ojos azules del hombre la miraran durante un segundo.
—busco a “la escritora” —dijo como si fuera una demanda habitual.
Las personas alrededor se quedaron en silencio mientras le daban paso al hombre.
—si busca una transcripción puede pasar adelante con las jóvenes que están en los escritorios —el hombre solo echo una rápida mirada observando como apenas la figura familiar desaparecía tras una cortina con el letrero de “acceso restringido, solo personal autorizado”.
—gracias, Maira —dijo como si nada sorprendiendo a la encargada.
Lucifer miro el escritorio vacío unos segundos y las miradas de las personas que estaban en los escritorios se volcaron a él.
—buenos días, ¿en qué podemos ayudarle? —pregunto con tono profesional y amable una de las otras chicas que se encontraban detrás de los escritorios, lo que hizo que una sonrisa juguetona se dibujara en los labios del arcángel caído.
—no te preocupes, querida, ya encontré lo que buscaba —respondió con una sonrisa hacia la mujer haciéndola sonrojar.
Camino hasta el escritorio tomando asiento en la silla incomoda de madera en donde comenzó a arrastrar el mouse buscando entre los archivos y carpetas.
—disculpe, pero no puede sentarse allí —le dijo la encargada, pero al arcángel caído no le importo, siguió buscando hasta que encontró el documento Word de ciento treinta y seis mil veinte palabras que leyó durante quince minutos, hasta que las pisadas de donde estaba la cortina del acceso restringido lo hizo sonreír.
Una joven mujer dentro se quejaba mientras estiraba su espalda intentando relajar los músculos para soportar las siguientes cuatro horas que quedaban de su horario de laboral.
—vaya… esto es interesante, si yo estoy aquí ¿alguien estará escribiendo del otro lado? Curioso, muy curioso —el hombre miraba la computadora mientras con el mouse subía con lentitud para volver a leer las palabras, como si ese solo acto fuera a cambiar lo que había leído.
—¿disculpe… que hace en mi silla? —la mujer había regresado de la sala de descanso después de ir al baño y un hombre guapo de cabellos negros y ojos azules estaba sentado en su escritorio de trabajo, al no tener sus lentes no alcanzaba a ver que estaba en la pantalla.
—oh, estaba… esperándote, autora. Buen libro, por cierto, muero por la segunda parte —la sonrisa burlona en los labios del ángel caído hizo que la mujer se colocara sus lentes para mirar hacia donde se encontraba su jefa y los escritorios de sus compañeras, todas parecían estar en estado de shock.
—¿Cómo… como dice? —la mujer se rio de manera nerviosa.
—el libro. —señalo hacia el monitor que mostraba las páginas que la chica había escrito.
—¿no sabes quién soy? Vamos… piensa un poco —la mujer de apenas veintinueve años miro con horror al hombre que seguía recargado en la silla y sin poder moverse de su sitio, comenzó a sentir como el calor abandonaba su cuerpo mortal.
—¿lu-lucifer? —susurro casi sin mover los labios y el hombre solo sonrió ampliamente.
—sorpresa —dijo con alegría manteniendo una postura relajada mientras los ojos cafés de la mujer buscaban con desesperación moverse, logrando que sus pies torpemente comenzaran a moverse saliendo un poco del alcance del ángel caído, pero este dejo de sonreír casi de inmediato lo que ella tomo como una señal para comenzar a correr hacia la única entrada y salida del lugar.
—¡no te atrevas! —el hombre salto desde el escritorio sin importarle como el resto de las personas lo miraban, la tomo del brazo con fuerza apegándola a su cuerpo. —no vas a huir, niña. —la escritora solo comenzó a negar repetidas veces.
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Editado: 23.05.2025