Amarieth: Memorias

Capitulo 16

—esto ni siquiera es un juicio, niño —Papá se burló deliberadamente de Gabriel y vi la ira en esos ojos azul cielo, siendo tan fríos que me daban ganas de retroceder por instinto.

¿sobrevivir a una pelea con el Arcángel?

Claro, seguro. Si querías vivir sin una pierna que sanara tan lento que para cuando estuviera completamente repuesto ya estuviera llevándose a cabo el apocalipsis universal.

Solía salir ilesa de las peleas con él porque su odio no era tan fuerte, simplemente golpe que te lastimaban más el orgullo como guerrero que como ente superior.

—Rahael, comprenda que… no puede romper siempre las reglas cada vez que le plazca —regaño Gabriel esperando que el hombre dejara de tratarlo como un niño, como alguien sin experiencia, cuando prácticamente ambos eran lo suficientemente mayores como para estar a la par.

Pero padre siempre ha querido menospreciar al resto que sean de jerarquías inferiores a él. Por ello nos detestaban, todos los de jerarquías mayores siempre actuaban así, por lo que los más jóvenes no tenían otra opción que demostrarlo o simplemente ignorarlos.

No se puede extinguir un universo con un dedo; decía mamá esperando que no nos sintiéramos afectadas por las palabras de los demás en la escuela.

—¿romper las reglas? Prefiero el término “doblar” —hice una mueca con un sonido de asco tan sonoro que todos me miraron por el rabillo del ojo.

Quería desaparecerme y hasta volverme un simple átomo.

¿Por qué tenía que sacar yo mi personalidad como la de papá?

Si alguien en este mundo lo conocía, era yo.

Yo era su karma, nos parecíamos demasiado en cuanto a actitudes, físicamente no podrían decir que éramos familia, al menos no para los humanos.

Incluso dirían que soy adoptada, hasta que me conocían bien.

Era una parte tan jodida de mi padre que cada uno de mis hermanos se había alejado para apartar esa personalidad de mierda del apellido familiar.

Alejándose tanto de casa, de nosotros mismos que quien nos conociera lo suficiente no podría culparnos por ello.

—no puedo más con esto —susurro Gabriel colocándose de pie y estando a punto de hacer algo estúpido cuando Miguel intervino.

—el ángel caído regresara a sus dominios, en cuanto a usted, no habrá rincón en el cielo que respalde su plan, Rahael —la voz severa de Miguel retumbo en la habitación y mi padre no se movió, ni pestañeo, seguía tan calmado como siempre.

—¿eso es todo? —pregunto con una sonrisa en los labios, como si ya hubiera ganado esta vez.

—no. —dijo con firmeza Gabriel acercándose a papá. —tiene prohibido el acceso de entrada y salida del reino sin supervisión de nosotros —vi la fachada de papá desestabilizarse, su sonrisa disminuyo centímetros en su rostro y yo solo abraza con fuerza el brazo de Samuel.

Su cara tranquila solo avecinaba una tormenta.

—que tenga lindo día —Gabriel le guiño un ojo en señal de victoria y salió de la habitación dejándonos a nosotros con papá quien bajo la mirada y comenzó a reír.

—vámonos —susurre a Samuel y este se levantó haciendo que me levantara al mismo tiempo.

—oh cariño… ¿Qué hiciste? —la voz de papá tan fría como el hielo nos detuvo un momento y luego seguimos de largo. —¡te pregunte algo Ahmed! —me quede de piedra con la mirada al frente, sin tener ganas de moverme.

—nosotros nos vamos, tenemos cosas que hacer —le respondió Samuel, pero papá se acercó tomándome del hombro tan fuerte que cerré los ojos y evité gritar.

No tenía que haber venido, pero Gabriel había insistido.

—quitale las manos de encima a mi hija —esa voz dulce pero autoritaria me hizo abrir los ojos y girarme a mirar hacia la puerta por donde había salido Gabriel solo para ver a mi madre entrar con sus cejas fruncidas en molestia.

Papá me quito la mano de encima casi tan rápido como mama se lo había pedido.

—Leeziel, cariño ¿Qué haces aquí? Todo fue un- —los tacones de mamá resonaron por toda la habitación, había caminado directamente hacia mí y me tomo de la mano colocándome detrás de ella.

—te lo advierto Rahael, no metas a las niñas en tus locuras, no esta vez —me quede sorprendida al igual que papá por la actitud de mamá.

La mujer que siempre estaba serena y en calma, que pocas veces perdía el control, estaba allí, echando chispas y poniéndole límites a mi padre.

—esto no te concierne cariño —Mamá se quedó en silencio hasta que el sonido distintivo de un bastón sonando desde afuera de la puerta me hizo mirar.

El tío Luziel entro con toda la calma del mundo.

—¿Qué hace él aquí? —el tono molesto de ayer de papá regreso y solo Samuel me alejo más de la escena.

—si Gabriel no te pone un alto, entonces esta vez lo hare yo —su seriedad me hizo mirar a ambos esperando alguna explicación.




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