Amarieth: Memorias

Capitulo 17

—¿tu? No tendrías que estar en tu propio mundo lejos del cielo —Mi padre volvió a recuperar confianza en su postura y la manera en la que miraba a mi tío se notaba que aquí había algo que no sabíamos.

—sí, pero… vine por mi alumna —inclino un poco su báculo en mi dirección y la sonrisa de mi padre desapareció de su rostro por completo.

—¿Qué? —los ojos azules intensos de padre parecía que se saldrían de sus ojos en cualquier momento, más que por la sorpresa, por molestia.

—vámonos Ahmed, has pasado mucho tiempo aquí —mi tío simplemente se giró y comenzó a caminar de regreso hacia la puerta, no lo dude ni mire a mi padre a pesar de tener ganas de hacerlo para mirar su expresión.

—oh no, tú no te llevaras a mi hija. Ella no entrara a tu grupito de inadaptados —hablo con mi padre con severidad.

—¿Qué harás para evitarlo? —mi tío soltó su tono burlón, como si no temiera a nada.

—basta Rahael, Ahmed ya tomo su decisión. —escuche la voz de mi madre, pero temí girarme, Samuel solo tomo mi mano apretándola con firmeza, de alguna manera solo necesite ese acto silencioso.

—¿si? —podía escuchar el forcejeo de mi padre y mi madre tal vez tratando de detenerlo. —¿Cuándo? —gruño furioso mientras varios hombres de túnicas iguales a las de mi tío entraban y se mantenían con su rostro cubierto, solo mi tío tenía el rostro libre.

—hace mucho tiempo, demostró ser capaz de hacerlo. —respondió mi tío y solo entonces me giré, vi el rostro de mi padre confundido, me sostuvo la mirada como si me analizara y luego su sonrisa se torció en una mueca.

Ya lo había entendido.

Tal vez en aquel momento no le prestó atención pensando que ese era mi cuerpo humano y no simplemente yo, tal vez pensó que era alguna etapa de rebeldía como antes, de teñirme el cabello y cosas similares, pero no lo era.

—oh querida… —el volvió a tomar la compostura sonriendo, esa sonrisa clásica de él, una que decía que ya tenía todo planeado. —siempre supe que no podía dejarte el cargo de esta familia a ti.

Eso me golpeo no por el orgullo, en mi mente el rostro de Adalet se me vino rápidamente y solo vi su rostro como sabía que ya lo había pensado.

—no.… no, no, no … no te atrevas a tocarla —grite caminando hacia él, completamente enojada.

Mi madre pareció entender las palabras de mi padre y le dio una fuerte cachetada.

—Ahmed, ¡calmate! —mi tío me sostuvo con su báculo, en mi abdomen y me arrastro hacia él.

—no te atrevas a tocar a Adalet ¡papá! —no sabía si mi hermana estaba viendo ese estallido de enojo de mi parte, pero estoy segura que se lo enviare como un mensaje.

Tenía que estar con ojos en su espalda.

La capa de mi tío me cubrió la vista y cuando la volvió a quitar estábamos de regreso en la frontera.

—¿eh? ¿Qué? ¿Cómo? ¡¿Por qué hiciste eso?! —grite alejándome de ambos, Samuel me dio espacio solo mirando a mi tío que le hizo una señal y este dudo un segundo antes de alejarse.

—tienes que calmarte, Ahmed —sus palabras no me calmaron, solo camine de un lado al otro intentando pensar cómo podía hacer que Adalet estuviera a salvo de papá sin tener que asesinar a nuestro padre.

Miles de pensamientos corrieron por mi mente sin darme cuenta.

—debes dejarlo ir —dijo mi tío como si fuera a hacerlo de un momento a otro.

—no, no voy a dejar que- —me quedé quieta cuando vi los ojos de mi tío completamente dorados centellantes.

—un problema a la vez —la lentitud con la que dijo esas palabras me hizo pasar saliva con dificultad. —¿si? —asentí lentamente sentándome en la silla de invitados de su oficina.

No me había fijado que nos trajo directamente hasta aquí.

El lugar es exactamente igual al cielo, solo que con pisos pulidos donde puedes ver tu propio reflejo.

—él no lo admitió —respondí por fin luego de un rato. —Gabriel no puede acusarlo de nada sin pruebas contundentes. —apreté los puños con fuerza en mi muslo.

—no tiene que hacer nada, solo tenemos que lidiar con sus consecuencias… como siempre —su tono parecía cansado, mire durante un largo momento mientras él se sentaba en su silla con una mirada distante, pensativa.

—lo odias ¿verdad? —me miro de reojo un segundo y luego volvió a mirar a la nada.

—lo odio a él… no a ustedes —su calma dejo más preguntas y sé que lo noto. —y ustedes son mi prioridad, por eso debemos concentrarnos en esto —yo asentí y n leve dolor de cabeza regreso a mi cabeza haciéndome cerrar los ojos.

Algo iba bien, ese dolor era familiar. Demasiado para ignorarlo.




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