Amarieth: Memorias

Capitulo 22

—querida… —la puerta se abrió por completo dejándome ver a Azmed, vestido en túnicas como si fuera alguna especie de geisha, con el cabello perfectamente peinado, lleno de accesorios en tonos dorados y un solo mechón de su cabello que jamás había notado en castaño.

—no…no…no —repetí con incredulidad mientras me colocaba de pie.

Su ojo derecho de color café. Igual que le mío. ¿Por qué jamás lo note? Oh claro, mis dones, no podía usarlos dentro del lugar. Aun así, eso no explica su apariencia actual.

Me quede allí sin atreverme a entrar o siquiera a moverme.

—¿Por qué no me lo dijiste? —pregunte con puños apretado y mi mandíbula casi rompía mis dientes.

—no es hereditario, Ahmed —su voz calmada me deja fría, simplemente el sigue allí, mirándome con lastima, pero esa lastima no es por mí.

—¿a no? ¿entonces? ¿Qué…qué clase de trampa es esta? ¿Por qué realmente estas aquí? ¡¿Y no mientas con esos libros?! —grite señalando el interior de la casa, mis lágrimas mojaron mis ojos, más calientes que antes.

—Ahmed… calmate un poco —lo vi acercarse a pasos torpes a la entrada de la prisión, pero sin atreverse aun a pisar el suelo afuera.

—no, no me digas que me calme —la rabia ardió dentro de mí, mucho más intenso que antes.

—si no lo haces… puedes arrepentirte —su suplica pasaba por mis oídos que no paraban de pitar.

—¿arrepentirme? Me han estado usando todo este tiempo. Mi padre, mi tío, Dios, Leah ¡y tú! —grite sintiendo ese dolor en mis ojos como simple fuego.

Mi voz se escuchaba tan antinatural de nuevo, tan profunda que no parecía mía.

—necesitaba que lo vieras por tu cuenta. —dijo con esa mirada abatida, solo me hacía doler más el pecho.

—¿Qué tengo que mirar? Soy tan tonta —me senté en el suelo llorando como cuando era pequeña.

—no, no digas eso linda —lo vi estirar la mano y está por un segundo se quemó, lo que hizo retroceder. —Lucifer fue quien te trajo ¿no? —esas palabras me hicieron levantar la mirada.

—¿Cómo… sabes eso? —el desvió la mirada, lo hizo igual que yo lo hubiera hecho cuando miento. —¿tú le dijiste la manera de buscarme? —lo mire con ojos abierto.

—no me hizo caso en absoluto —murmuro más para sí que una respuesta para mí.

—¡¿casi me mata?! ¡¿y tú lo ayudaste?! —grite de nuevo viendo como la brisa del lugar comenzaba a moverse de manera desordenada a mi alrededor.

—solo necesitaba algo de sangre —con esos ojos intento transmitirme que no tenía opción, pero la tenía, podía haber mandado incluso a Samuel, pero prefirió mandar a Lucifer.

Y él casi…

—¿sangre? —cuestione casi riéndome, esto no podía ser cierto.

—necesitaba dártelo… no había nadie mas —volví a levantarme quitando las lágrimas de mis mejillas.

—¡¿Por qué!? —grite desesperada.

—¡porque ella te eligió! —deje salir una exhalación, dejando mis pulmones sin nada de aire. —nadie sabía de donde provendría la otra parte de la llave… pero tú la tienes, ella te la dio —negué varias veces.

—no…no… eso no —comencé a negar varias veces mientras mi cuerpo por dentro comenzaba a vibrar.

—¿las líneas de tiempo? ¿puedes verlas no? —me quede completamente quieta, como si algo dentro de mí se estuviera rompiendo, pero no sabía exactamente qué. —esa es una de las consecuencias, no pueden destruir eso… no sin destruir lo que él construyo. —mi corazón comenzó a latir cada vez más lento. —intente hacer todo para que esa parte de ti viniera a mí, pero…

El ardor que antes me consumía ahora hacia que mi piel brillara mucho más, tanto que grité de dolor, un dolor crudo, un dolor que parecía tan viejo, tan profundo; estaba quemando cada átomo de este cuerpo humano, al punto que solo lo vi derretirse como el agua.

Mi grito fue tan agudo que solo vi todo en color negro.




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