Corín
“No todo el mundo celebra tus victorias”
El aire en la oficina estaba cargado.
La noticia del éxito de la campaña y el papel crucial que había tenido en ella se había esparcido rápido.
Los elogios y felicitaciones me llegaban de algunos rincones, pero también sentía las miradas cargadas de envidia.
Marla apareció frente a mí en la sala de descanso, con esa sonrisa torcida que siempre me helaba la piel.
—Vaya, Corín —dijo, con tono ácido—. Felicidades por “salvar” la campaña.
La miré fijamente, sin esconder la incomodidad que me causaba.
—Gracias —respondí con calma—. Fue un trabajo en equipo.
—Claro —replicó ella—. Pero no todos tenemos tanta suerte de que el jefe te tome cariño y te pase la batuta para que luzcas.
Mi pecho se apretó.
¿Era envidia? ¿Resentimiento? ¿O simplemente desprecio?
—No estoy aquí por suerte, Marla. Estoy porque trabajo duro y porque creo en lo que hago.
Ella dio un paso más cerca, bajando la voz.
—Solo ten cuidado, Corín. No todos están listos para las miradas que vienen con el éxito. Algunos terminan siendo aplastados.
No respondí.
Porque, aunque su advertencia sonaba a amenaza, también sentía que era un reflejo de sus propios miedos.
Cuando Noah apareció, la tensión se disolvió en un instante.
—¿Todo bien aquí? —preguntó, mirando a ambas.
Marla forzó una sonrisa y se alejó rápidamente.
Noah me miró y dijo:
—No dejes que eso te afecte. Lo que hiciste fue brillante. Y yo estoy aquí para apoyarte.
Sentí una fuerza nueva en mí. No era solo el reconocimiento profesional, sino saber que no estaba sola en esta lucha.