El milagro hecho realidad
“Tres pequeñas luces”
La noche llegó cargada de nervios y emoción.
Corín y yo nos dirigimos al hospital, el equipo médico listo para recibir a nuestras pequeñas.
Las horas se hicieron eternas, pero finalmente, entre lágrimas y suspiros, llegaron ellas: tres niñas perfectas, con llantos llenos de vida.
Cuando me las pusieron en brazos por primera vez, sentí una mezcla indescriptible de amor y asombro.
Tres pequeñas vidas que dependían de nosotros, tres razones para ser mejores cada día.
Pero, en ese instante, también sentí un instinto protector que nunca había conocido.
Miré a Corín y le dije con voz firme:
—Nadie va a hacerles daño. No permitiré que ningún hombre se acerque a ellas sin que yo lo sepa.
Ella me sonrió, entendiendo ese amor intenso que me consumía.
—Lo sé, Noah. Pero recuerda que también necesitan cariño y confianza para crecer fuertes y felices.
Asentí, sabiendo que ese equilibrio sería el reto más grande de mi vida.
Mientras observaba a nuestras hijas, sentí que el amor que nos unía se multiplicaba por tres, y que juntos formaríamos un hogar lleno de protección, ternura y sueños compartidos.
Este era solo el comienzo de una historia que ahora tenía el doble de risas, llantos y esperanza.