Corín
Renacer en mi propia historia
“La mujer que ya no teme mirarse”
Han pasado diez años desde que Noah y yo decidimos caminar de la mano, no solo como pareja, sino como familia.
Nuestras trillizas ya tienen 10 años y son todo lo que alguna vez soñé que una niña podría ser: libres, fuertes, valientes. Y nuestro hijo menor, un pequeño de 5 años con la misma mirada protectora de su padre, ha traído aún más luz a nuestro hogar.
Pero este epílogo no es solo sobre ellos. Es sobre mí.
Sobre Corín, la mujer que alguna vez creyó que no merecía amor, ni respeto, ni siquiera existir. La que fue rechazada por su familia por no encajar en los moldes, la que lloró en silencio por sentirse invisible, por pensar que era “poca cosa”.
Hoy, esa versión rota de mí sigue viviendo en algún rincón, pero ya no domina mi historia.
Porque la sané.
La abracé.
Le demostré que no tenía que encajar en ningún molde, porque yo soy mi propio molde.
Aprendí a amarme, a respetarme, a perdonarme por haber creído tantas veces que no valía.
Y sí, a perdonar también a quienes me dañaron, sin justificar lo que hicieron, pero soltando el peso de su crueldad para no cargarlo más.
Con Noah a mi lado, aprendí lo que es un amor sano.
Con mis hijos, entendí lo que es ser raíz.
Y conmigo misma, descubrí que la aceptación no llega cuando el mundo te aprueba, sino cuando tú te miras con compasión y orgullo.
Hoy, vivo en paz.
Mi cuerpo, mi historia, mis cicatrices… todas son parte de mí.
No soy perfecta, y no quiero serlo.
Soy real. Soy completa. Soy suficiente.
Y si algún día mis hijas dudan de su valor, les contaré esta historia:
La de una mujer que tocó fondo, pero eligió levantarse.
La de una madre que transformó el dolor en amor.
La de Corín, la mujer que jamás pensó en conocer el amor…
hasta que aprendió a amarse a sí misma.