Amarrada al Árabe

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DAFNE

 

A veces cuando caemos en la rutina, salir de ella nos resulta difícil, los días se hacen igual a cualquier otro, no hay domingo ni días de la semana que nos parezca diferente a como muchos solemos decir; Es domingo y aburrido.

¡No! Mi vida no resultaba difícil, los días eran una rutina que debía seguir al pie de la letra, no podía bajar los brazos y contemplar todo con igualdad, cuando sabía que no lo era. No podía dejar de ver todo lo que sucedía y de mis labios no salían nada.

¿Debía callar por siempre? Tal vez sí, una esposa debía hacer eso, una esposa debía velar por su marido, acompañarlo solo cuando el lo ordenara, si él decía camina, yo debía hacerlo. Podía sentir mi cuerpo reaccionar a algo que no quería. No quería ser una esclava sexual ni mucho menos una mujer que sirviera a un hombre que no hacía más que decir; “Fuiste una garantía”

¿Fui una garantía? Si, lo fui. Un mal negocio lleva a medidas desesperadas, y eso fue lo que me sucedió. El peso en oro hubiera valido mucho más. Eso sí, mi peso no llenaría una balanza más que la igualdad de una pluma, no es que me quejara de tener un peso por debajo de lo que debería tener una mujer como yo. A veces me saltaban las inseguridades, quería creer que a todas las mujeres le sucedía lo mismo, que a veces sentíamos un dolor incomparable, el cual nadie entendería más que nosotras mismas. Sufríamos la pérdida de un hijo, sufríamos los maltratos de los hombres, los desprecios de los hijos, a veces somos las consecuencias de un mal trato. Como yo lo estaba siendo en este momento.

Mamá siempre me dijo que debía ser una niña obediente, debía obedecer al hombre de la casa, ya que el seria mi futuro y mi presente, yo quería que fuera mi pasado.

Había cosas que no se podían cambiar, tal vez era tener que sacrificar algo para tu familia, ¿Lo harías? Yo lo hice, y sufrí una perdida; me perdí a mi misma, cayendo en un abismo sin fondo.

¿Por qué debía ser obediente hacia un hombre? Tal vez el me daría todo lo que quisiera, podría hacer todo, pero ¿Qué debía darle yo a cambio? Nunca quería deber, un matrimonio no era de mi agrado, aun cuando amaba a otra persona.

¿Por qué no nos conformábamos con lo que teníamos y con lo que perdíamos? No lo sé, el ser humano es difícil de entender, como yo.

Cuando pasaron tantas cosas, me sentía como tener el síndrome de Estocolmo, me había enamorado de mi secuestrador, era de locos. De lo que siempre me había prometido estar lejos, de los hombres que más detestaba en el mundo, justamente uno de ellos había sido mi esposo. No seguiría ordenes, eso estaba más que claro, odiaba las reglas y seguirlas al pie de la letra, tenía más que suficiente en mi infancia, había creído que convertirme en adulta, me libraría de mis padres, que equivocada estaba, a tan solo milímetros de ver la luz de la libertad e independizarme, la desgracia había tocado mi puerta, dándome una bofetada de la realidad que me esperaba y de lo que debía hacer por mis hermanas.

¿Por qué debía ser la mayor? Era parte de la naturaleza, cuatro hermanas, ningún hombre; solo yo era la responsable.

—No quiero esto para mi futuro —susurre. Observando por la ventana de la inmensa mansión.

No, claro que no. Deseaba mi libertad, deseaba volver a mi pequeña casa y creer que nada de esto estaba sucediendo. No quería estar amarrada al árabe egocéntrico que era mi esposo.

 

Había tantas cosas que quería, y nada podía obtenerlo, por ejemplo: el amor de mi mejor amigo de la infancia, Qué loco, ¿no? Siempre me daba temor decirle mis sentimientos por él, ¿Qué hacia la diferencia ahora? Estaba casada y no podía ver a otro hombre que no fuera el árabe despiadado, que según él; tuve suerte de casarme con el y no con otro. ¿Dónde estaba la suerte? Yo creo que día a día me abandonaba más y más.

Pero la pregunta aquí es; ¿Cómo fue que estuve en esto? ¿Cómo llegue a contraer matrimonio con una persona que no quería?




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