Amarrada al Árabe

3

(…)

 

Una semana después, Dafne y Keren salieron del registro con el acta de matrimonio en mano.

—Te deseo todo lo mejor del mundo, Dafne –dijo Wilson, abrazándola. Dafne solo quería llorar y decirle que nada de aquello era verdadero —. No voy a negar que me enfade cuando me entere por mis padres, esperaba que me lo dijeras antes y pudieras saber mi respuesta.

—Me enamore de él, Keren es un buen hombre y no perdimos nuestro tiempo para casarnos –mintió, sonrió con tristeza, al igual que Wilson.

—Perdóname, Dafne, por no estar allí cuando me necesitabas. Seguramente necesitabas a un amigo para hablar de lo que sentías, siento que cuando tú me necesitas, pocas veces estoy a tu lado, todo lo contrario de ti ¿De verdad lo amas?

—Si –volvió a mentir. Odiaba mentirle a Wilson, pero ella sabía que su padre no quería que nadie se enterara que la empresa había caído en manos de los Azzar. —Debemos volar a Arabia para conocer a la familia de Keren, pero no te preocupes, pronto volveré.

—Dafne –la llamo Emir, acercándose a ella, y alejándola de Wilson, con una disculpa —. Ahora estás casada, querida cuñada. Y déjame decirte que mi gran hermano no le parece de buen ver que estas abrazada con otro hombre frente a él. El es un hombre de autoridad que sigue las ordenes y lo que cumple, y tu como su esposa, ya debes saber que a le no le gusta ver lo que es suyo con otra persona, y tu ahora eres su esposa.

 

Dafne miro sobre su hombro, y efectivamente, Keren tenía su vista sobre ellos.

—No estaba haciendo nada malo. Él es mi mejor amigo, solo me despedía, debes entender que aquí la amistad de un hombre con una mujer no es pecado.

—Una mujer árabe no tiene mejores amigos en arabia, y es mejor que no te acerques tanto a él, si no quieres que mi hermano se enoje más de lo que ya está. Debes olvidarte que tienes un amigo. Estoy al tanto de lo que sucede con tu familia, y una pizca de enfado pro su parte, tu familia será la que pague tus platos rotos.

 

Dafne expiro hondo y abatida acepto, caminando hasta su marido.

—¿Terminaste tu juego? –preguntó en tono serio.

—¿Qué juego? No estuve jugando a nada, más que jugar a la novia enamorada.

—¿Qué pretendes, Dafne? –mascullo entre dientes, posando para las fotos de los periódicos —¿Ponerme celoso?

—No pretendo nada, sin cuestionamientos –le recordó, enojada. Fingiendo una sonrisa frente a las cámaras. —Si tu crees que por ser hombre vas a mandarme y decirme lo que debo y no debo hacer, estas equivocado, no soy tu marioneta.

 

 




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