Amarrada al Árabe

7

Al ingresar a la habitación, esta se encontraba toda iluminada, las paredes de color blanco y cortinas grises hacían juego con la habitación elegante. Dafne miró la inmensa cama matrimonial que pronto compartiría con Keren. ¿Qué era aquello? ¿El destino le jugaba en contra a todo lo que pedía?

—Me iré a duchar, deberías hacer lo mismo. –argumentó  Keren, desabrochándose el saco. Dafne miró sonrojada como Keren se desnuda frente a ella sin pudor.

—Ya lo he hecho por si no te diste cuenta.

—Haz lo que quieras entonces, pero no intentes salir de la habitación porque no llegaras muy lejos.

—No lo había pensado –respondió con sarcasmo. Keren rodo los ojos y se metió bajo la ducha.

Dafne nunca había ingresado a una habitación tan costosa como aquella, pero lo más sorprendente era que la ducha solo era cubierta con un cubículo de vidrio dentro de la habitación, y eso le preocupaba aún más. No podría bañarse mientras Keren estuviera dentro de aquella habitación junto a ella. Con disimulo, sus ojos fueron al desnudo cuerpo de su esposo mientras se bañaba, quería reír como tonta al ver las nalgas desnudas pero algo si sabía; su curiosidad estaba en la delantera del hombre. No era como si no supiera  lo que cargaba un hombre, pero verlo de tan cerca era un paso más para su capacidad de enseñanza que nunca había visto uno, más que solo en clases de anatomía.

¿Qué tan extraordinario podría ser? Había escuchado por parte de sus amigas lo doloroso que era la primera vez, como la molestia que podía sentir por días. ¿Lo soportaría? No lo sabía, ni tampoco estaba dispuesta a intentar saberlo.

Aparto la mirada y caminó hasta el balcón, instintivamente envolvió sus brazos con sus manos y miró la ciudad, pensativa.

La vida de Dafne no había sido tan fácil como muchos podían imaginarla, ser hija de un rico empresario tenía sus beneficios, pero para ella, aquellos beneficios solo hacían que el mundo la juzgara. Dafne pensó que podía siempre mirar y hacer lo que quisiera, y que esa situación solo era un mal sueño que estaba viviendo, pero en su mente, el rostro de Wilson volvió a aparecer ¿Cómo podía estar segura de que el amor de su vida era él? Tal vez era porque había crecido con él, porque era el único hombre que había tenido contacto, ya que desde pequeña sus padres la habían ingresado a una escuela católica para luego ingresarla a la alta sociedad a sus quince años. Entonces recordó las palabras de Wilson; Me parece antireal prometer amor eterno a una mujer, me gusta estar con todas. ¿Te imaginas casarme con alguien y mi situación económica este vulnerable? ¡No me lo permitiría nunca!

Tal vez era por eso que nunca había pensado pedirle que se casara con ella para ayudar a su familia, ni mucho menos confesarle sus sentimientos. Aun podía sentir el calor en sus mejillas al imaginarse ser rechazada.

Dafne se puso tensa al oír la puerta corrediza de cristal ser abierta. Keren había salido de la ducha envuelto en una bata blanca, al verla en el balcón, camino hasta ella y se depositó atrás.

—¿Te gusta la vista?

—Me parece normal, nada extravagante.

—Ven, entra. Podrías enfermarte.

A Dafne se le encogió el estómago al pensar que debía acostarse en la misma cama que un hombre desconocido. El miedo ya no la abandonaba en ese momento, o tal eran los nervios al pensar estar con él. Expiro por última vez el frio aire y entro a la habitación, después de cerrar  la puerta corrediza.

—¿Qué te sucede? ¿Acaso desea mi esposa más alcohol del que ingirió ya? –cuestionó  con ironía, tomando un vaso de agua

—Si lo deseara, ya lo hubiera pedido. No necesito pedirte permiso.

 

Keren camino hasta estar  detrás de ella.

—¿Por qué crees que no debes? Puedes creerte libre aquí, pero no en Arabia.

—Entonces prefiero ser libre aquí –a ese punto, Dafne había comenzado a sudar en frio. Las palmas de Keren se posaron en sus hombros y fueron bajando con lentitud hasta sus manos para luego entrelazarlas.

—Debes saber que cuando yo lo diga, tú estarás disponible para mí. –susurró  cerca de su oído, pasando la lengua detrás de su lóbulo, el cuerpo de Dafne tembló al sentir aquella caricia, las manos de Keren dejaron las de su esposa y tomo su cintura para que luego lentamente ir subiendo hasta llegar a las curvas de sus pechos. Las piernas de la fémina temblaron al sentir las caricias descaradas de Keren en sus pechos, provocando que ambos se pusieran duros por la excitación ante aquellas caricias que recién comenzabas.

—No importa cuanto lo niegues, Habibi (Mi amor) tu cuerpo reaccionara a mis caricias, las caricias que deberá acostumbrarse a sentir porque serán las únicas que obtendrás. –Keren con su otra mano tomo de un lado su mandíbula e hizo que girara la cabeza hacia un costado, provocando que ambos labios estuvieran a milímetro. —Abre los ojos, quiero verte y que me veas cuando te haga sentir mujer.

Sin esperarlo, Keren se adueñó de sus labios en un efusivo beso apasionado. Dafne con la misma pasión le correspondió, tomando su rostro con ambas manos.

¿Qué le sucedía? Dictaminó  la fémina, presa de la excitación ante aquellas caricias que nunca nadie le había propinado.

—Keren…

—Dime, Habibi. –ronroneo, besando su cuello. Dafne gimió.

—Me siento mareada. —Keren sonrió y bajo su mano a su vagina.

—Aun no te he hecho todo lo que tenía planeado hacerte, Habibi —Dafne sonrió por última vez antes de caer desmayada en los brazos de Keren. Este de inmediato retiro su mano y la llevo en brazos a la cama.

—¡Alqarf! (Mierda) –Keren palmeo su mejilla pálida, luego miró hacia la puerta y grito —¡Necesito un médico!

 

El jefe de guardia al escuchar el grito del empresario, de inmediato entro y entendió lo que sucedía.

—Pediré a recepción un médico rápido –anuncio, saliendo de la habitación.




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