Amarrada al Árabe

11

Dafne respiro con alivio al ver que Keren se tardaba más de lo normal en regresar después de salir de la ducha. Sabía que en algún momento debería  llegar, pero esperaba que ese momento fuera tan largo como sus ganas de llorar. Por la ventana se podía ver la luna llena y el cielo nocturno, Dafne no apreciaba la belleza de la noche, en cada minuto que pasaba, su cuerpo se estremecía.

Tenía la piel sudorosa, y muy fría, sabía que en cualquier momento tendría un ataque de pánico y como muchas veces se desmayaría. Quería pensar que eran por los nervios que la calcomaneaban y el calor infernal de la habitación. Aquella época del año eran las más calurosas del Reino Unido. Tomó la bata blanca de algodón con las manos temblorosas, salió de la cama y camino hasta la ducha, no sin antes abrir el ventanal de par en par para que ingresara algo de aire.  Hizo una mueca—sus sientes palpitaban del dolor de cabeza que tenía en el momento, se negaba a continuar con aquella farsa, sabía que había perdido su dignidad como mujer al venderse por una noche, pero recordó que solo era una noche, un himen que sería destruido por cualquier hombre y no por el hombre que amaba, pero eso no era lo más importante para ella. Sostenía la idea que Keren no firmaría nada, lo pudo intuir cuando salió de la habitación sin dirigirle una palabra.

 

¿Cómo podía esperar que Keren lo hiciera? Keren no haría nada, y eso lo tenía jurado.

 

Se despojó de su bata y dejo su cuerpo bajo el agua con presión, dejando que  cada gota de lluvia se mezclara con las lágrimas de sus ojos. No era fácil, nada le resultaba fácil en ese momento. No podía llorar, arrepentirse y volver como si nada hubiera pasado, entonces ¿Porque hacia todo aquello?  Sabía que nada saldría bien de aquello. Todo pasaba por un motivo y ella había encontrado el suyo.

 

Sin embargo, cada parte de ella se sentía asustada, nerviosa y a la vez enfadada al saber cómo su padre la había utilizado como una garantía que podía tener a cualquier hora y momento. Al salir de la ducha, Dafne respingo del susto al ver a Keren parado de brazos cruzados en la puerta viéndola a ella. Dafne rápidamente tomo la bata y se la coloco sin secar su cabello que había comenzado a gotear por donde caminara.

 

—¿Por qué te alejas? ¿Crees que ahora puedes rechazarme?

—No me utilizaras  para tu antojo. –declaro la rubia, sin saber muy bien lo que quería decir, pero de algo si sabía; su rechazo lo estaba haciendo enfurecer y temía que algo le sucediera.

—Me parece una ofensa que ahora digas eso, te recuerdo que me vendiste tu cuerpo y aun eres mi esposa.

 

Aun eres mi esposa. Aquella palabra se grabó en su mente, algo dentro de esa palabra le declaraba que él nunca firmaría el acta de divorcio.

—Ya me lo imagine –bramo, impotente —Tu puedes tener lo que quieras, autos, mansiones, mujeres, de todo. ¿Para ti eso es una ofensa? Porque para mí una ofensa fue lo que tuve que hacer para que me dejes libre. No sabes lo que siento.

 

A grandes zancadas, Keren llego hasta ella y con brusquedad tomo su muñeca, provocando un gemido de dolor por parte de ella.

 

—No me importa tus sentimientos, eres mi esposa, lo que me vendiste ya no te pertenece por lo que no me lo niegues cuando yo quiera acostarme contigo. —declaro con acidez en cada palabra, haciéndola sentir aún más miserable.

—Ten cuidado con tus palabras, no estás en tu país para declararme tu esclava sexual.

—Tu ten cuidado, aun no puedo crecer que mi esposa me haya pedido dinero para acostarme con ella, ¿Te crees una prepaga? Te estoy tratando como tal.

 

Dafne tembló, él era un millonario del desierto, un hombre que había crecido con la idea que la mujer debía respetar al hombre y nunca desobedecerlo, pero ella tenía razón. Sus leyes masculinas debía guardárselas para cuando llegara a Arabia, de lo contrario, podía recibir grandes cargos.

—No fue así como lo vi en nuestro matrimonio.

—¿A no? entonces cómo fue? Porque yo así lo vi. —Se burló—¿Acaso me ofreciste tu cuerpo sin dinero de por medio? ¿Trataste de acercarte a mi sin utilizar mi dinero? Solo te vendiste como lo que eres.

 

Dafne abofeteo su mejilla, al momento que su cuerpo se estremecía ante el desprecio de Keren con cada palabra. Pero también entendió algo al tenerlo tan cerca, Keren esta ebrio y aunque estuviera en su estado, no era razón para ser tratada de esa forma.

—¡No me vuelvas hablar así! –Dafne se liberó de su agarre y se acercó a la cama con lágrimas en sus ojos. —¿Acaso no te das cuenta de cómo me siento? ¿Alguien tomo en cuenta mis sentimientos? ¡No! nadie me miro y vio mi sufrimiento.

—Todo lo que veo, es a mi esposa que busca desafiarme, te dije que no me importan sus sentimientos o lo que dejes de sentir..

—Todo lo que ves es a una muñeca de tramo, un objeto que es utilizado por su padre y ahora esposo.

—¿Tu consideras mis sentimientos? –pregunto con una ceja elevada.

 

Dafne rio con sarcasmo.

—Tú no tienes sentimientos, eres un ser tan despreciable que cualquier mujer buscaría alejarse de ti con solo verte, piensas que tu dinero es algo bueno que cautiva a todos y tal vez así sea. Pero yo solo veo a un hombre infeliz que busca hacer mal a una mujer.

 

Keren quedo en silencio después de escuchar sus palabras, sabía que había herido sus sentimientos pero para un hombre como el, escuchar a su esposa venderse para acostarse con ella, lo hacían sentir hirientes y enfadados, creyendo que todo era insuficiente para que la mujer no solo viera por su apariencia.

 

—Mañana tendrás el divorcio y el dinero, luego tu podrás decidir qué hacer. Puedes quedarte con el anillo y venderlo si quieres. Pero también yo tengo una condición.

—Cual.

—No quiero hijos, fue tu primera vez pero nadie me asegura que no quedes embarazada. Un hijo te mantendría aferrada a mí, y yo no quiero niño.




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