Amarrada al Árabe

26

A la mañana siguiente, Dafne despertó con el lugar que recordaba Keren acostarse, vacío. Su ceño se frunció al palmear el lugar y sentirlo frio, dejándole saber qué hacía tiempo se había ido.

 

Aunque sintió algo extraño dentro de ella al pensar que nuevamente fue utilizada, salió de la cama y camino hacia el baño, sus mejillas se calentaron al fijar su vista en la ducha. Toda la mansión seguro que escucho tus gemidos.

A esas alturas ya no podía hacer nada, solo adentrarse a la ducha y darse un baño. Gimió de dolor al estar bajo la ducha, quería pensar que era todo su cuerpo el adolorido, pero era de ingenua no pensar que solo le dolía su trasero, instintivamente llevo una mano hacia atrás, palmeando sus nalgas con suavidad.

—Esto no puede ser —susurró, cerrando el grifo del agua y colocándose una de las batas que había en el cuarto de baño.

 

Camino con lentitud hasta el espejo de cuerpo completo y abrió más la prenda, algo había cambiado en ella, podía sentirlo. Aparte de solo sentir su cabello pajoso y su piel seca, el brillo de sus ojos era algo nuevo. No quería albergar sentimientos por el árabe, ese tipo de sentimientos no lo quería en ella, solo quería pensar que albergaba dolor, tristeza, enojo y nada más, que solo estar con el era algo de placer carnal, que no le empezaba a gustar su toque ni que su piel reaccionara tan frágil cuando estaba él. No quería sentir aquello, quería creer que se había entregado solo por placer; pero no, solo se engañaba con su reflejo. No sentía tristeza por estar lejos de casa, no sentía enfado por sentirse secuestrada, ni mucho menos dolor. Nada de eso sentía en ese momento, y es que ya era tarde para pensar en mas sentimientos, Keren sabia cada punto que tocaba y cada palabra que decía, su cuerpo había reaccionado de una manera tan placentera que podría caer hasta el mismo abismo de pasión con aquel árabe. Keren se había impregnado en su piel y en su mente, sus palabras se hicieron realidad.

Estas cuatro paredes te volverán tan loca que solo podrás recordar un nombre; Keren.

Y así fue, solo recordaba en su toque, en su mirada tan penetrante, en su dominación.

—No puedo sentir esto, esto esta mal, Dafne. El te secuestro.

 

Toco con suavidad la curva de sus pechos, sintiéndolos aun duros. Una figura masculina en el reflejo del espejo hizo que de inmediato cerrara su albornoz y se volteara a verlo.

—Me gusta ver que te tocas frente a tu reflejo, habibi—murmuró, caminando hasta ella, tomando un mechón de cabello y colocándolo detrás de su oreja.

—No me estaba tocando —tus mejillas se tiñeron de rosa ante su mentira —. ¿Dónde estabas?

—No trates de cambiarme el tema, habibi. Te estabas tocando ye so lo pude observar —Keren bajo hasta su altura y rozo su boca con el lóbulo de su oreja —. Debo admitir que me hubiese gustado ser yo quien te toque, quien te haga ver tu reflejo desalineado por el placer.

—Keren…no sigas, por favor —suplico, dejándose deleitar por las caricias que le brindaba el pulgar de la mano del árabe sobre su pezón.

—No vuelvas a tocarte frente al espejo sin que yo esté presente —autorizo, apartándose de ella y observándola a los ojos.

—No necesito autorización para hacerlo —lo desafío. Keren torció la comisura de sus labios y se incorporó, hasta estar más alto que ella.

—Oh, Habibi, no juegues a eso conmigo, porque sabes que perderás tanto o mas que yo. —Keren hizo una pausa —. Vístete, te llevare a Riad.

—¿A dónde?

—A Riad, es la ciudad mas cercana, ahora tu eres la señora de la mansión y…

—¿La señora de la mansión? ¿Y quien es la mujer con la que sale Emir de la mansión?

—Su esposa, Cala.

—Entonces no soy la señora de la casa, porque tienen dos niñas y ellos están casados primero que nosotros, no puedo robarme el lugar de otra persona—articulo, apartándose de el y caminando hasta dentro de la habitación.

 

Siendo seguida por Keren.

—No puedes robar algo que no fue de nadie mas que la difunta señora de esta casa. Porque Emir se haya casado primero, eso no quiere decir que su esposa sea la señora; yo soy mayor y tu eres la señora de este lugar.

—No lo soy, su esposa lo es. Quien se casa primero, la esposa es la cabeza de las decisiones. —Reprocho, encaminándose hasta el closet y sacando uno de los tantos caftanes que Keren había enviado para ella.

—No lo es. Adoro a Cala, pero ella no ocupa el lugar de mi esposa, eso debes saberlo. Soy el mayor de los tres.

—¿De los tres? ¿Hay otro hombre? Si Emir no se quedo corto con su belleza…—Dafne dejo de hablar al saber en lo que estaba diciendo, sus mejillas comenzaron a teñirse nuevamente de rosa, sus pensamientos la habían traicionado, al punto de dejar al aire lo que pensaba de Emir.

El agarre en su brazo hizo que dejara caer el caftán y se diera vuelta, el semblante tan serio y su ceño arrugado le hizo saber que estaba enfadada.

—¿Belleza? Hablas de la belleza de mi hermano frente de mí, ¿Crees que eso me agrada, Dafne? Escúchame bien, porque no volveré a repetirlo. —mascullo, apretando sus dientes y acercándola a el—. No vuelvas a nombras a otro nombre frente de mí, ni siquiera si ese hombre es mi hermano, para adularlo.

—No es necesario que siempre que me digas algo, me agarres con fuerza—dijo, bajando la mirada a su apretado agarre—. Suéltame, porque me lastimas.

—Y tu lo haces siempre, Dafne—exclamo, soltándola con brusquedad y saliendo de la habitación, dando un portazo.

 

Dafne se quedo mirando la puerta de caoba.

—Y aun así me gustas, maldito —susurró, recogiendo el caftán del suelo.

 

(…)

 

Dafne observo todo con atención, cada edificio era aun mejor que el otro, todo le resultaba interesante, pareciendo una niña ante los ojos de Keren, quien no había despegado la vista desde que llegaron a Riad. El auto freno frente al inmenso rascacielos.




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