Amarrada al Árabe

29

Dafne noto los músculos tensos de Keren a su lado.

—Padre. No tenía idea que llegaría hoy —dirigió, acercándose a su padre y hermana, seguido de Dafne.

—Yo tampoco, pero cuando Jara me informo del espectáculo que dio tu esposa en la junta de socios, decidí volver. —Keren miró a Jara, quien se mantenía serena, sin molestarse a temer la mirada de reclamo de su hermano mayor.

—Padre…

—Veo que mi hijo no sabe controlar a su esposa, ni mucho menos poner en su lugar a quien quiere meterse y jugar al papel de amante, ¿No es así?

—Si —se obtuvo a responder.

—Te eduque para que fueras un hombre que impone las ordenes y no que las obedezca y se compadece de otros. ¡¿Por qué dejas que una simple mujer te haga ver como un inútil?! —rugió lo último, dejando de utilizar su mascara de hombre tranquilo.

—Ya esta todo resuelto.

—Resuelto quedo en el momento que supe la verdad, de lo contrario. Todos hablarían de Keren Azzar y su indomable esposa que coquetea frente a todo un grupo de personas, con un hombre que no es su esposo.

—¿Ya puedes tranquilizarte? Dije que todo esta resuelto —Alego, callando a su padre.

 

Dafne solo se dedico a observar en silencio, no entendía de que hablaban, pero podía jurar que estaban teniendo una discusión, por la forma en que el señor Azzar hablaba y levantaba la voz.

 

—¿Dónde esta la solución? ¿Ese hombre perdió algo? ¿Esta muerto? Suficiente tuve con Emir y su comportamiento rebelde, como para saber que elegiste a una mujer indomable que solo provocara que nuestra familia este en ridículo. —Manifestó, Rehyan, enfadado. —No dejare pasar este acto por largo, te divorciaras de ella, su padre para lo que debe y…

—Ella esta embarazada —se apresuro a decir, sin importarle las consecuencias, Jara, quien se mantenía tranquila, tosió el líquido que tenía en sus labios, acalorando su bello rostro—. Espera a tu futuro nieto, no le puedo hacer nada y tu tampoco.

—¿Mi nieto? ¿Quién me asegura que solo lo dices para no abandonarla en el desierto y condenarla por adultera? —pronuncio, con cautela.

 

Eso él ya lo sabía, sabía que su padre seguía las leyes antiguas y que aun en algunos lugares de Arabia lo hacían. Lo supo desde el momento que supo que ella estaba embarazada y no tomo en cuenta que podía ser de él, nunca había pensado que su astuta esposa lo había engañado y mintió con cuidarse. Todo lo tenia claro desde el comienzo, ella podía ser condenada por adultera, y por más enfadado que el estuviera con ella, no podía matarla, era su esposa, la mujer que amaba y aunque le dolía saber que quería a otro hombre y tendría un hijo de otro, nunca le había pasado por la mente, matarla.

—No miento, de hecho; acabamos de venir del hospital de Riad, puedes pedir una copia de su ingreso y veras que no miento. —Aseguro, tomando la mano de Dafne y apretarla.

 

Rehyan entrecerró sus ojos y los observo a ambos.

—Debes enseñarle árabe a tu esposa, si ella tendrá a mi nieto por nueve meses, ese tiempo tendrá para aprender la lengua y no parecer una tonta frente a los demás, como ahora —señalo, apuntándola. Keren siguió su mirada y una pequeña sonrisa se estiró en sus labios al verla fruncir el entrecejo, sin comprender las palabras, y aun mas al ver a los hermanos observarla.

—Lo hare, no debes preocuparte por ello. Ahora, si no te importa, debo subir a mi habitación. —expreso, Keren, levándose, al momento que estiraba su mano para Dafne, esta sin dudarlo la acepto y ambos subieron.

 

(…)

 

Keren recargado sobre el muro de la pared, contemplo con una mirada distante a un extremo de la habitación a su esposa, la cual dormía, después de llegar de un agotado viaje de Riad y presenciar la discusión acalorada de padre e hijo, había decidido no hablar y solo descansar, ajena a todo el trabajo mental que estaba sufriendo su marido. El estaba en silencio, aunque quisiera despertarla y decirle algo, discutir, preguntarle, pero el temor de lo que saliera de su boca lo mantenía en silencio.

Aun no creía que toda aquella situación fuera real, una batalla mental se desataba en él, podía dejarla, pero si lo hacía; estaría dándole la razón a su padre, el cual podía hacer cualquier cosa por mantener su familia en un trono de dignidad y sin manchas de adulterio. No podía hacerlo, no podía dejarla en manos de su padre y ser juzgada. Y si era honesto con el mismo, parecía una pesadilla mezclándose en su sueño. No esperaba que ella quedara embarazada, le juro que se había cuidado con la medida necesaria para no quedar embarazada. Ella dijo ser virgen y el mismo había seguido sus pasos, pero nadie le podía afirmar las veces que Wilson entraba a la casa, ¿Acaso ella le…? ¡No! No debía ir por ese hilo de pensamientos, solo hacia que se llenara de dudas y desconfianza.

 

Sabia que debía enfrentarla, pero tampoco quería que ella se ofendiera con alguna palabra mal dicha, ¿Y si de verdad era de el y el solo dudaba de ella? Ella terminaría dolida y tal vez traicionada de aquel hombre que había cometido todo tipo de pecado con su cuerpo, el hombre que tenia el poder de tenerla en su mano y si quisiera, destruirla en el acto.

Solo habían pasado tres meses de su casamiento y ya debía lidiar con aquellos problemas, comenzó a caminar por la habitación, queriendo liberarse un poco de toda la energía nerviosa que abarcaba su cuerpo. Ella era la mujer que amaba, la mujer por la que hizo tanto, los resultados de una prueba de embarazo no debían hacerlo cuestionar tanto, pudo haberse roto el condón, pudo fallar la pastilla, pudo suceder cualquier cosa, no necesariamente ella tuvo que serle infiel, pero eso no lo perturbaba, el hecho que Dafne le haya mentido había sido una apuñalada peor que cualquier cosa.

Pero su primera reacción fue saltar hacia esa dirección; pensar que lo había engañado. ¿No la amaba lo suficiente que a la primer sorpresa o dificultad quería tirar la toalla? ¿Tan poco hombre es que no podía enfrentar a su esposa y resolver sus dudas como un adulto normal? Allah, se sentía un cobarde.




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