Ese día no estaba de humor para estupideces. Al entrar al salón, tomé el abrigo de Vanessa de su asiento y me lo puse sin pensarlo demasiado. El profesor ya estaba allí, así que no hubo tiempo para más.
Durante la clase, Vanessa me miró con evidente preocupación. Yo intenté sonreírle en más de una ocasión, pero se notaba que mi gesto era forzado.
— ¿Cómo terminó todo? —me preguntó en cuanto terminó la clase, acercándose apresuradamente.
—Extraño…
—¿Extraño?
—Sí, como si nada hubiera pasado.
—¿Hablas en serio?
Asentí y traté de sonreírle de nuevo, aunque el resultado fue igual de fingido.
—Si es así… entonces, ¿por qué esa cara?
—No lo sé. Creo que estoy confundida. Esperaba mucho más drama con todo esto.
Vanessa se acercó y me rodeó con un abrazo de costado. Instintivamente, intenté quitarme su abrigo para devolvérselo, pero ella se negó a recibirlo.
—Tenlo tú. No quiero que ese bastardo siga mirándote así
Avanzo y se perdió entre la multitud. Ahora debía ver Filosofía. ¡Ahora sí que iba a dormirme! Entre al salón y uno de los chicos tenía un lugar para mí. Tome asiento y mientras sacaba mis libros él se acerco
—Tara… y… ¿ya sabes con quién irás al baile?
Me quedé pensativa por un momento, y finalmente, una sonrisa genuina apareció en mi rostro.
—Si.
— ¿Y se puede saber con quién irás?
—Es una sorpresa.
Me giré, arranqué una hoja de mi cuaderno y escribí:
"¿Quieres venir al baile de graduación conmigo?"
Doblé el papel por la mitad y lo pasó disimuladamente hasta que llegó a Vanessa. Ella lo tomó, me miró y sonó. Podría reconocer mi letra así pasaran años.
—No sé… Si vas a ir a recogerme a mi casa y dejarás que mis padres nos tomen millones de fotos, lo pensaría.
Quise mirarla con fingido enfado, pero no pude. Terminé soltando una carcajada en medio de la clase.
—¡Señorita Savelo! ¿Podría compartir el chiste con el resto de la clase a ver si nos reímos con usted? —la voz de la profesora me hizo estremecer.
—Lo lamento, profesora.
Ella suspiro y volví a dar la espalda mientras continuaba escribiendo en el pizarrón. Vanessa me miró de nuevo, y ambas sonreímos cómplices.
Mordió su labio inferior y ascendió. Era un sí.
Durante el resto de la clase, no pudimos evitar seguir mirándonos y sonriendo de vez en cuando. Zoe y Ella también nos observaban, sonriendo de manera sospechosa, aun sin entender del todo lo que ocurría. Ambas creían conocernos… o al menos, eso pensaban.
Sentí un toque en mi hombro. Volteé mientras escribía, encontrándome con una hoja nueva y, tras ella, a Zoe con una sonrisa traviesa.
—¿Quién es la víctima?
No pude evitar soltar otra carcajada, esta vez más baja.
—¡Nadie!
Zoe frunció el ceño, arrugó la hoja y la arrojó al suelo con teatralidad.
Me quedé dormida sin remordimientosDespués de luchar contra el sueño durante toda la clase, llegó el turno de Álgebra… y ahí sí que me rendí. Me quedé dormida sin remedio.
—¡Despierta! —susurró Vanessa en mi oído.