Amarte a ti

Casualidad 2: Su nombre

Todos somos seres solitarios, incomprendidos, hay una lucha constante por vivir entendiendo eso. Puedes pensar que no es cierto o que al menos tu no te sientes así, pero esta es una verdad, tu esencia genuina nunca será conocida por nadie más que tú.

Tal vez por eso la idea de la existencia de un alma gemela nos resulta tan atrayente. La esperanza de que realmente habite alguien en este mundo que pueda ver a través de nuestras mascaras

Honestamente yo jamás pensé en esa posibilidad, de que el universo creará una alma para que me buscará, me parecía ridículo.

Según mi opinión las parejas solo quedaban unidos por los hijos, el dinero, las deudas, la comodidad o el miedo a la soledad. La mayoría vivan insatisfechos, ocultando su deseo de encontrar un amor que realmente los alumbre.

Y pese a estas creencias, hay estaba rondando aquel puente donde me encontré con aquella peculiar chica de extraños pensamientos.

Era nuevamente un domingo y ya llevaba varias vueltas a la ciudad en un intento patético por volverla a ver.

Sabía que ella y yo, no era como si ahora fuéramos amigos, ni si quiera sabía su nombre para empezar y no podía tener una esperanza tan ciega de solo llegar y abordarla en una charla casual. Podía ser que ni si quiera me reconociera.

Pero algo inusual dentro de mi me movía, un instinto punzante me llamaba, una sensación casi mágica me llamaba a buscar, a esa chica. Era algo bobo como creer en un horóscopo o decidir algo lanzando una moneda y decir que es el destino, pero ahí estaba guiado por ese presentimiento.

Pero no la encontré, el puente ya no la trajo de vuelta a mi. Mis pies me dolían por tanto caminar y la melancolía me invadía.

Mire la valla del puente y pensé en intentar de nuevo aquello que la chica me mostró, pero había mucha gente y me sentí avergonzado, no quería ser visto como un loco.

Baje el puente en completa derrota, ya no la volvería a ver o eso pensaba.

Tome una ruta cercana que cruzaba por una estación de autobuses, para llegar antes a casa. Pensé en sentarme en una de las muchas bancas del lugar y fumar un cigarrillo. Pero no pude hacerlo, ya sentía las miradas de todo el mundo llenas de burla al verme ahí solo y triste. 

Avancé cuando escuche un escandalo, un traqueteo de algo y la voz de alguien que se quejaba.


Era una chica de larga cabellera negra y piel morena que pelaba con una de esas máquinas donde tenias que sacar un premio con una garra de metal. Era ella, la chica del puente.

Parecía estar peleando con la máquina por un premio dentro. Se veía desesperada, todos los rasgos elegantes que le miré la vez primera ya no estaban. Era más como un niño haciendo berrinches o  como un mono loco, por como en momentos se abalanzaba y subía a la máquina.

Me le acerque, no se de donde saque el valor, yo no suelo ser así, pero sentía que algo me guiaba.

-Rayos lo quiero en verdad-se quejaba ella

No me noto hasta que estuve cercas.

-Lo siento amigo esta maquina y yo tenemos un duelo, tendrás que esperar tu turno

Me dijo al verme, no pareció reconocerme, rebusco en las bolsas de su pantalón

-o-Exclamó - Es mi última moneda

Me dirigió una sonrisa de lo más infantil.

-Bueno ya sabes, esta moneda puede ser milagrosa ya que es la última, es como dicen, los héroes llegan al final

Comentó tratando de sonar genial.

Introdujo la moneda, la cuenta regresiva comenzó, 30 segundo para mover la garra. Por como la movía entendí que trataba de sacar, una especie de muñeco de peluche de un cerdo morado con un cuerno de unicornio, un estraño objeto sin duda.

Al ver sus increíbles movimientos, su forma de intentar alinear la garra en el lugar específico, viendo por todos lados. Supe una cosa.

El tiempo se acabó, la garra cayó amenazadora haciendo un estruendo y entones... Solo agarro aire. Esta chica sin duda era pésima en este juego.

-Queeee-Grito-Pero que estafa

Casi me río al ver tal escena, pero ella me miro rápidamente como una fiera, sus ojos eran de fuego. Río un momento y se alejo completamente derrotada.

-Los dioses son mezquinos con esta dama-murmuró agobiada

-Espera - La detuve

-eh

Giro a verme

-Ese peluche - señale - puedo sacarlo si quieres

Se regreso hacia mi furtivamente, acercándose y poniendo su cara cercas de mí. Sus ojos ya no eran de fuego era casi como si tuvieran estrellas dentro de ellos.

-¿Encerio puedes hacerlo?


-eh... Bueno si creo que si


-¿encerio liberará al señor cerdo?

Parecía haberle dado un nombre ridículo al peluche.

-Si, lo haré-Le respondí

-yuhuuu

Salto de alegría, sonreí.

-Y yo que pensaba que los hombres no eran de confianza

Murmuró mordazmente, le sonreí de manera incomoda.


Yo había tenido varios encuentros con aquella máquina y en 2 de 10 intento habia logrado sacar premios. Por lo que sentía bastante confianza en mis habilidades. Además contaba con tres moneda de cambio que equivalía a tres intentos, tenía margen para no caer vencido.

Introduje la primera moneda...

-Vamos, vamos-me animo

Mi primer intento termino como lo esperaba en fracaso, era solo una estrategia para acloparme a la máquina y acomodar el peluche . Ella suspiro preocupada

Introduje la segunda moneda, medí el ángulo de caída, ajuste la garra como quise. Ella me miraba.

-Tu puedes -

Su voz hizo que mis manos temblaran, era un sonido dulce, pequeño y gentil, era la voz de una dama, pensé estúpidamente.

Logré elevar el peluche un poco, casi lo aferro, pero cayó. Ella volvió a suspirar yo suspire, el maldito peluche suspiro.

-La última moneda - Le dije

-Los héroes son los últimos-sonrió

Me movió, la garra comenzó a moverse, la cuenta regresiva comenzó.

Sentí la mirada de todos sobre mi, 30, 29, 28, la cuenta danzaba.

Ella se tenso, yo me ahogue, sentí la suerte de mi lado, el destino me guiaba, ese era mi momento, todo me había guiado ahí, lo sabía, yo debía ganar.




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