Amarte a ti

Realidad 4: Caída en el abismo

Todas mis experiencias hasta ahora estaban consumiendo mi cordura. Hasta el punto de que ya no podía distinguir lo que estaba pasando en mi vida común. Me estaba alejando de lo convencional. ¿Que tan diferente era yo de los locos que vagan en las calles? Un miedo atroz me invadía, no sabía a dónde se dirigía mi destino, el mundo me parecía ahora más horrible. Ciertamente entendía que hay cosas para las que no estamos preparados como seres humanos.


La idea de la realidad como un bloque de cemento inamovible, se estaba rompiendo junto como mi cordura.

Y para rematar comenzaba a tener el mismo sueño sobre Stella. La veía en una gran jardín adornado por flores amarillas, acompañada de gente bien vestida en una especie de fiesta. Ella lucia hermosa con un elegante vestido blanco. Todo en ella era tan puro e inmaculado, a la vez que parecía tan frágil como si el más pequeño viento pudiera corromperla. En el sueño, ella tenía una sonrisa incomoda y triste, me dio la sensación de que no quería estar ahí y lo peor vino cuando un hombre de aspecto pricipesco se le acercó. Y no bromeo cuando digo que el tipo tenía toda la apariencia de uno de esos héroes de cuento de hadas, guapo y alto con un pelo dorado y una sonrisa impecable. Incluso a mi me parecieron la pareja perfecta.

Ella era una princesa y el su héroe p que debió pasar grandes hazañas para conocerla, para logar ese lugar a su lado. Y por otra parte estaba yo, un bufón, un tipo común con aspecto algo salvaje que viajaba entre mundos extraños para encontrarla sin tener éxito.

Para ellos dos su historia era sin duda una de romance, pero para mí era más una tragedia. Algo me decía que el final no era bueno y que debía aceptarlo.

¿Acaso sería mejor aceptar los sentimientos de Pam y ser feliz? Seguramente era la mejor opción con ella no me sentaría completo, pero al menos la soledad ya no me atormentaría como hasta hora.

Imaginaba mi vida con ella, ambos con trabajos estables, tratando de ahorrar para comprar una casa en un barrio tranquilo, tendríamos un jardín de flores rojas y saldríamos a pasear por la ciudad , no, por los caminos más solitarios como yo siempre lo hacía, sino por aquellos luminosos jardines y teatros por donde las demás personas también solían andar. Nos perderíamos entre ellos como iguales. Luego tendríamos hijos, los haríamos crecer, les diríamos por cuales caminos ir para tener una vida prospera como todos los demás.

Podía ver las fiestas navideñas, los cumpleaños, el sol y las estrellas que siempre nos acompañarían. Y los días tranquilos que pasaríamos olvidando todas las dudas que un día nos atormentaron. Solo tenía que ser capaz de abandonar mi insatisfacción. De dejar a un lado mis sueños y deseos de la niñez y aceptar la realidad formada del adulto que era.

Por eso ese día en el trabajo, frente a Pam, puse una carta en sus manos y le dije haciendo una leve reverencia:

-Lo siento no puedo aceptar tus sentimientos-Le regrese su carta

Al final elegía el camino más duro, decidí sacrificar todo para encontrar a Stella, pensaba que hacer aquello era una prueba de la fuerza de mi amor y esperaba que el destino me ayudara.

Y si al final no la volvía a ver... Al menos habría intentado hasta lo último para llegar a ella.

Pam no me dijo nada, solo se limito a tomar la carta y se fue silenciosa, tratando de ocultar su cara, pero creí oír, un leve sollozo.


Después de aquello viaje entre más realidades, unas no muy distintas a esta, no tan terroríficas como las primeras. Pero el resultado fue el mismo, no pude encontrarla.

Comencé a dudar de la anciana, al final de cuentas toda la información que me habia dado era muy ambigua. Prácticamente estaba buscando una aguja en un pajar, una pajar que era casi infinito.

La anciana probablemente era malvada, pero no sabía que era lo que buscaba con todo esto. ¿Mi sufrimiento? ¿Mi pena? ¿Era ella real? ¿Todo esto realmente estaba pasando?


Me metí en muchos problemas en el trabajo, mi rendimiento no solo era peor, sino que a menudo llegaba lastimando o no aparecía. Ya todos creía que yo era adicto a alguna droga y no estaban completamente equivocados.

Cada vez que se me acababa el polvo de bruja, iba con la anciana, hasta que ocurrio de repente que ya no pude verla, su local no volvió a ser abierto. Y nadie a quien preguntó parecía saber sobre ella, como si no existiera.

Mi amigo Alexis al principio trato de aconsejarme, pero tras varios intentos también se alejo de mí. Al igual que todos los que me rodeaban. Solo Pam de vez en cuando se me acercaba para preguntarme si estaba bien, pero al final yo la aleje.

Perdí mi trabajo y mi futuro se hacia cada vez más oscuro.

Ya solo me quedaba un sobre de polvo, unos cuantos intentos más para encontrar a Stella, el polvo la traería a mi, la formaría en este mundo como en mi mente siempre la soñaba.

Una vez andando por el túnel debajo del puente, el viento me arranco el sobre y yo corrí y corrí para alcanzarlo, alucinando por la falta de sueño y el hambre y por momentos aquel sobre, en los brazos del viento me parecía la mano de Stella que se alejaba de mí, mientras a su lado estaba aquel príncipe de fábula.

Logré recobrar el sobre aunque  cayendo torpemente ante mucha gente que sólo se reía de lo que parecían los actos de un loco vagabundo.

Ahí mire mi reflejo en las ventanas de un auto. Parecía un muerto, un muñeco destruido por los años, movido únicamente por mi deseo de Stella. Mi vida estaba desapareciendo ante mis ojos y yo nada podía hacer para evitarlo.

Y entonces decidí hacerlo, el viento me golpeó, en alguna parte alguien lloro por mí, mientras yo... Introducía el polvo nuevamente en mi boca.




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