Amarte a ti

Realidad 5: Ciudad fantasma

Esta vez mi caída duro más de lo acostumbrado, casi sentí llevar días cayendo, fue una desesperación fija, el sentido del tiempo en la mente puede ser extraño, voluble, eterno y a la vez inexistente.

Al abrí los ojos todavía la negrura me abrazaba, por lo que creí aún estar en los efectos previos a ingerir el polvo. Pero tan pronto toque el suelo, supe que de hecho ya había completado el viaje.

A lo lejos vislumbre un poste de luz, pareciendo solitario como si se tratase de un isla en medio de un mar oscuro.

Me acerque, el silencio a mi alrededor era asfixiante, una sensación lo desconocido me acechaba, fue cuando un miedo comenzó a crecer en mi interior.

Comencé a correr para alcanzar el poste de luz, tratando de huir de esa oscuridad perpetua. Al estar bajo su luz protectora, suspire, mis pies temblaban, apenas y me podía mantener en pie.

Mire para todos lados, las escasas estrellas apenas y alumbraban un poco por encima, por lo que sólo podía ver la parte de arriba de las casas y edificios.

De pronto en alguna de las ventanas de los edificios se dejo ver momentáneamente luces como diminutas velas que me miraban. Las cortinas que cubrían las ventanas solo se movieron un instante, luego volvieron a cerrarse. Sin duda alguien estaba mirándome, podía sentir la picazón de ojos agudos en mi espalda.

Al parecer había gente, pero todos estaban ocultos, resguardos en sus hogares y edificios.

No entendía de qué se estaban ocultando, pero podía sentir sobre mí piel el terror latente. Muy pronto descubriría que era algo más allá de mi pobre imaginación.

Note en el cielo las estrellas, aunque eran pocas, parecían estarse haciendo más grandes, su luz crecía, o eso pensé, pero estaba equivocado.

Me oculte de manera intuitiva, bajo el puente, dentro de del túnel negro que devoro por completo mi persona.

Al ver crecer aquellas luces estelares, entendí que no se trataban de estrellas, era algo más, algo que tenía conciencia propia y que se estaba acercando, descendían lentamente a la ciudad.

Vi que unas caían, sobre arriba del puente, entonces unas voces me llegaron.

-Ja, ja, ja iiii jajaja la noche es perfecta

Eran voces de mujeres

-Podría jurar que olí a alguien mmm


-Es imposible, todos en esta ciudad son cobardes, nadie saldría, saben que la ciudad nos pertenece cuando cae la noche

Sus voces eran escalofriantes, sentí erizar cada uno de mi bellos, en cada palabra que decían había una maldad terrible.

-Mmm mi olfato nunca me falla, que curioso... Bah si no fuera por el río, podría oler mejor

Sus sombras luminosas generaron una sombra bajo el puente, frente a mi. Tenía formas largas pero encorvadas, eran sin duda mujeres, pero habia algo monstruoso en ellas.

-Vamos, se hace tarde y ya todas deben estar en la parroquial


-Mmmmmm shif, shif,

-Deja de oler y vamonos tonta, la madre superiora nos reprendera de nuevo

-No, si le llevamos un secrificio


Esas palabras helaron mi sangre, me encogí, tratando de ocultarme. Quería salir corriendo, pero sabía que eso era un error grave.


-Yo me voy

Una de las sombras desapareció, la otra se quedó un rato. Podía sentir como trataba de hallarme.


-Maldito río, ahhh


Se fue después de unas cuantas maldiciones más. Casi me orino encima, no podía verme, pero debía estar pálido, sentía que toda la sangre me habia abandonado.

Mientras las oía, trate de regresar a mi realidad cerrando mis ojos, pero el miedo no me dejaba concentrarme.

Me sentí desesperado, no tenía salida o eso creí, pues a lo lejos miré, una luz rojiza salir de un local abierto, el único sitio de la ciudad con al puerta abierta. Era el local de la anciana indígena.


Corrí, tratando de no hacer ruido, en dirección al lugar.

Al estar en pie a la puerta, me di cuenta de que podía ser un error, pararme ahí, pero era tarde, frente al umbral, me paralice por completo, sudor frío recorrió mi cuerpo. Sentí que estaba por morir o que al menos la muerte estaba frente a mí.

Dentro del local habia una escena cruda. Todas las cosas que la primera vez vi dentro seguían en sus mismo espacios. Pero ahora de las paredes colgaban bultos, eran varios, se movían en un leve vaivén, se trataban de cuerpos. Debajo de ellos se encontraba alguien sentado fumando un cigarrillo.

La luz rojiza como sangre, me reveló la identidad de uno de los cuerpos, era de una mujer, una mujer que no debía de pertenecer a este mundo. Era la anciana indígena, estaba muerta, en su cara tenía una mueca de agonía, como si hubiera muerto de algo más que de la asfixia.

Mis instintos me profetizaron que debía escapar de aquel lugar, mi alma tembló como queriendo salir y morir ahí mismo.

Los ojos de las persona sentada bajo los cuerpos me miraban, eran oscuros pero emitía una luz tenue.

Por su forma, pude deducir que se trataba de un hombre.

Algo en él, me transmitía crueldad y maldad, una maldad más grande que la que había sentido de las mujeres en el puente.

Es la muerte. Pensé


-Tú - Me señaló

Morir hubiera sido mejor que le miedo que experimente en aquel momento.

-Tu no debería estar aquí

Su voz era tranquila, respetuosa, pero imponía una fuerza enorme.


-Haz pecado contra las lineas del destino, tu sola presencia es una calamidad en todos los mundos que haz tocado.

Sus palabras se clavaban en mi carne con sadismo. No pude hablar, era como si pudiera ver el futuro, miraba que cualquier acción que hiciera sería mi muerte.

Por primera vez sentí arrepentiento por lo que estaba haciendo. Pero en mi corazón aún sentía latir el cálido amor por Stella, probablemente eso fue lo único que me estaba salvado de no morir de aquel loco terror que el hombre me traspasaba.

-Chico-Me llamo-Lo que haces es un error, no pues cambiar el equilibrio del mundo, todos pertenecemos a un solo lugar, ya todo ha sido decidido




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