No recuerdo mi niñez, no recuerdo nada relacionado con mis padres, no recuerdo si tengo hermanos o si mi familia me ha buscado.
He estado en un internado toda mi vida, o al menos lo que logro recordar. Huérfana, así me tenían en mi expediente. No recuerdo mucho del internado tampoco. Todo lo que sé es que un hombre un día llegó por mí.
Maestro, nos hacía llamarlo. Éramos más de 7 niños encerrados en un pequeño cuarto llena de "jaulas".
Con el tiempo los demás niños fueron enfermando y muriendo. Supongo que fue cuando me quedé solo yo, que se dio cuenta de que si no me cuidaba terminaría como mis otros hermanos.
Las cosas habían mejorado, pero no tanto. Yo deseaba irme con mis hermanos, por alguna razón sabia que ellos estaban en un lugar mejor, un lugar donde Maestro no estaba.
Un día, ante mis súplicas, Maestro comete un error. Mi jaula queda abierta.
Logro escapar. Pero el mundo que tanto anhelaba volver a ver es más duro de lo que recuerdo. No le dan oportunidad a personas como yo.
Pedir ayuda no sirvió de nada.
Ahora, acurrucada dentro de una gran caja depositada a un lado de un gran contenedor de basura, trato de hacer que el calor de mi cuerpo caliente mis fríos pies. Encontrar este basurero ha sido lo mejor que me ha sucedido, es de un restaurante, por lo que logro encontrar comida en las bolsas que sacan antes de cerrar, al parecer las personas que piden su comida nunca la terminan. Sus sobras son mi sustento, y está bien, es más alimento del que maestro me solía dar, me consuelo.
Solo… solo hace mucho frío en este lugar.
Escape, escape de Maestro. Pero no de mi nueva realidad.