Amarte, Dalia

Capitulo 5

DALIA

Camino detrás del señor Ian cuando él me ayuda a salir del auto.

Trato de permanecer lo más escondida posible. No me siento cómoda al estar enfrente de él, no cuando sé las consecuencias de desobedecer las reglas instauradas para mí. —"Siempre debes estar detrás de mí, no quiero que sepan que alguien tan despreciable está en mi poder"— Recuerdo las palabras de maestro.

Siempre detrás, siempre detrás. Repito una y otra vez. La última vez que había salido con maestro había olvidado su regla, él se enojó muchísimo cuando lo adelante. Desde ese momento no había vuelto a salir.

Es cuando siento los dedos del Señor Ian posarse sobre la manta en mis hombros que me doy cuenta lo que está sucediendo.

No había visto los tres escalones que se encuentran antes de llegar a la puerta, silenciosamente agradezco su leve advertencia. No quería caer, puesto no encontraría la fuerza para lograr levantarme, permanecería en el suelo si me caía. No quiero caer.

Con la mirada baja procuro subir con cuidado los escalones. A pesar de que mis piernas ahora tienen la suficiente fuerza para sostener el peso de mi cuerpo por un periodo de tiempo moderado, trato de tener cuidado. Cuando escape del lugar donde maestro me mantenía me fue imposible sostenerme con las piernas, salí arrastrándome. A los días logre que mis piernas soportaran el peso de mi cuerpo, y después fue que logre caminar de nuevo, al menos por un corto periodo de tiempo.

Cuando escapé me jure no volver a estar en un lugar pequeño y apretado como lo eran las jaulas en la vivienda de maestro. Pero al encontrarme libre, sin maestro presente, sola en la calle, encontré confort en los espacios pequeños. Agujeros en la pared y cajas amontonadas generaban una especie de capullo donde yacía por las frías noches, en el día me movía, pero al caer la noche siempre volvía al mismo lugar, al menos hasta que me moví y descubrí el sitio donde el señor Ian me encontró.

Por el momento, si el señor Ian simplemente me brindaba una esquina de cualquier habitación, estaría completamente bien, solo deseo sentir calor nuevamente. Calor como el que genera el auto.

Enfrente de la puerta de la casa, observo a alguien caminar detrás de esta. El vidrio de la puerta me permite ver la sombra de la persona. Cuando se escucha el sonido de la puerta abriéndose retrocedo.

"Hola" un hombre grande, más que el señor Ian, es quien abre la puerta. De pronto recuerdo el comentario que el Señor Ian me dijo en el auto. Cicatrices. Curiosa elevo un poco la vista, pero antes de poder siquiera observar al hombre, me percato que sus ojos están destinados en mí. Abandonado mi plan, agacho la mirada. Esperando no haber molestado al hombre. Es lo menos que quiero ahora que me encuentro en un lugar completamente extraño y no sé volver al sector donde he vagado por días… meses tal vez.

"Hola, mi amor" El señor Ian responde. Acercándose al otro hombre deja un beso en sus labios antes de darse la vuelta, dejando una mano en la espalda de este, el señor Ian me presenta.

"Ella es Dalia" Dice.

El otro hombre parece incrédulo. Viéndome intensamente siento cómo me voy encogiendo cada vez más. No me quiere aquí. No me quiere aquí.

"Se quedará con nosotros por un tiempo" murmura. El señor desconocido observa por un tiempo al señor Ian, este le dice algo antes de acercarse al porche, dónde me encuentro yo, de pie y sin saber qué hacer o a donde ir.

"Hola Dalia, mi nombre es Sean" Se presenta. Su mano está elevada, a mitad de camino se mantiene. No comprendo por qué ha hecho eso.

"Es un poco tímida" la voz del señor Ian hace presencia. Encogiéndome en los trapos de tela que cubren mi cuerpo, trato de comprender la situación.

El nuevo señor, Sean, tarda un tiempo con la mano en aquella posición, hasta que la baja y con un asentimiento de cabeza lo escucho hablar.

"Pasa Dalia" Me invita a la casa "Afuera está frío" Comenta.

Sí, está frío, pero gracias a la manta que el señor Ian me ha regalado no lo siento tan mal. Tal vez hoy no pasaré frío, todo si el Señor Sean decide que puedo dormir en la casa, solo una pequeña esquina es lo que pido, en un lugar con techo y paredes, libre de viento, nada más.

Esto parece un sueño.

[...]

"Recuerda Linda. Hacia abajo es el agua caliente, no entres hasta que el agua esté bien" El señor Ian vuelve a repetir, asintiendo con la cabeza procuro que sepa que lo he escuchado. No quiero hacerlo enojar, hoy ni nunca.

"Bien Dalia. Te dejo para que te bañes, la ropa que usarás va a estar sobre la cama. Tómate todo el tiempo que necesites bonita" aun permaneciendo en el mismo lugar trato de decirle algo, pero las palabras no salen. En el momento en el que mi boca se abre, él ya se ha ido cerrando la puerta detrás de él. Torpe, torpe, no puedo siquiera hablar bien.

¿Cómo el señor Ian me mantendrá en su casa si no sé hacer nada bien? Ni siquiera hablar en el tiempo correcto puedo.

Manteniendo mi vista en el espejo del baño me quedo un gran tiempo viéndome. Estoy completamente sucia, mi cabello se encuentra en peores condiciones de lo que una vez imagine. Dejando mis dedos pasar por el cuero cabelludo, trato de sacar un mechón de cabello del enredo, es imposible.

Tristemente, mantengo mi vista en mi reflejo. Soy un desastre.

Debo dejar de ser un desastre para que el señor Ian y el señor Sean me permitan quedarme en su casa por un tiempo. Los trozos de tela que llevo desaparece cuando entro a la ducha.

Uniendo mis dos manos ocasiono que parte del agua se mantenga atrapada en estas, rápidamente acerco mis manos a mi boca, tomando todo el contenido suspiro ante la sensación de agua fría en mi estómago. Es reconfortante en cierto modo.

Moviendo un poco la llave de agua caliente trato de tener cuidado. Quemarse, con cualquier cosa, es sin duda una terrible experiencia, y maestro lo sabía cuando nos lanzaba agua caliente.




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