Amarte, Dalia

Capítulo 8

IAN

“Cariño, necesito que te quedes con ella.” Mi petición hace que Sean frunza el ceño. Estamos en el pequeño pasillo de la casa antes de la puerta.

“Ian, Dalia se incomoda muchísimo cuando estoy cerca” Sean está nervioso, aunque no lo quiera admitir. Incluso yo estoy nervioso. Pero es necesario que salga, a pesar de no tener trabajo hoy —cosa que agradezco— debo salir, al menos por una hora.

“En este momento Dalia confía más en mí que en ti” Trato de explicar mientras sostengo sus manos y lo veo a la cara “Necesito que confié en los dos. Somos un equipo.” Suelto. Sean mantiene su mirada en mí, luego suspira antes de frotar la palma de su mano por su frente.

“Ella ahora necesita ropa, zapatos, antialérgico por si resulta alérgica a cualquier otro alimento. Necesita cosas de chicas. Necesitamos abastecernos de todo eso” vocifero, tratando de ser lo más claro posible. “¿Qué suplemento crees que es el mejor?”, pregunto. “Te lo enviaré por mensaje” habla respondiendo a mi pregunta. “Bien, regresaré antes del almuerzo” suelto. Sean aún no está convencido.

“Sabes que tengo trabajo que hacer” Suelta, usando su cara de enojo, procuro no reírme ante tal acción de su parte. Trata de zafarse de la situación metiendo el trabajo de por medio.

Desde el ataque de su base en Camerún, todo cambio. Sean se mantuvo un mes internado en cuidados intensivos, lleno de cicatrices y quemaduras, conectado a un ventilador porque sus pulmones no disponían de la suficiente fuerza para funcionar por sí mismos. Pero a pesar de eso, la verdadera prueba vino cuando físicamente se recuperó. Lo conozco también que sé que está poniendo su trabajo de excusa para no quedarse con Dalia por un corto periodo de tiempo. Sé que le asusta quedarse con alguien que dependa de él.

“Ella no te molestará” Afirmo. “¿No la viste?, trata de hacer el menor ruido posible” suelto “estoy cien por ciento seguro de que no te molestara” indico tratando de convencerlo.

Aunque estoy seguro de que Sean se encuentra finalmente recuperado, reconozco el temor que trata de ocultar. Tener la vida de otro en tus manos es algo que asusta, asusta demasiado, pero Sean está preparado, aunque él no lo vea así.

Incluso, no es que le dejaré todo el asunto de Dalia únicamente a él. Yo fui quien la trajo, yo soy quien debe cerciorarse de su bienestar. “Si llegara a suceder algo, sabes exactamente qué hacer.” Sé lo que Sean necesita escuchar en este momento, pero no le doy el camino fácil. “No tardaré más de dos horas” Suelto, acercándome a el dejo un fugaz beso en sus labios, en forma de despedida, salgo por la puerta.

Sean y Dalia tienen más en común de lo que ambos pensarían, incluso de lo que yo mismo creo pensar.

SEAN

Cerrando los ojos fuertemente escucho como el auto de Ian sale del estacionamiento. Abriendo los ojos suelto una gran bocanada de aire. ¿Qué demonios tengo que hacer ahora? ¿Poner una película y cruzar los dedos para que Ian llega antes de que está terminé?

Mis piernas se mueven por sí solas, y es cuando estoy entrando a la sala que me percato de eso.

Dalia se encuentra en el mueble, hecha ovillo tratando de permanecer lo más quieta posible. Ian tiene razón. Ella trata de ser lo más silenciosa que puede. Invisible.

Al ingresar a la sala ella eleva la mirada, sus ojos llegan a los míos y luego, velozmente, los vuelve a bajar, agachando la mirada. Atemorizada por el contacto visual que ha ocurrido. Una sensación de malestar invade la boca de mi estómago. Tan aterroriza por simplemente verme a los ojos, suspiro.

Soy doctor… era doctor. Corrijo. Cuando trabajaba, en medio del campo era muy extraño observar este tipo de comportamiento en los soldados rescatados de las manos enemigas, siempre era violencia la que se obtenía de dicha situación, nunca sumisión.

Los soldados habían sido entrenados para no doblegarse ante aquella situación. Respondiendo automáticamente con agresividad, es la forma de asegurar la vida en ese terreno, instinto de supervivencia, supongo. Sin embargo, Dalia es sumisa porque ha aprendido que eso asegura su supervivencia, a cierto punto. Ese rasgo la vuelve sumamente vulnerable, dejándose doblegar por cualquier persona de malas intenciones. Me preocupa.

“Yo… Emm.” Trato de hablar, pero inmediatamente me retracto “Ian a ido a comprar unas cosas, no va a tardar en volver” Suelto, tal vez me faltó un poco de tacto. Mierda. Ella, por su parte se encarga de asentir velozmente con su mirada aún en el suelo. Acercándome un poco a ella logro notar un tintineo proveniente de su mano izquierda, rápidamente mis ojos se mueven a la derecha, el mismo tintineo se repite.

Está temblando… ¿Por qué está temblando? ¿Acaso es por el hecho de que Ian ya no está?, me pregunto. ¿Por qué estoy yo con ella? ¿Por qué me tiene miedo? Al notar como su labio inferior comienza a moverse un poco decido tomar cartas en el asunto, si espero una mínima cantidad de tiempo esto se va a agravar y no voy a lograr tranquilizarla. Tengo que hacerle entender que yo no represento ningún peligro para ella.

“Dalia, por favor… mírame” Pido suavemente. Ya cerca de ella procuro agacharme, hacerme ver más pequeño que ella. Dejando que sea ella la de mayor altura, trato de generar un ambiente confortable, que ella sienta que tiene el control de la situación.

Velozmente, su cuello se eleva. Observándome directamente poco después de haberle pedido aquello. Suspiro. Sumisión y obediencia, la combinación mortal para destruir a una persona.

“No es una orden, bonita.” Lentamente hablo. Ella mantiene su vista en mí, sin parpadear. “Te lo estoy solicitando, como favor. No es una orden.” Repito “Tú misma puedes decidir si cumplir con ello o ignorarme. No es una obligación y no me voy a enojar si no lo haces” Ella asiente lentamente, aún con su vista fija en mí. “Eso también incluye a Ian” suelto. Debemos ir despacio. Ella está tan asustada que cualquier acción puede detonarla.




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