Amarte, Dalia

Capítulo 9

IAN

Al bajar las siete bolsas del auto, me dirijo a la entrada de la casa, dejando todas las bolsas en una sola mano, busco las llaves de la puerta con la otra, rápidamente las encuentro y abro la puerta. No puedo esperar a saber como le ha ido a Sean con Dalia en esta hora y quince minutos que me encontraba fuera de casa, comprando un poco de todo... tal vez más de lo necesario.

Al ingresar a la casa noto el leve sonido del televisor, en conjunto al característico sonido emitido por las teclas del computador de Sean, prosigo mi caminata hasta llegar a la sala. Dalia se encuentre dormida en el mueble, Sean esta del otro lado del mismo con su computadora en las piernas, usando sus característicos lentes, trato de acercarme a el lo más silencioso posible. Un cambio de escena en el televisor en conjunto con unas escandalosas risas ocasiona qué Dalia abra los ojos inmediatamente, revisando velozmente la habitación con la mirada, frunzo el ceño ante su repentino arrebató, esta alerta, como si hubiera detectado un peligro inminente.

"Hola bonita" Saludo al percatarme de que me a visto "Ya he vuelto"

"H-ola" su respuesta me hace sonreír. Me encanta escuchar su voz.

"Hola" Repito esta vez con una gran sonrisa en la cara. "He comprado unas cuantas cosas para ti" suelto sin poder evitarme a esperar un poco más. "¿Quieres verlas?"

DALIA

Tantas cosas se encuentran frente a mi. Aún tomando mi manta en un puño procuro no soltarla. No quiero que se pierda entre tantas telas.

"Es bonito" suelto "G-racias". Tartamudeo un poco. Mordiendo la parte interna de mi labio me castigo por ese hecho. A maestro no le gustaba que hablara sin su permiso y menos aún que cuando lo hacia tartamudeara.

El señor Ian me observa con una sonrisa. Parece no molestarle mi tartamudeo reciente, pero no estoy completamente segura.

"No pude evitar pensar en ti cuándo vi esto" El señor Ian luce entusiasmado, levantándose del suelo sale de la sala. Frunciendo el ceño me mantengo sentada. ¿Qué acaba de ocurrir?. Pocos segundos pasan cuando vuelve con algo escondido detrás de su espalda, el instinto de supervivencia me gana cuando se acerca peligrosamente rápido, retrocediendo trato de generar un espacio entre el y yo. Pareció no molestarle mi tartamudeo reciente, pero ahora, con lo que sea que oculta en su espalda, se que lo usara para castigarme. No tuve que haber tartamudeado, no tuve que haber hablado en primer lugar. Cerrando los ojos, espero la primera franja de dolor. Debe de venir, debe de venir pronto.

"¿Dalia?" Una ligera y agradable voz dice mi nombre "Abre los ojos".

Frente a mi esta el señor Ian, con su mano extendida hacia mi observo lo que sostiene, una flor.

"Es para ti" suelta.

Sorprendida lo observo, mis ojos están ampliamente abiertos, sin pestañear mantengo mi vista en la flor. Esto es... ¿Para mí?. En la calle veía constantemente parejas, de personas regalarse flores, me agradaba ver sus expresiones de asombro ante tal detalle. Pero ahora que el señor Ian me esta regalando esta... flor, no tengo la menor idea de como actuar.

"Una amable abuelita los estaba vendiendo en la esquina del súper mercado" comenta viéndome con esa sonrisa, esa sonrisa que tiene desde que desperté. ¿Cómo alguien puede ser feliz por tanto tiempo? Su sonrisa es tan radiante y... verdadera. "Pensé en ti cuando las vi" vuelve a repetir. ¿Cómo puede pensar en mi al ver una flor?.

"Si, s-i no te gusta no te sientas mal en decírmelo" Suelta haciendo una mueca. Mi ceño se frunce automáticamente. ¿Si no me gusta la flor que me a traído?. Me encanta. Nunca nadie me había regalado nada, y el de pronto viene y en tan corto tiempo me ha regalado dos cosas.

"S-señor Ian, me encanta" Titubeó, aun observando la flor entre sus dedos.

"Nada de señor, Dalia." Decreta. Dirigiendo mi vista a el permanezco quieta. ¿No le gusta la forma en la que lo llame? pero... "Solo Ian, conejita" Finaliza, rápidamente asiento con la cabeza. Mis ojos no aguantan más la tensión y las lagrimas comienzan a juntarse en mis ojos, un charco impide que logre ver su cara bien. Por primera vez en mi estancia en su casa actúo por impulso, sin pensar concretamente en las consecuencias que eso me puede traer. Aferrando mis brazos al torso del señor... Ian, de Ian, permito ser yo quien comienza el abrazo.

"Gracias Ian" Suelto. Rápidamente me separo antes de que mis lagrimas mojen su camisa. De verdad gracias.

IAN

Dalia come el almuerzo sin ningún problema. Sin embargo el tema de la comida se complica en la noche, ella no come la cena, por más que trato hacer que al menos pruebe un bocado, ella no lo hace. Sean también intenta que coma, pero no lo consigue, a pesar de haberle ofrecido un trozo de manzana. Ella no toma bocado, tampoco quiere beber el suplemento que le ofrezco, suspiro, ella se va a la cama con el estómago lleno de agua, puesto que eso a sido lo único que no rechazo.

Apenas es su segundo día con nosotros y ya me encuentro frustrado. No tuvimos que haberla dejado ir a dormir con el estómago vacío. Pero no quería ser duro con ella, no al percatarme de la creación de una frágil línea de confianza entre nosotros y ella, este momento es significativo para nuestra relación en los días por venir. A pesar de eso, algo que definitivamente tengo planteado es no volver a permitir que eso ocurra, incluso si eso me llegara a convertir en el malo de la historia, no podemos doblegarnos, ella debe comenzar a comer bien, incluso más que las 3 comidas, todo para lograr recuperar su peso. Yo, por mi parte no volvería a permitir que algo así volviera a ocurrir.

"¿En que les puedo ayudar, señores?" La voz de Beto García, nuestro abogado de confianza me trae a la realidad.

"Nosotros..." no puedo evitar carraspear la garganta. "Nosotros queremos demandar a la asociación Start Again" Voy al grano, sin explicaciones, solo lo suelto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.