Amarte, Dalia

Capítulo 10

DALIA

Permaneciendo sentada en el suelo con la espalda pegada a la pared, mantengo mi vista en la puerta. Mis ojos se acostumbran rápidamente a la oscuridad de la habitación. Es de noche y permanecen completamente abiertos, observando el delgado tarro donde se encuentra reposando la hermosa flor que el... Ian me ha regalado. Manteniendo mi vista fijamente en la flor, mis ojos comienzan a cerrarse lentamente, no me percato de eso hasta que mi cabeza cae un poco hacia adelante, cabeceando, me despierto.

No es seguro dormir de noche, recuerdo. Tratando de permanecer despierta me levanto del suelo, procurando que mi cuerpo permanezca erguido sobre la cama, donde mi mente permanece aún más alerta.

En la calle mi cuerpo permanecía en un constante estado de alerta, podía despertar con el mínimo cambio en el viento, pero ahora con paredes que me cubren del viento, y con un techo que me protege de la lluvia es un poco más complicado.

Soy consciente de que alguien se encuentra abajo. Tal vez una visita del... del señor Sean. Me corrijo. Ian no quiere que le llame señor, debo de recordar eso. No quiero meter la pata.

No estoy enfadada por el hecho de que Ian me dejara en la habitación antes de que la visita llegara. A fin de cuentas no soy nada de él ni del señor Sean y tal vez querían hacer ver como si todo estuviera bien, normal, sin una extraña viviendo en su casa.

Permanecer en la habitación, lo más callada posible es mi prioridad. No quiero interrumpir la charla que están teniendo los señores de la casa, no quiero hacerlos enfadar y que por esa razón termine en la calle. Yo no quiero volver a la calle.

No quiero volver con Maestro.

Un fuerte estruendo me hace saltar, la habitación se sacude, mi corazón empieza a palpitar ferozmente. Encogiéndome en la cama, tomo fuertemente la manta, mi manta.

Todo está bien... yo tengo la manta... todo está bien, me repito tratando de permanecer en calma.

El ambiente es frío y seco, el aire ya no es ligero y agradable como lo es en la casa del señor Ian, la cama ya no es suave como en la casa de Ian. Ya no hay cama.

Un olor desagradable a humedad me dan ganas de llorar, he vuelto.

Encogiéndome en el suelo cierro fuertemente los ojos.

Un destello de luz ilumina la habitación.

Unos fuertes y pesados pasos se escuchan en medio de la lluvia, elevándome lo más que puedo trato de hacer que el agua no me alcance, ya el suelo está húmedo, el agua ya está comenzando a entrar. Si... s-i maestro no se apresura, el agua subirá y... me ahogaré.

Otro destello de luz y fuertes pisadas se escuchan. Un fuerte sonido escapa de mi garganta, velozmente me tapo la boca con ambas manos.

La cara de maestro está tensa, caminando lentamente hacia donde me encuentro. Debe de abrir el techo de la jaula para que pueda gatear hacia arriba y alejarme del agua, debo alejarme del agua.

—"¿Qué tenemos aquí?"— su fuerte e inconfundible voz me hace temblar. Los músculos de sus brazos se tensan sosteniendo el techo de la jaula donde estoy.

—"Acaso mi mascota ha...¿Sollozado?"—. Se burla ferozmente.

—"No te he dado permiso para sollozar"—. Rechista enfadado. El nivel del agua está creciendo. Me ahogaré.

Supongo que mi instinto de supervivencia trata de hacerme sobrevivir cuando mis manos se enganchan al techo de la jaula, trato de empujar hacia arriba con todas mis fuerzas, si las manos de maestro no estuvieran sobre esta, el seguro hubiera cedido.

—"Eres una insolente y despreciable plasta de mierda"—. El gruñido que suelta maestro me hace estremecerme, tiritando suelto rápidamente la jaula. ¿Qué he hecho?

De fondo se escucha el agua caer, ya no lo hace contra el piso, lo hace contra el agua acumulada en este.

-"P-por fav-or"-. Mi cuerpo tiembla exageradamente. El agua por unos minutos está caliente, luego su temperatura se transforma, está completamente fría.

—"Me parece que no"—. Decreta maestro, apretando el seguro de la reja, estoy preparada para gatear hacia arriba en el momento que él elimine esa parte de la gran jaula, pero no lo hace.

Por el contrario, veo esa parte de la jaula bajar, dejándome atrapada aún más en el suelo, en el agua

Cierro fuertemente los ojos al sentir el nivel del agua subir, este es mi fin, sollozo.

Finalmente moriré. Espero que el lugar a donde vaya sea mejor que este... todo es mejor que esto.

IAN

La casa retumba ante la aparición de otro trueno, una luz blanca lo acompaña seguida de un rayo, el cielo parece querer desplomarse.

"Es hora de irme", Beto dice levantándose de la mesa y tomando su maletín. Lo acompañamos hasta la puerta. Antes de salir, se vuelve hacia nosotros y dice: "Mañana a primera hora comenzaré con los trámites". Asentimos con la cabeza y le agradecemos. La puerta se cierra a sus espaldas.

"¿Crees que Dalia esté despierta?", le pregunto de repente a Sean. No puedo evitar sentir este mal sabor de boca por haberla dejado irse a dormir con el estómago vacío. Mal, mal, mal.

"No lo creo", responde él. "Lucía bastante cansada, incluso después de dormir esa pequeña siesta antes de que llegaras", menciona. Es completamente cierto. Incluso en el desayuno se la veía cansada, las pequeñas bolsas debajo de sus ojos lo confirmaban. Parece que en la calle no lograba dormir lo suficiente, incluso me sorprendería si lograba dormir algo. Dalia necesitaría varios días para recuperar todo el sueño perdido.

Entrando a la cocina, tomo una de las manzanas de la encimera, la observo por más tiempo del que esperaba y decido llevarla al lavaplatos para lavarla. Cuando está limpia, procuro secar el agua que sobra con un pequeño paño desechable.

"¿Amor, nos subimos?", le pregunto a Sean al pasar por su mini oficina, frunciendo el ceño al verlo con la computadora encendida.




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