Amarte, Dalia

Capítulo 19

IAN

Bien recordaba donde había comprado aquella manta tan apreciada por Dalia, al llegar a la tienda me doy cuenta de que están promocionando nueva mercancía. Lo que me hace maldecir. Sí, han ingresado nuevos artefactos de temporada… eso quiere decir que los “antiguos” o se encuentran en la sección de descuento o los han enviado a los outlets.

En la canasta que indica 50 % de descuento es donde comienzo mi búsqueda, no pasa mucho tiempo cuando una vendedora se me acerca, trato de darle todos los detalles posibles que tenía la manta. Color gris, estrellas doradas pequeñas, tamaño individual…

Ella hace su trabajo, busca mantas con diseños similares, pero ninguno es igual al de ella. Si es cierta mi teoría, el mínimo cambio en el diseño o la textura de la manta haría esta situación mucho más complicada. Agradezco dirigiéndome a otra sucursal, el mismo destino me espera. Mi celular suena indicándome la llegada de un mensaje, al abrirlo veo que es de Sean.

«¿Cómo va la búsqueda?»

«Muy Mal»
«¿Cómo va Dalia?»

«No tan bien»

“Ugh” no puedo evitar producir este sonido de frustración. Me rompe el corazón saber que no se encuentra bien, aún más al pensar en la decepción que veré en sus ojos cuando llegué a casa sin la tan condenada manta.

«Está teniendo pesadillas»

«¿Qué tan fuertes?»

«Lo suficiente para mojar la cama»
«Creo que sería prudente comprar pañales»

Mejor tenerlo y no necesitarlo a necesitarlo y no tenerlo, recuerdo el fastidioso eslogan de una propaganda de seguros de autos.

«Voy a eso»

Indico sin más saliendo de la dichosa tienda, sintiéndome mal, la primera promesa que le he hecho a Dalia no se la podré cumplir. Mis manos pican al ingresar al área de higiene de una farmacia, emoción se apodera de mi cuerpo al simplemente imaginar a Dalia, en su propio cuarto, acostada en un cambiador hecho a su medida. La ilusión se apodera de mí, era cierto que no eran las circunstancias indicadas para que me pusiera a fantasear de esta forma. Pero el simple pensamiento de la pequeña Dalia, siendo nuestra beba, me llenaba el corazón de una manera que nunca había sentido.

Sabía que Sean se encontraba en un dilema parecido, sin embargo, entre satisfacer nuestro deseo de cuidar de ella de una forma más especifica, a obligarla a ello, era una frontera que no planeaba cruzar. Si tan solo ella nos dijera lo que desea…

Mis pensamientos me entretuvieron lo suficiente para no notar la zona de cuidado infantil, pero retrocedo, tal vez pueda encontrarle algo por acá. Los estantes están llenos de diferentes alimentos, biberones, chupones, juguetes, mantas. Decido que esta es mi última oportunidad, si no puedo llevarle “su manta” le llevaría otra, esperando que me perdonara, aunque yo en realidad no me perdonaría a mí mismo.

Una de color gris llama mi atención, al tenerla en mis manos no puedo evitar sentir alivio, tiene exactamente el mismo diseño que el de su manta. Aunque es más pequeña, sé que algo se me ocurrirá. Un nuevo mensaje de Sean me hace detenerme en el área de medicina a comprar pastillas para el dolor de garganta, la pobre Dalia debía estar adolorida por forzar tanto sus cuerdas vocales. Llegando a la caja con los pañales estilo pull up, la manta y la medicina pago y me dirijo al auto. Tomando mis llaves, destapo la manta, con un rápido movimiento de llaves rasgo un poco la tela.

Me dolió tener que cortar un poco la manta y rasgarla con mis propias manos, el sonido que hizo fue lo más irritante de todo este asunto. Me inventaría qué la había encontrado de esta forma, con suerte me creería. Entre ambos males este era el menor de todos. Prefiero mil veces entregarle una manta similar rasgada a Dalia, para que creyera que era la suya, que llegar con las manos vacias y ver su mirada decaída. No encontraría consuelo.

De camino a casa mi teléfono suena, sin siquiera ver el identificador de llamadas toco el botón en el volante que permite aceptar la llamada.

“Ian Andrés” La inconfundible voz de mi hermana llena el silencio en el ambiente.

“¿Qué pasó, Chantilly?” Pregunto ante la mención del segundo nombre inventado por ella.

“¿Cómo qué pasa?” Pregunta, su voz susurrada, pero llena de pizcas de enojo. “¿Acaso te haces el imbécil o lo eres?”

“Mira, no tengo tiempo para…” trato de cortar la conversación, pero ella me interrumpe.

“Eres el peor tío del mundo” indica

“¿Qué?” Pregunto descolocado, parqueando el auto aun lado de la vía.

“¿Cómo se te va a olvidar el cumpleaños de Beth?” Pregunta irritada

“Ohh ¡Mierda!”, suelto “¿Hoy es?” Preguntó rascándomela cabeza la cabeza

“Noo, fue ayer” responde con sarcasmo “Claro que es hoy, Andrés”

“Ay Charlotte” suspiro golpeando el volante con mi frente, el claxon suena haciéndome retroceder.

“¿Estás manejando?”, interroga, la puedo ver elevando su ceja aún más enojada.

“Estaba, parquee por un momento” respondo sin más

“¿Vas a venir?” Pregunta quitándole importancia a mi respuesta, volviendo al tema principal de esta llamada.

“Charlie…” empiezo, tendría que decirle la verdad, conociendo a mi hermana, no se iba a conformar con una simple mentira, aún menos si se tratara de la felicidad de su baby.

Un grito agudo me hace querer replantearme mi decisión de haberle dicho de la existencia de Dalia. “Tal vez vayamos el finde semana” digo para hacer callar su insistencia de cuando la conocerá. “Te llamo en la noche para contarte bien” aseguró volviendo a encender el auto.

“Le mandaré un regalo a Beth” indicó antes de despedirme y volver a avanzar en el auto.

Suspiro al llegar a casa, un problema más solucionado.

Deshaciéndome del recibo de compra, llevo la manta nueva a la lavadora, Dalia es lo suficientemente inteligente para saber que es nueva, si no logro encubrir bien el olor a tienda. Colocándola en lavado rápido decido esperar que salga limpia para colocarla en la secadora. Mientras me mantengo esperando hablo con Sean por mensaje. Dalia había mojado la cama de nuevo, pero al parecer esta vez fue consciente de ello, trató de caminar, pero no lo logró cayendo de bruces al suelo, gateo alejándose de él. Ahora estaba escondida en el closet sosteniendo las puertas, evitando que Sean pudiera entrar a ver cómo se encontraba.




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