Alonso
Hace mucho tiempo tuve una conversación que recuerdo justo ahora que estoy sentado sintiéndome un criminal.
—Estás cosas pasan, hijo.
Recuerdo esa conversación. Esas fueron una de las tantas palabras que me dijo Paul, el padre de Alisson, ante nuestra ruptura para intentar consolarme. Cosa que obviamente no funcionó.
—Pero no entiendo.—Contesté molesto frunciendo el ceño.
—Alisson se ha marchado—al decir Paul estas palabras por el teléfono corrí a su casa con la esperanza de que aún estuviera ahí pero no fue así. Nadie abrió la puerta a pesar de que toqué y toqué.
Recordaba sus fotografías en las repisas de su casa. Techo alto, mucha luz y colores pasteles. Como le gustaba a su madre, Roxan. Alisson era su imagen viviente; heredó sus pecas, hermosos ojos color aceituna, cabello color zanahoria, su estatura: 1.75, tez blanca y carácter fuerte como toda una ariana. Muchos recuerdos creamos en esa casa que ahora debe estar deshabitada. Tantos recuerdos que siento que revivo cuando cierro los ojos. Por ejemplo, cuando me estaba preparando cupcake e hizo mal la receta.
Flashback.
—Eres pésima para la cocina.—Le digo mientras la abrazo entre mis brazos. Ella chupa sus dedos llenos de mezcla de torta.
—No todos somos buenos en algo, tu por ejemplo eres pésimo con los idiomas.—Es verdad, solo sé inglés y algo de español.
—Yo creo que es porque mi novia superdotada no ha sabido explicarme.—Respondo. Ella voltea para mirarme a los ojos.
—Tú eres un pésimo alumno.—Besa levemente mis labios y se va a la cocina a recoger su desastre por unos cupcake.
—A veces quisiera ser tan inteligente como tú.—Menciono un poco triste.
—Ser inteligente no te facilita las cosas, tu eres perfecto para mí así. Y siempre te agradeceré por quererme porque yo no soy una persona fácil.—Coloca los cupcakes en el horno para continuar hablándome.-Soy una persona afortunada a quien se le concedió un don excepcional, pero no soy una diosa ni ningún ser superior.—Me encanta verla hablar con tanta pasión.—Tú eres mi novio.—Hace una leve pausa para mirarme totalmente a los ojos.—Te he escogido a ti porque no te enamoraste de mi don excepcional, sino de mi ser; de lo mala cocinera que soy, que ronco, me amas aún cuando sabes que soy muy olvidadiza. Para ti no soy Alisson la talentosa, tú haces que Alisson la imperfecta brille y opaque la perfección que todo el mundo espera. Tú me haces ser perfectamente imperfecta y esa es mi mejor versión.
Fin del Flashback.
Por eso me enamoré de ella.
Alisson dijo sus primeras palabras a los 5 meses, a los 8 caminó perfectamente y con apenas 2 años y medio podía calcular mentalmente operaciones matemáticas leves. Roxan se puso alerta: Su hija tenía un don excepcional. Paul, por otra parte, quiso darle una vida normal a la pequeña. Rechazaron varias oportunidades de que Alisson estuviera con personas con sus capacidades, universidades e institutos. A sus 5 años su coeficiente intelectual sobrepasaba 150 puntos, muy por encima de la media general de niños. Roxan intentó llevarla más lejos en el área numérica pero Alisson se inclinó siempre por el área humanística, social.
Con 10 años la niña sabía toca piano, bailar ballet, federada en natación y aprendiz de su 6to idioma: Latín. Paul se sintió muy feliz aunque a su esposa le costó un poco adaptarse a la idea de que todo ese potencial se vería inclinado por esa área y no por alguna ingeniería o medicina.
Muchas veces me sentí inseguro de por qué alguien así se fijaría en alguien como yo. Nunca fui de baja autoestima, pero ella, ella siempre estaba un nivel por encima de todos. Me sentí inseguro, por mucho tiempo pensé que nunca podríamos estar en el mismo escalón; sin embargo, luego aprendí que nunca hubo distancia entre nosotros. Por cada paso que ella subió, yo estuve ahí sosteniendo su mano y viceversa. Ella no buscaba estar más arriba de mí en la escalera pero un paso adelante de mí era donde siempre iba a estar. Y sin importarle que me tuviera que ver desde abajo me amó porque para ella no había diferencias entre nosotros.
—Puede irse. Tuvo suerte esta vez.—Un policía me abre la puerta para que salga de la pequeña habitación de seguridad y yo confundido obedezco. Una vez afuera siento que puedo respirar sin embargo se me hace tan difícil tragar aire por el momento de tensión que viví que me obligo a ir a cubierta.
—Hijo, estás aquí.—Paul me sorprende por la espalda, parece que me venía pisando los talones. Lo ve un momento y distingo que sigue igual, tras años sin vernos el cariño prevalece. Instantáneamente, nos abrazamos y sé que tengo que pedir disculpas.
—Lamento todo lo que pasó, Paul. No quise comportar de esa manera pero la situación me sobrepasó.—Respondo sincero viendo la tranquilidad del mar y de la noche.
—No te preocupes Alonso. De haber sabido que ese desgraciado se encontraba tan cerca de mi hija hubiera hecho lo mismo—Niego con la cabeza y se posa junto a mí.—Pero tú, ¿como lo ha sabido?—inquiere.
—Mi padre, Don Paul. Ezrael trabajó para la compañía de mi padre en Canadá.
Parece entender por donde va la cosa.
—Con que así fue. Sí, lamento que hayan tenido que soportarlo pero lamento mucho más que mi hija se fijara en alguien como él.—En su voz se escucha dolor.
Su única hija siendo maltratada. Debí matarlo cuando pude.
Ambos nos quedamos en silencio.
—Cuando dos personas están destinadas a estar juntas, ni que lo quites ni que se pongan.—Sus ojos se iluminan al verme, me sonríe.—Me recuerdan mucho a Roxan y a mí cuando éramos jóvenes. Solo que Roxan nunca pasó por tanta desgracia como mi hija.