Amarte en pedazos.

☀17. Perdóname.

Alisson.

—Eres una estúpida. —Me repite una y otra vez Alessia mientras le coloca mantequilla a su pan. - ¿Por qué le dijiste todas esas mentiras, Alisson? —Continúa cuestionándome mientras llena toda su boca de comida.

No soy capaz de responder. Siento mi respiración entre cortada y deposito mi cabeza encima de la mesa. No me importa que haya personas alrededor, estoy teniendo una crisis existencial, de nuevo.

Luego de que Alonso me dejara sola en la habitación llamé a Alessia desesperada. Me tomó en brazos y pude expulsar toda la escoria que sintió mi corazón. No por Alonso, sino por mí. Luego de eso me llené de valor y le escribí una carta pidiéndole disculpa. La dejé en su pequeña mesa de noche con la esperanza de que la leyera al regresar.

—No te mueras aquí, Alisson. Hazme el favor y saca una de tus malditas pastillas contra la ansiedad y tómatela ya mismo. —Ordenó Alessia jalándome el cabello.

Refunfuñé, saqué de mi pequeña cartera dos pastillas y me las bebí con agua.

—Solo hay que esperar a esta noche. Todo se resolverá. —Me agarra la mano y la soba. Con su otra muñeca toma la cuchara y la sumerge en el pequeño tarro a mi lado. La levanta y la lleva directo a mi boca. —Aquí viene el aviooonciito... buscaando su hangaaar...—Dice de forma chistosa, me hace reír y me meto a la boca toda la cuchara, provocando que se me derrame un poco por los lados. Alessia también sonríe conmigo y me ayuda a limpiarme.

—Bueno las malas vibras, Adiós. —Expresa sacudiendo sus hombros.

—Cuéntame como te fue a ti ayer con ese tío linda que te liaste. La habitación no la dejaste hecha un desastre. —Digo sonriendo y comiendo los pocos bocados que le faltan a mi tortilla.

—Si supieras.... Si supieras, Alisson. —Suspira.

—¿qué pasa? ¿Ya te has enamorado? -—Bromeo poniendo los nervios de Alessia de punta.

—Pues claro que no.—niega rotundamente pero sé que hay un poco de mentira en sus palabras.

—Venga, suéltalo ya.

—Es que anoche no ha pasado nada. —Confiesa. —Lo único que hicimos en toda la noche fue hablar, conocernos, no en ese sentido. —aclara rodando los ojos y comiendo un pedazo de piña. —Se llama Alex. Tiene 25 años. Vive en España y está aquí solo por el crucero. No quiero contarte nada más pero es un excelente tío. —Comenta ilusionada.

—Yo confío en ti y en tus gustos amiguita... no eres como yo. —Alessia ríe bajo y tomo un poco de jugo.

—Nos va a acompañar hoy de compras. Espero que no te moleste.

Niego metiéndome el último pedazo de tortilla en la boca. Pero que rico estuvo este desayuno. Miro mi reloj: 9:20am y no sé nada de mi padre.

—¿A qué hora desembarcamos? —Pregunto levantándomelo de la silla y dejando mi servilleta en la mesa

—A las 10. Tienes media hora para hacer lo que desees hacer. —Me interrumpe.

—Nos vemos en la puerta a las 10:00 en punto. Buscaré a mi padre.

Alessia siente como puede mientras se mete esta vez un pedazo de una rosquilla en la boca. ¿Cómo puede comer tanto y no engordar?

Camino tranquilamente con todos mis pensamientos acumulados en mi cabeza. Tomo el ascensor para dirigirme a la habitación de mi padre muy pensativa. Estoy nerviosa por encontrarme a Alonso. Estoy nerviosa de que mi padre empiece a hacer preguntas. Estoy nerviosa de haberlo arruinado todo. Estay tan nerviosa porque no sé por qué le he dicho todas esas cosas a una persona tan buena como él.

En cuanto el ascensor se abre en un piso que creo que es el mío me dispongo a salir pero mi cabeza choca contra unos hombros altos y un peculiar perfume llama toda mi atención. Elevo mi mirada para toparme con los ojos de quién me ha chocado y me siento a desmayar. ¿Qué demonios hace Ezrael en el 3er día de crucero? ¿No lo iban a desembarcar ayer en las Bahamas? ¿Qué hago?

Me pego contra la pared del ascensor viendo a Ezrael completamente enfrente de mí. Tiene la barba más larga, los ojos apagados, bolsas debajo de sus ojos y luce tan asombrado como yo de verme. Marca un piso más arriba que el mío y suspiro un poco. Siento como todo sucede en cámara lenta, como el tiempo pasa extremadamente lenta cuando quisiera salir corriendo de ahí. Ezrael ni me mira y me da la espalda pero me sorprenden sus palabras.

—Lo siento. —Mira al piso ¿apenado? —Mi intención al venir aquí es pedirte disculpas por todo lo sucedido. —¿Crees que podamos ir a la piscina para hablar?

Dudo por unos segundos. Miro la hora. 9:25am. Tengo tiempo y ya no le tengo miedo. Asiento y marco el número correspondiente al lugar. Cuando salimos permite que yo pase primero y el resplandor del sol me ciega un poco. Caminamos en silencio hasta algunas tumbonas con bastante gente y me siento. Ezrael prudente deja por lo menos metro y medio de distancia entre nosotros. Saca un cigarro de su bolsillo y lo enciende. Algunas cosas nunca cambian.

—Mi intención nunca fue encontrarte aquí. -Comienza y me burlo de él.

—¿Ah sí? ¿Pretendes que te crea? —Pregunto. Ezrael se quita sus gafas de sol para verme directamente a los ojos.

—Pues sí. Lo pretendo. —Le da una calada al cigarro y ve el mar.—Fui a terapia, cumplí con mi servicio social, estuve unas semanas en la cárcel y estoy bajo medicación.

—¿Y? —inquiero viendo la hora de mi reloj. Necesito que vaya al grano.

—Que hice lo correcto. Solo quiero que lo sepas. —Le da otra calada y se acomoda. Se ve tan tranquilo ¿cómo puede estarlo?

—¿Y qué quieres que haga? ¿Qué te perdone?

—Me gustaría. —Confiesa con una leve sonrisa en su casa. —Es una fase para poder liberarme de todas mis cargas. ¿Sabes? -hace una pausa. —No pretendí nunca decirte esto aquí, en este crucero. Esto fue solo una casualidad.

—Las casualidades me tienen harta. —Comento alisando mi cabello. —Alonso mi primera casualidad y tú la segunda. —Ezrael ríe y yo no le veo nada gracioso al momento. Frunzo el ceño y se deja de reír.




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