Amarte en pedazos.

☀20. Vomito de unicornios.

Alonso.

Leo la carta de Alisson y mi corazón se hace pequeño. Pensaba que había tomado una decisión sobre lo "nuestro" pero sus palabras me revuelven los pensamientos. 

Al llegar a mi habitación luego de un poco de meditación por la cubierta del barco estaba casi completamente seguro de dejarla ir. De terminar con este amor que nos consume pero así es ella: impredecible. Te demuestra amor en un día y al siguiente odio. Justo como esta mañana. ¿Quiero eso para siempre? No. No lo quiero ni lo merezco.  

Ella piensa que es la única que sufrió con la pérdida de su familia y su brazo. ¿Qué hay de mí? Lloré a su familia porque también era la mía. Crecí junto con Gonzalo, de niños fuimos inseparables y en la adolescencia  Alisson y yo empezamos a serlo también. No solo perdí a un hermano, no solo perdí a una segunda madre para mí, también perdí a mi mejor amiga y confidente, a un amor puro y limpio que se estropeó. Pero eso no es todo. Me retrasé en la universidad, perdí mi empleo y amistades por ella. 

La diferencia es que yo no me arrepiento. Hubiera hecho eso y mucho más. Vendí mi auto para comprarme una camioneta donde Alisson se sintiera segura, muchas veces la ayudé a vestirse y lavarse el cabello porque le costaba. Nos convertimos en familia. Ella y yo. Pero no hice suficiente... 

Prefiero estar solo entonces porque su concepto de amor es tan manipulado a su beneficio que no quiero volver a estar con alguien que me exija lo mismo que ella. Volverme a entregar para recibir las mismas heridas me asusta tanto. 

Mientras salgo de la habitación casi puedo jurar que Paula está caminando en la dirección de la que yo me alejo. Miro al piso negando con la mirada. 

Tantas horas sin comer me afectan. 

 Me dirijo a la piscina pero no me encuentro con una escena agradable. Siento una impotencia con la imagen que tengo enfrente. Alisson y Ezrael hablando, cercanos, a lo lejos en unas tumbonas. Ella no se da cuenta de mi presencia pero Ezrael me mira. No evado su mirada pero sé que la mía está a punto de estallar. 

¿Qué hace cerca de ella? 

Mis ganas de ir a romperle la cara desaparecen en cuanto detengo mi mirada en mi pelirroja. Se ve cómoda, casi puedo decir que "feliz" pero un nudo se me hace en el estómago. 

Esta vez no. No parece estar en riesgo así que decido no interponerme en lo que no es de mi incumbencia. 

¿Eso es lo que quiere ella, no?

Doy media vuelta observando a Ezrael una última vez y entro al bar de la piscina del barco. Me acerco a la primera papelera que veo y tiro la carta que me dio Alisson. 

No habrá un "nosotros". No iré a las 12 a la cubierta. 

Desayuno solo y quieto en uno de los tantos restaurantes del barco. Me sirvo mi comida favorita. Mi teléfono suena un par de veces pero no quiero contestar. 

Alzo la  mirada y  una chica de una mesa cercana me observa pero aparta la mirada en cuanto la descubro. Tiene el cabello rubio, largo y pestañas hermosas. No es de tez blanca pero su color combina perfecto con sus ojos. Se ve delgada y tranquila haciendo anotaciones en una pequeña libreta que lleva. Continuo comiendo y pasan otros 20 minutos donde ella y yo seguimos con el jueguito de las miradas, no obstante siempre he sido bastante tímido así que no hago ningún movimiento. La veo pararse—casi decepcionada— se marcha. Cuando pasa por mi lado nuestras miradas se vuelven a encontrar. 

Espero unos minutos y dejo la propina en la mesa. Mientras estoy parado veo que en su mesa está su cuaderno de anotaciones. Miro a ambos lados para ver si la encuentro pero es en vano porque ya se ha ido. Agarro el cuaderno en mis manos, vaya que es hermoso. 

¿Lo abro o no lo abro? Puede tener cosas personales 

Decido  abrir la primera página y encuentro lo que busco su nombre. Unas hermosas letras dejan ver el nombre de la chica de las miradas: Melissa. 

Ojeo un par de páginas. Todas con anotaciones y muchos colores.  

Esta libreta parece vomitada por unicornios.

—Lo sé pero a mi me gusta.—me dice una cálida voz y yo me volteo para verla. Es ella. 

—Lo siento.—Respondo.—No quise decirlo en voz alta.—Aclaro y ella sonríe ligeramente y toma la libreta de mis manos. 

—No te preocupes, no es la primera vez que me lo dicen.—Me quedo inexpresivo con ella en frente de mí. Seguro dejó la libreta apropósito... —No la dejé apropósito.—Menciona tambaleándose sobre sus talones como una niña pequeña. ¿Puede leer mi mente?—Me llamo Melissa.

—Si, lo pude leer.—Respondo algo amargo. De cerca se ve mucho más niña que de lejos. Sus facciones, su piel y sus ojos. No debe tener más de 20 años, tal vez no llega a los 18. A ella se le esfuma la sonrisa de los labios por mi respuesta brusca. 

—Gracias por cuidármela.—Nerviosa pone la libreta detrás de su espalda y continúa tambaleándose. Estoy bastante incómodo por probablemente "coquetear" con una adolescente. Esperen ¿las miradas son coqueteo? No lo sé, no tengo experiencia en esto. 

—De nada.—Respondo tranquilo.—Nos vemos.—Paso por su lado de manera rápida y respiro fuerte tras alejarme pero siento un jalón por mi brazo. Melissa me ha agarrado. Volteo ligeramente y veo su pequeña mano en mi codo. Las uñas de sus dedos están pintadas de un color tan rosado como el de Hello Kitty. 

—¿No me vas a decir tu nombre?—Pregunta acercándose a mí con esa misma mirada.

Esto tiene que ser una broma. 

—Alonso.—Me separo de ella y salgo del restaurante.  

Se ve tan dulce, tan ligera, tan inocente. Como una pequeña hermana menor. Volteo para asegurarme de que nadie me haya visto como si hubiera cometido un crimen. La imagen de Alisson molesta y frunciendo el ceño irrumpe mi cabeza. Me la imagino con su cara de desaprobación, con sus ojos manipuladores, labios apretados y brazos cruzados. 




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