Amarte en pedazos.

☀36. Nueva York Parte 3.

Dylan. 

No saben como la quise, como la quiero y como la querré. Esa mañana, después de hacerla mía como tanto desearon mis sueños rompimos las barreras de lo "correcto" para ella. 

Flashback.

¿Quieres ir a tomar algo?—Le pregunto en las puertas de su galería. Ella, aún agitada por lo de hace rato, está preciosa. Con un brillo en los ojos indescriptible y una sonrisa de pícara. Luego de vestirnos ninguno fue capaz de mencionar una palabra sobre lo sucedido. Bajamos las escaleras con cuidado y llegamos hasta donde estamos sin decir una palabra.

Alisson piensa un poco su respuesta. ¿Por qué lo piensas tanto? Yo no tengo por qué pensar nada cuando se trata de ti. —Creo que no deberíamos hacerlo.—Dice rompiendo mis ilusiones. 

¿Segura?—Le pregunto de nuevo pero antes de que responda un hombre entra a la galería, saludando a Alisson. 

Debo irme.—Dice rápido y cierra la puerta tras de ella para atender al hombre de barba que entró. Me quedo ahí, parado viendo a través del cristal como ella desaparece en la galería con aquel sujeto. 

Un hormigueo recorre mi cuerpo y celos sin explicación aparecen en mi cabeza. Camino lentamente por la acera, pensando en todo lo que ha sucedido y en la figura del hombre de momentos atrás. Una pregunta pasa por mi cabeza pero intento deshacerla de manera rápida. ¿Será su novio? ¿Esposo? ¡Por Dios! En verdad no la conozco, estoy locamente perdido de una total desconocida... aunque yo también soy un misterio para ella, supongo. Agarro mi teléfono móvil y saco una pequeña tarjeta con su número que he cogido de su escritorio. Agrego su teléfono y veo su WhatsApp. Es solo una foto de ella, sonriendo, que hermosa. Veo su estado: Disponible. Inevitablemente busco Instagram rápidamente y me dirijo a su perfil pero lo tiene privado... me arriesgo y la solicito seguir. Me armo de valor y decido escribirle un mensaje. 

"Hey, soy Dylan. 

Mira, comprendo si lo de hoy te ha incomodado, no era mi intención. No tenía planeado que esto sucediera entre nosotros. Te prometo que si aceptas mi café o la bebida que quieras hablaremos solo como dos adultos. Quiero que nos pongamos al día después de todo lo que ha sucedido en estos años. 

Besos y abrazos."

Envío el mensaje y a los pocos segundos veo como está en línea, las dos palomitas se tornan de color azul pero no recibo respuesta. Reviso el WhatsApp varias veces después pero en vano. Me ha dejado en Azul... Sin darme cuenta me he perdido por las calles de N.Y. El ruido, la turbulencia de las personas y el humo del ambiente me abruman por lo que tomo un taxi y le indico que me dirija a mi hotel. Todo a mi alrededor es hermoso aunque no estoy disfrutándolo del todo. ¿Por qué no recibo respuesta? Más dudas se desarrollan en mi mente. Acostarme con ella ha arruinado cualquier oportunidad de decirle que siempre la he querido. 

Al llegar a mi habitación me tumbo en la cama, miro el techo y prendo la televisión. La ansiedad crece. Me dirijo al baño para lavarme la cara e intentar despejar mis pensamientos que no controlo. Reviso constantemente el teléfono. Lo reinicio con la esperanza de que aunque tenga señal los mensajes no entren. Desactivo los datos, coloco el modo avión pero nada funciona. Ella no responderá y debo aceptarlo. Hacer esto no significa que dolerá menos. 

Elevo la cabeza para ver mi rostro en el  espejo. Estoy más blanco, tengo algo de ojeras debajo de mis ojos y sé que he perdido peso por la quimioterapia. Paso mi mano por mi cabello desordenado pero un poco de este se queda en mi mano. Vuelvo a pasar mis dedos por mi cráneo y noto como más cabello se queda entre mis yemas. No puedo evitarlo, algunas lágrimas salen de mis ojos. Tardó en suceder, pero lo hizo. No quería parecer más enfermo, no para Alisson. Nada está saliendo como lo quería. No estaba en mis planes parecer un tío que se ha acostado con ella y ya, mucho menos que se entere de que tengo cáncer y crea que seré una carga ya sea como amigos o como algo más... si es que llegara a suceder. 

Golpeo fuertemente el lavamanos y sé que no me podré controlar. Un ataque de ira activa mis instintos y las ganas de golpear algo fuertemente me invaden. Aún sabiendo que debo controlarme no lo logro. Siempre he sido así, he tenido estos ataques de rabia cuando las cosas van mal. De pequeño mi madre no pudo ayudarme y de grande mucho menos. A pesar de que intento reprimirlo siempre me ganan, siempre me dominarán mis emociones pero yo no a ella. Y es que... ¿Qué es lo que siento en este momento? Impotencia. ¿Por qué a mí? ¡Me aterra morir de cáncer! ¡Tengo miedo de perder una extremidad! ¡Quiero vivir! 

Lanzo el teléfono por alguna parte de la habitación y salgo dando un fuerte portazo. Meto las manos en mis bolsillos mientras salgo del hotel, camino sin rumbo por las calles de N.Y otra vez. El sol está fuerte, es un día caluroso, me detengo cuando encuentro lo que busco. 

Buenas tardes.—Saludo cajera.—Quiero un corte de pelo, por favor.—Ella me hace ojitos y asiente. 

Un chico me atiende rápido y comienza con su labor. Cuando termina, le doy las gracias y me dirijo a pagar.—Quedaste bastante guapo.—Me dice como cumplido la chica de  ojos negros. Sonrío levemente sin darle importancia. Saco mi billetera.—El corte son 15$—Me dice y asiento. Le entrego un par de billetes y me dispongo a salir. —Espera.—me detiene en voz baja.—¿No quieres mi número?

Veo como de manera descarada exhibe más el escote en su pecho y volteo los ojos cansado. —Tienes más que ofrecer que eso.—Le digo dejándola boquiabierta. Salgo de la tienda para regresar al hotel. 

El Dylan de años anteriores, aquel que se interpuso entre Alonso y Alisson, se hubiera acostado sin pensarlo con esa zorra. Porque a mi me encantaban así, fáciles y que no diera mucho trabajo. Estuve tan acostumbrado a mujeres sin historia, sin nada interesante además de su físico que cuando Alisson y yo discutíamos en clases por tener dos puntos de vista distintos su intelecto me sacaba de mis casillas. Me volvía loco su manera de pensar, en el buen sentido. Por una parte sabía que tenía razón pero por otra... yo  no iba a dejarle las cosas tan fácil, le daría pelea aunque supiera que me ganaría al fin y al cabo. Es así como poco a poco su sombra me fue cautivando, su manera de actuar, de ponerse nerviosa  y de hablar en otros idiomas. Orgullosamente presté atención a mis clases de francés. ¿Por qué? Porque era ella quién las dictaba la mayoría de las veces, cuando la profesora se ausentaba. Admito que le hice la vida imposible en cada una de ellas, ocultando cuánto me gustaba mediante malos tratos e insultos. 




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