Amazonas | Libro 2 | Saga Estaciones

Capítulo Seis

Andrea yacía boca abajo en el suelo e Ian se esforzaba por encontrar la bala, ya que no había orificio de salida

Andrea yacía boca abajo en el suelo e Ian se esforzaba por encontrar la bala, ya que no había orificio de salida. Afortunadamente, el disparo dio en su omóplato derecho y mi amigo aseguraba que sabía cómo tratar la herida. A pesar de la promesa de no dejar que muriera desangrada, no fue sencillo convencer a Canek. El hombre estaba renuente a confiar el bienestar de su hermana a otra persona. Yo no serví de mucha ayuda, todavía estaba en shock por la reciente presencia de una persona que no esperaba ver hasta el día de mi muerte.

Los amazonas corrían de lado a lado llevando recipientes con agua, ya que su campamento se quemaba y el bosque también. Tenían que evitar que el fuego se extienda, porque se podría convertir en algo que destruiría la mitad de la selva. Al parecer, el helicóptero explotó en el aire y los restos que aterrizaron en los árboles y las casetas estaban incinerando todo a su alrededor. El olor a humo llenaba mis fosas nasales y sabía que, de no lograr parar el fuego, tendríamos que mover a Andrea a un lugar más lejano.

—Mientras no encuentre el resto de la bala, no puedo cauterizar, así que el sangrado no parará —dijo Ian mientras presionaba la herida. La tierra absorbía la sangre que caía de entre los dedos del miembro de La Fuerza—. Necesito pinzas o algo que me ayude a sacar los pedazos, no los puedo encontrar con mis dedos.

No conseguiríamos eso, no a tiempo. Ian había estimado que tenía unas seis horas hasta desangrarse. De ninguna manera era tiempo suficiente ya que la opción de ir al campamento de los exiliados no era algo viable, estaba muy lejos según Canek. El tiempo, la distancia y el escenario estaban en nuestra contra.

—Podríamos usar una navaja —dije en cuanto se me ocurrió—. ¿Alguien tiene alguna?

—Si le quitamos la punta a la lanza, serviría —intervino Pablo, quien permanecía parado junto a Canek. Sin esperar ninguna palabra más, el hermano de Andrea le quitó la lanza a Pablo y comenzó con la tarea. Ian lo detuvo.

—No sé mucho, pero introducir eso en su cuerpo tal vez sea peor que no hacerlo. Necesitamos algo limpio —dijo. Con ambas manos, una sobre la otra, hacía presión en la herida sangrante.

—¡Entonces qué hacemos! —gritó Canek, asustándome en el proceso—. Usamos lo último del alcohol en ella —me dirigió una mirada bastante acusatoria. Me culpaba por no tener lo necesario para ayudar a su hermana.

—Hey, hermano, ella no tiene la culpa —murmuró Pablo poniendo su mano sobre el hombro de Canek—. Buscaremos la forma, siempre lo hacemos.

Las palabras hicieron efecto gradualmente. Al final, retiró su atención de mí y se concentró en su hermana. La miraba con intensidad y pasaba sus dedos por su cabello. Lucía asustado y contrariado al mismo tiempo, como si tuviera que tomar una decisión muy difícil. Entonces, apareció Elsa con arma en alto, apuntando a cualquiera que se moviera demasiado rápido.

—¿Me voy un momento y destruyen el campamento de los amazonas? —preguntó. No parecía alterada, ni siquiera cuando vio a Andrea inconsciente y a Ian con sus manos sobre ella. Luego miró a Canek, como preguntándose por qué no era él quien estaba ayudando a su hermana, o tal vez, sorprendida de que el hombre haya dejado a alguien más poner las manos sobre la chica.

La verdad era que las cosas pasaron demasiado rápido. El shock de ser casi asesinada y luego rescatada por la persona que pensé estaba muerta, seguía presente, haciendo que mi corazón se mantenga latiendo a una velocidad poco saludable. El sudor se había acumulado en mi frente, ya que estaba temblando por el miedo y la adrenalina. No me resultaba agradable todo el escenario repentino en el que me encontraba. Sinceramente, ¿a quién lo haría? Creí por mucho tiempo que lo más loco que alguna vez me pudo haber pasado fue estar fuera de los muros internos de Primavera cuando los de afuera entraron. Qué lejos estaba de la realidad. No obstante, no había manera de que previera lo que pasaría años más tarde: yo fuera de los muros y descubriendo demasiadas cosas para mi psique ya débil desde hace mucho tiempo.

Hasta ahora entendía que todo era un juego estratégico de ganar y perder, en el que ganar significaba sobrevivir y perder se traducía en la muerte. Y las personas luchaban las unas a las otras para asegurar su propia supervivencia. Pasaba lo mismo en Primavera, cada uno tratando de sobresalir en su propio nivel y, si es posible, escalar a uno más favorable de la manera que fuera. Solo que allí dentro era mucho menos visible, todos sabían qué pasaba, pero nadie hablaba de ello. Aquí era diferente, se podía sentir el peligro en cada hebra del cuerpo. Aquí como allá era todo un reto sobrevivir, solo que de maneras diferentes y con distintas ventajas de unos sobre otros. Aquí fuera, en la verdadera intemperie, nadie era más que nadie, sobrevivía el más capaz de hacerlo y ese era el reto, ser o convertirse en alguien capaz, y ya que yo no lo era, tenía que convertirme, porque de lo contrario no duraría mucho tiempo aquí. O como había dicho Elsa, yo viviría, pero Ian no estaría para verlo.

Canek puso a la mujer al tanto de todo lo que había pasado, evitando el detalle de que si no fuera por Pablo, Ian y yo estaríamos muertos. Seguro no le pareció relevante decirlo, aunque yo no estaba de acuerdo. El hombre que le disparó a Andrea, ignoró por completo a Canek, quien auxiliaba a su hermana una vez esta cayó producto del impacto. A nosotros por el contrario, de no haberlo impedido, ya estaríamos muertos. Él se dirigió directo hacia donde me encontraba y estaba dispuesto a matarnos. Alguien más debió encontrar curiosos ese dato, además de mí.




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