Amazonas | Libro 2 | Saga Estaciones

Capítulo Catorce

Comí el desayuno dos veces

Comí el desayuno dos veces.

Una cosa llevó a la otra y aquí estaba, sentada junto a Andrea, viendo cómo ella se comía todo su desayuno, sin preocuparse por guardar lo que pudiese en una bolsa de plástico, tal como yo lo había hecho. Ya me comenzaba a preguntar si Canek me dijo eso como broma, pero Andrea me tranquilizó al respecto.

—Muchas personas hacen eso aquí adentro —me contó mientras masticaba lo que parecía un pedazo de carne seca. ¿Quién comía carne en el desayuno?—. Es útil por si nos quedamos sin comida, o si quieres intercambiarlo por algo que alguien más tiene.

—¿Intercambiarlo? —pregunté con voz baja, ya que un par de personas desayunaban una mesa más allá de la de nosotras, y me sentía incómoda.

—Sí, ya sabes —respondió inmediatamente. Luego se dio cuenta de su error—. Pero qué tonta. ¿Cómo lo sabrías? —se reprendió a ella misma. Terminó de masticar—. Verás, aquí tenemos lo necesario y no nos esforzamos por tener más. Es decir, si salimos de excursión es por comida o por alguna cosa realmente útil, y nada más. Sin embargo, hay gente que trae cosas no tan necesarias. Eso es lo que intercambian por comida, si es que está escasa. Mamá no lo prohíbe sin son cosas sin importancia, ya sabes, cosas para el cabello, toallas, hasta bálsamo de labios.

—¿Entonces, podría guardar comida e intercambiarla por bálsamo para labios? —Me urgía uno, porque mis labios estaban tan secos que pronto comenzarían a partirse y todos lo verían.

Andrea asintió.

—Pero es preferible quedarse con la comida. ¿De qué te servirá el bálsamo si te estás muriendo de hambre?

En eso tenía razón. Tenía que ser inteligente al respecto.

—Entonces, si no tengo nada que intercambiar, pero necesito algo que alguien más tiene, ¿cómo le hago?

—Normalmente te diría que no hay manera, pero tú tienes algo muy valioso que tal vez te sirva.

—¿Qué?

Ella simplemente dio unos toques a su cabeza. Abrí mis ojos con sorpresa y horror.

—No creo que pueda deshacerme de mi cabeza, le he agarrado mucho cariño —susurré. Andrea se comenzó a reír al punto que se agarró del brazo, porque le causaba dolor. Después de casi un minuto, habló.

—Me refiero a lo que sabes —explicó.

—Y eso sería...

—Puedes contarles historias a los niños, ellos amarán eso.

Oh. Ahora comenzaba a entenderla. Sin embargo, por qué intercambiaría historias por algo material, y más aún si era para niños. ¿Cómo me haría ver eso como persona? Le expuse esa preocupación a Andrea, porque ella fue la de la idea en un principio.

—Mira, aquí las cosas no son diferentes de cualquier lugar. Todo tiene un precio en esta vida. A cambio de que los del equipo de excursiones salga en busca de comida, los demás tienen que trabajar en algo aquí. Lavan la ropa, preparan la comida, enseñan, limpian, inspeccionan la electricidad, potabilizan el agua. En tu caso, contarías historias, porque eso es lo que tienes, nadie más en este lugar puede hacerlo mejor que tú, eso te lo garantizo. El trabajo intelectual es tan valioso como el manual, no te desvalores a ti misma.

—Aun así se siente... —me callé cuando un grupo nuevo de personas ingresó—. Quiero hacer uno de esos trabajos —hablé una vez ellos desaparecieron por el pasillo que daba a la cocina.

—Dime lo que quieres hacer y lo arreglaré.

—No estoy segura.

—¿En qué eres buena?

La pregunta me dejó pensativa. La inseguridad comenzó a hacerse espacio por todo mi cuerpo. Era una inútil, no sabía hacer absolutamente nada útil aquí. Podía manejar un sistema de comunicaciones de manera decente, pero dudaba que aquí tuvieran uno. También podía hacer inventarios de comercio de una forma que los dejaría impresionados, pero ¿cómo podría sacarle provecho aquí? Toda mis enseñanzas se centraron en prepararme para dirigir la administración de mi nivel en un futuro y literalmente para nada más. Aunque...

—Creo que sé hacer pan —le expuse. De tantas horas que pasé en la cocina junto a Eliel, había visto a su madre hacerlo muchas veces. Nunca lo hice por mí misma, pero no debía ser tan difícil.

—Excelente —apremió con una sonrisa, aunque con cada segundo se iba perdiendo—. Será muy útil cuando tengamos harina. —El mínimo entusiasmo que me permití tener desapareció. Pues si no tenían harina, mucho menos levadura—. Pero si quieres estar en la cocina, no habrá problema en unirte allí. Hay más cosas que puedes hacer y es muy fácil. Igual no tenemos muchos alimentos, por lo que los menús cinco estrellas están descartados. Además, no tendrás turnos nocturnos, como Canek o Pablo.

Eso llamó mi atención.

—¿Ellos tienen turnos nocturnos? —pregunté fingiendo distracción, aunque estaba muy atenta a la respuesta.




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