Rodó los ojos por tercera vez en la noche al oír a su amiga gritar con diversión. Al menos una de las dos sí estaba disfrutando de la fiesta. Viernes por la noche después de una larga, cansina e interminable semana, y Amber estaba allí, intentando ser una chica normal sin tantas preocupaciones ni problemas.
Pero sí que las tenía.
— ¡Vamos, Amber, diviértete! —gritó Hale mientras se movía al ritmo de la música.
Por lo menos tampoco estaban en la mansión de su tía. Porque entonces estaría nerviosa y tensa.
— Eso hago... —refunfuñó mientras sus ojos, casi de manera inconsciente, se movían sobre todos los jóvenes del lugar que gritaban y bailaban.
Estaba buscando a alguien y solo de pensar en él ya se ponía nerviosa.
— Ya vendrá, Amber, deja de buscarle —Hale interrumpió sus pensamientos con una carcajada—. Además, ¿al menos te conoce?
Sólo a veces era capaz de odiar la frialdad y el crudo realismo de su mejor amiga. Porque, por mucho que le doliera, tenía razón. De todas formas, ¿quién no había estado alguna vez enamorada de Taylor Bradford?
Los famosos Taylor Bradford y Drake Donovan, el par de muchachos que tenían suspirando a toda la población femenina de la universidad. Eran el amor platónico de media población femenina de aquella universidad.
—Tienes razón —refunfuñó ausente.
Había estado flechada por ese muchacho por casi dos largos años desde que lo vio por primera vez. Rudo y elegante, sentado en su lujosa moto y con una costosa chaqueta de cuero puesta sobre los hombros. El típico chico que todos adoraban y el mismo idiota que las chicas deseaban doblegar.
— Al menos no eres una chica desesperada —Siguió burlándose su amiga mientras daba un largo sorbo a su vaso de plástico—. Como tu linda prima, por ejemplo —ironizó—. Me da vergüenza ajena cada vez que la veo intentando obtener la atención de Bradford. Es muy vergonzoso. La pobre chica ya no sabe qué hacer para tenerlo entre sus garras
Penoso, pero muy cierto.
— No me sorprendería si Megan vuelve a hacer el ridículo una vez más —siguió riendo Hale.
En cambio, y según las mismas palabras de su prima, Aaron Foster estaba mucho más a su alcance, aunque en un segundo plano.
— No me interesa, hoy no me encargaré de ella —bufó exasperada—. Vine a divertirme, no a llevarme más problemas.
Porque si Foster era creído y altanero, Bradford lo era mucho peor. Y aun así... le gustaba, por muy contradictorio que pareciera. Pero entonces algo sucedió y todo su cuerpo se tensó en respuesta. Sintió una mirada puesta en ella con intensidad, casi atravesándola como si quisieran perforarla.
Se movió inquieta, enrollando un mechón de cabello castaño entre sus dedos, nerviosa, hasta que finalmente lo vio. Frunció el ceño y lo encaró con rebeldía. Apenas lo había visto ciertas veces en Gregory's, incluso se lo había cruzado en los pasillos de la universidad, pero después de aquella vez que estuvieron encerrados en el armario, no habían vuelto a intercambiar más palabras de las necesarias.
Y ahora, al parecer, y después de tanto tiempo, Aaron Foster no dejaba de observarla con interés. Aun así, le fue imposible no sonrojarse con violencia al ver aquellos ojos azules sobre ella todo el tiempo. Incluso cuando alejó la vista e intentó continuar divirtiéndose, bailando con sus mejores amigas, sentía que perforaban su nuca con insistencia. Aaron Foster, lo había visto innumerables veces cuando llegaba a la casa de su tía a escondidas para verse con Megan.
— Ya regreso —Les dijo a sus amigas antes de encaminarse a los baños.
Pensaba refrescarse un poco, relajarse y escabullirse de la intensa mirada del chico.
O eso intentó hacer.
Porque ni siquiera había llegado a la puerta de los servicios cuando alguien se plantó al frente suyo. Fue tan repentino y brusco que, inevitablemente, chocó contra un firme pecho. Levantó los ojos con la intención de exigirle disculpas pero tampoco pudo. Se quedó congelada, el calor azotando sus mejillas al ver al tormento de sus pensamientos al frente suyo, observándola con fastidio. Acababa de derramarle la bebida sobre la ceñida remera del chico, empapando su torso.
Era él quién debía exigir disculpas.
— Que torpe eres, joder... —gruñó Aaron, haciendo inútiles intentos por limpiarse.
— Lo siento, no te vi y...
— Lo noté —Le dijo cortante—. Fíjate por dónde caminas
Se cruzó de brazos, enfadándose por aquella actitud tan fría y pedante. Era interesante que el mismo Foster podía llegar a ser muy simpático y lindo con la chica indicada, sobretodo con una muchacha muy guapa.
— Ya dije que lo siento, no te vi y... de todos modos tú también deberías fijarte por dónde vas
Ese día estaba demasiado fastidiada como para dejar que uno de los ligues de su prima se creyera en el derecho de pasar encima suyo.
Empezó a rodearlo pero él la detuvo en seco.
— ¿A dónde crees que vas? —farfulló él entre dientes—. Tú arreglarás esto
Si hubiese sucedido con otra chica que no fuera ella, hasta pensaría que era una de sus tácticas para coquetear.
De todos modos, ¿qué sabía ella de esas cosas?
— Aaron, lo siento pero no...
Intentó zafarse de su agarre, desesperándose cuando el chico empezó a jalar de ella.
— ¡Suéltame, no iré a ningún lado!
No importaba que hubiesen muchos jóvenes allí también. Estaban muy ocupados bebiendo, fumando o bailando como para prestar atención a sus gritos.
— Vas a solucionar esto, es mi camiseta favorita.
Hasta que entraron a los servicios.
Abrió los ojos en desmesura, aún en sus vanos intentos por soltarse al ver que entraban a los baños de hombres.
— ¡¿Qué estás...
Un par de chicos gritaron al verla allí, levantándose las braguetas y saliendo como si acabaran de ver a un demonio. Estupendo, porque tampoco esperaba que le sonrieran.
¿Por qué se asustaban de ella?
— Hermano, las chicas no pueden... —intentó decir uno de ellos.
— Calla, ese es mi problema
— ¡¿Estás loco?! —Le gritó a Foster mientras él rodaba los ojos— ¡¿Me has arrastrado hasta aquí por una camiseta?! ¡¿En serio?!
Era en esos momentos cuando realmente se cuestionaba qué era lo que Megan veía en él. Sí, era muy atractivo pero...
Sus ojos se perdieron en el torso desnudo del chico cuando empezó a retirarse la remera. Se quedó boquiabierta, admirando sorprendida los abdominales que se marcaban en Aaron con facilidad en cada flexión. De pronto no se veía nada mal. Por supuesto, iba bien con el prototipo de chicos que Megan elegía.
— Joder, ¿tan bueno estoy que siempre estás comiéndome con la mirada? —rió él, deslizando la mano sobre la suya—. Puedo traerte fotos mías y posar para ti, princesita— se burló.
Se sonrojó por tercera vez en esa noche y alejó la mirada de la oscura intensa de Foster.
— No te estaba comiendo con la mirada —murmuró avergonzada.
Un par de fríos dedos se posaron bajo su mentón con suavidad, haciendo que su rostro girara hacia él nuevamente.
— No me importa que lo hagas —sonrió con sinceridad antes de aventar la camiseta en el rostro—. Ahora, soluciona esto, nena
Presionó los puños al tomar la prenda entre sus dedos.
— Te daré otra.
Soltó un bufido exasperado al verlo apoyándose sobre la puerta con aspecto relajado. Y cruzado de brazos, no dejaba de mirarla con diversión.
— Yo que tú me apresuraría, hay chicas esperando por esto —rió el castaño mientras se señalaba el pecho desnudo.