Amber

Capítulo 7: EXPECTATIVAS EQUIVOCADAS

Expectativas equivocadas

Porque, de nuevo, ¿quién le mandaba a fijarse en un idiota como Taylor? Caminó enfurruñada por el pasillo antes de sujetar a Foster del brazo y prácticamente arrastrarlo fuera. Se moría por saber qué era lo que ellos dos habían tenido, pero no podía preguntar. Sería quizá una falta de respeto.

— ¿Qué demonios tuviste con Bradford? —preguntó curiosa, el reciente enfado aún destilando en su voz.

Él se sacudió de su agarre y le dirigió una lánguida sonrisa orgullosa, aunque un destello de furia y frustración brillaban en su mirada. Lo cual le sorprendió gratamente que aún con lo que acababa de suceder, Aaron aún sonriera de esa manera tan arrogante.

— Te dije que Taylor era una mierda —respondió insistente, sacudiéndose el cabello.

— Esa no es una respuesta.

Le dirigió una mirada fugaz y sonrió aún más.

¿Dónde está mi remera?

Y sí, seguía siendo igual de exasperante. Después de todo, no se podía cambiar en menos de diez minutos.

— La olvidé.

— Mentira, no la tienes.

— No es...

Detuvo cualquier palabra al ver la mirada lasciva del chico, fulminándola con la mirada lentamente. Y ella seguía sin comprender qué tenía esa prenda para enloquecer a Aaron.

— Te dije que yo no bromeo, ¿dónde está la jodida remera?

Sonriendo nerviosamente, se alejó de él una vez llegaron al estacionamiento.

— Mañana... Puede que mañana recuerde traerla.

Y por segunda vez, Aaron la sujetó del brazo. La arrastró hasta su auto y la obligó a entrar a empujones.

— ¡La quiero ahora!

— ¡Es sólo una estúpida remera! ¡¿Por qué tienes que preocuparte por tonterías?! —gritó frustrada cuando él cerró la puerta. Se llevó las manos a la cabeza y gritó aún más.— Una tonta remera, no puedo creer que estoy aquí solo por una tonta remera que a nadie le importa.

Acababan de suceder muchísimas cosas como para al menos sopesarlo. Primero, acababa de enterarse de que Taylor Bradford, su amor platónico, solo se había acercado a ella por intereses externos. En segundo lugar, Aaron escondía algo que la llenaba de una curiosidad increíble. Y, por último...

— Tengo clases, déjame ir —inventó mientras él encendía el auto.

— No es cierto, aún estás libre.

Frunció el ceño ligeramente y lo miró acusatóriamente.

¿Cómo sabes?

Levantó una ceja hacia ella y rió nuevamente.

— No creo que seas tan tonta como para faltar solo para darle unos papeles al idiota de Bradford, ¿o sí?

Frustrada, abrió y cerró la boca sin saber qué debía decir exactamente.
Era su culpa por haber sido tan confiada. Además, ¿cómo demonios había acabado en el auto de Foster? No solo eso, realmente era muy curiosa hasta el punto de querer averiguar qué era lo que sucedió entre Aaron y Taylor para que dejaran de ser amigos. Porque, para empezar, ni siquiera sabía que ellos se conocían. Sabía que Bradford era muy especial en cuanto a sus amistades. Y por otro lado estaba Foster, tan arrogante y altanero. Parecía creerse siempre el rey del mundo, hasta que Taylor apareció.

— Sinceramente, Aaron, ¿a dónde estamos yendo?

Giró a verle, con el rostro sereno, el ceño ligeramente fruncido y los ojos oscuros puestos en la carretera mientras conducía. Parecía algo tenso pero aún demasiado pensativo, estaba sumido en los pensamientos como si hubiese algo que no lo dejaba tranquilo.

— Necesito despejarme —murmuró él en un hilo de voz.

¿Y yo qué demonios tengo que ver en eso?

Aaron ladeó el rostro por un escaso segundo hacia ella y sonrió. Una increíble sonrisa que, sin poder evitarlo, le calentó las mejillas con violencia. Pero ahora, extrañamente, no era una de aquellas sonrisas arrogantes ni mucho menos burlonas. Era una débil y fría, arrancada de lo más hondo de su ser. De pronto, sin saber por qué, extrañó al Aaron sonriente que no dejaba de decir tonterías y banalidades. Quizá prefería eso que tener que soportar tanta seriedad y frialdad en esa mirada azulina cada vez más oscura. Una mirada intensa que no dejaba de ponerla nerviosa.

— Te cruzaste en mi camino, pequeña preguntona —respondió en un hilo de voz. Chasqueó la lengua, frustrado, y levantó la ceja con languidez hacia ella—. Mira, te agradecería mucho que dejes de preguntar. Vamos al centro y, si eres una niña buena, puede que te compraré un helado.

Sonrió ligeramente al verlo reír por su propio chiste. Aunque aquello apenas duro unos instantes porque, luego, estaba cruzada de brazos y lo fulminaba con la mirada.

— No soy una niña y no necesito que me compres ningún helado —refunfuñó.



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En el texto hay: celos, celos y drama, corazon roto

Editado: 18.06.2020

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