Descubiertos
Amber parpadeó confusa entre sueños.
Podía oír voces lejanas, pero apenas. Inconsciente, se acurrucó cómodamente entre los fuertes brazos que la sujetaban.
- ¿Por qué jodidos no le dijiste a otro que la llevara a su habitación? -gruñó Aaron con fastidio cuando subió las escaleras detrás de Megan.
- Bueno, sabes que si mi madre te encuentra, no tendremos problemas -respondió Megan como toda respuesta-. Joe está esperándome -rió con picardía. Incluso pudo imaginarla jugando con su cabello delante de él-. Así que tú encárgate de ella. Ya sabes qué hacer, siéntete libre de hacer lo que quieras.
Aaron Foster chasqueó la lengua enfurruñado cuando la vio irse directa a su habitación.
¿En qué momento se había convertido en el niñero de Larousse?
Era más de media noche y los únicos en la mansión eran Amber, dormida entre sus brazos, y Megan y Joe, seguramente divirtiéndose en privado.
Hubiera sido una mejor idea quedarse en la soledad de su apartamento, viendo series, leyendo algo o invitando a alguna de sus amigas a pasar una noche increíble.
- Demonios, por mí te dejaba tiraba allí abajo, Larousse -murmuró fastidiado a la castaña dormida que continuaba sujetando sin cuidado alguno.
El silencio y la oscuridad lo invadieron de sobremanera mientras recorría el largo pasillo. Y todo lo que podía oír era la pausada respiración de Amber que chocaba contra la piel de su cuello. Porque ella estaba tan cerca que podía sentir un delicioso aroma invadir sus fosas nasales.
Inspiró profundo y, sin poder evitarlo, soltó un largo suspiro que pareció jamás terminar.
Las frías manos de la castaña acariciaban su mandíbula con suavidad, aunque a él le parecía que quemaban sobre su rostro. Peor aún cuando un ligero suspiro brotó de los labios de la chica, acariciándole el cuello de una calada.
De pronto tenía el corazón latiéndole desbocado y eso lo encendió.
-Mierda...
Confundido y enfurecido, prácticamente se abalanzó sobre la cama de la chica tan pronto llegó a la habitación.
Por supuesto, no lo hizo.
La depositó con cuidado sobre el colchón y observó con los ojos abiertos en desmesura cómo se acurrucaba entre las sábanas.
Se sintió inútil mientras ella aún dormida, abrazaba la almohada con firmeza. Todavía de pie, con los brazos ahora libres pero vacíos, le dio un último vistazo antes de darse media vuelta.
Planeaba irse lo más rápido posible a su apartamento y jugar sus dichosos videojuegos por un par de horas para intentar olvidar todo lo que empezaba a confundirle pero, obviamente, había ciertas cosas que no dependían de él.
- ¿Aaron?
Farfulló una hilera de insultos y, sacudiéndose el cabello con frustración, volvió a girar hacia ella.
- ¿Qué jodidos quieres? -escupió fastidiado.
Probablemente ella no tuviera la culpa de nada porque, después de todo, había notado que Amber realmente no tenía idea de todo lo que era capaz de hacer sobre él.
Le enfurecía que ella pudiera hacerle sentir de todo incluso dormida.
Aaron estaba enloqueciendo, esa era su respuesta más lógica.
- ¿Qué haces aquí? -murmuró ella ajena a su mal humor, sentándose sobre el colchón y tallándose los ojos antes de soltar un largo bostezo.
Con el ceño fruncido, vio expectante cada pequeño movimiento que la castaña hacía, estirándose y haciendo vanos intentos por arreglarse el desordenado cabello.
Incluso así se veía bien, pensó inconsciente.
Aaron Foster dio un sonoro golpe al armario de madera al notar el hilo de sus pensamientos. Furioso consigo mismo y aún más con la muchacha que lo miraba preocupada.
Podía verse bien ella o cualquier chica, el problema era que él ni siquiera solía pensar en eso.
- ¿Estás bien?
- Duérmete, Larousse.
- Hey, si estás enfadado no es mi culpa y...
Soltó una risa tensa antes de salir de la habitación.
Pero se detuvo abruptamente cuando una mano le sacudió el brazo.
Giró aburrido y fastidiado por segunda vez y su cuerpo chocó con fuerza contra el de Amber.
Ella, por lo torpe que era, cayó de golpe al suelo.
- Mierda...
Solo entonces su mal humor desapareció.
Rió con fuerza al verla tumbada en el suelo, acariciándose la cabeza con el rostro a dolorido.
- Demonios, eres tan torpe...
Reprimió una carcajada y, sonriendo ampliamente, se puso de cuclillas hasta quedar a la misma altura de ella.
- Me pregunto por qué eres así de molesta. ¿Es por eso que nadie te quiere y no tienes amigos? -bromeó mientras deslizaba los brazos sobre los de ella.