Amber

Capítulo 11: Descubriendo verdades

— Buenas noches, señora Rachel —saludó Aaron sonriente.

Amber miró con temor a su tía mientras se ponía de pie lo más rápido que podía.

¿Qué haría ahora?

Lo más probable era que le gritaría por tener a Aaron en su habitación. Al parecer no. El rostro de Rachel cambió de enfadado a una sonrisa cariñosa y amable que, obviamente, no era para ella.

— Oh, mi querido Aaron —dijo su tía con emoción antes de acercarse al castaño y envolverlo entre sus brazos—. Hace tanto no nos vemos, ¿por qué no has venido a visitarme?

A centímetros de distancia, pudo ver la amplia sonrisa socarrona de Aaron. La estaba mirando fijamente con un brillo peligroso en sus azules y oscuros ojos, como si estuviese haciendo alguna travesura. Y sus mejillas se sonrojaron de golpe, la vergüenza y el temor entrelazándose en un solo sentimiento cuando recibió un guiño coqueto por parte de él.

— Lamento no haber venido antes, señora Rachel, pero no he podido —respondió Foster como toda respuesta y Amber no entendía nada.

¿Venir antes? ¿Por qué tenía la impresión de que Rachel lo conocía y, peor aún, que lo trataba como a su propio hijo?

Una presión se acunó en su pecho al ver la manera en la que se abrazaban. Porque en cualquier parte, incluso allí, Aaron tenía alguien que lo quería. En cámara lenta, pudo ver a su tía separarse de él y tomarlo de las manos con una enorme sonrisa.

— Espero que vengas más seguido. ¿Qué tal hoy? Quédate para almorzar —sugirió Rachel.

Una corriente fría, helada, recorrió cada parte de su ser al escucharla. Amber odiaba que su tía invitara a sus amigos a almorzar porque, precisamente, era ella quien debía encargarse de absolutamente todo.

Así que internamente deseó que Aaron rechazara la invitación. Y lo miró suplicante detrás de su tía, negando con la cabeza con los ojos chispeando de desesperación.

Las cosas nunca salían como ella quería.

Aaron Foster sonrió aún más y, observándola con creciente diversión, asintió lentamente solo para hacerla enfadar.

— Por supuesto —aceptó él, incapaz de alejar la mirada de la castaña—. Por supuesto que vendré.

Un delicioso almuerzo de la señora Rachel era una buena idea. Pero un delicioso almuerzo junto a la molesta de Amber, se le hacía una idea estupenda. De pronto Aaron estaba ansioso por llegar, sentarse junto a ella y...

— Espero que Amber no te haya molestado.

Frunció el ceño, extrañado, al notar el tono de voz agrio y molesto con el que la señora Rachel se dirigió a Larousse. Había pensado acusarla mientras volvía a mirarla. Le era imposible no sonreír al verla desesperada, pidiéndole algo con la mirada que, en realidad, no podía comprender.

— Pues ha sido una chica mala —bromeó con una fingida mueca de tristeza que, al parecer, la señora Rachel creyó—. Y muy desagradecida. Bueno, será mejor que me vaya, fue un gusto volver a verla, señora Rachel.

Retrocedió un par de pasos, sintiéndose repentinamente invisible cuando toda la atención de la madre de Megan estuvo puesta sobre Amber. Salió en silencio y se detuvo un pequeño instante bajo el marco de la puerta solo para volver a mirarla una última vez en la noche. Entonces volvió a sonreír al verla encogida, su cuerpo temblando por el frío y mirándolo con suplicio.

— Buenas noches, princesita —murmuró en bajo con la voz ronca.

|...|

No la había visto en ninguna parte desde aquella noche en la que la dejó a solas con la señora Rachel. Había intentado convencerse que no podía ser nada malo y, aún más, que ni siquiera debía importarle ni un poco lo que a la torpe Amber le sucediera.

Pero sí que lo hacía.

Tenía una molestia en el estómago al pensar que quizá la había metido en problemas. Aunque era imposible. Ella no tenía ningún tipo de problemas y todo lo tenía demasiado fácil. La chica vivía en una hermosa y enorme casa, con todo servido. ¿Qué podría salir mal? O quizá estaba enferma y, de ser así o como fuera, tenía unas fastidiosas e inmensas ganas de ir a la mansión solo para saber por qué Larousse no estaba allí, molestándolo como siempre lo hacía. Incluso había intentado preguntarle a Megan qué demonios había sucedido, pero todo lo que obtuvo fue una sonrisa rota y débil, los ojos verdes fríos y apagados.

Algo andaba mal...
...o quizá solo estaba exagerando y volviéndose paranoico.

Sólo unos cuantos días sin verla y ya estaba frustrado, pensó con furia mientras aparcaba el auto, repitiéndose una y otra vez que no debía importarle una mierda lo que le sucediera a la estúpida de Amber Larousse. Ni siquiera con Camille le sucedía eso. Así que allí estaba, asistiendo a la tonta invitación que la señora Rachel le había hecho por segunda vez. La única esperanza que tenía, pensó inconsciente, era que podría saber qué estaba sucediendo con Amber y Megan.

¿Habrían peleado una vez más? ¿Estaría herida?

O lo más importante, ¿por qué demonios le importaba, al menos? Muchas preguntas sin respuesta. Salió del auto furioso y dio un sonoro portazo sin siquiera importarle ni un poco. Enfurruñado y maldiciéndose por lo bajo al sentir su estómago revolverse de nervios, tocó la puerta un par de veces. Se pasó las manos por el cabello corto y sedoso al sentirlas nerviosas, porque todo él lo estaba y no tenía la menor idea de por qué. Inspiró profundo y finalmente logró convencerse que estaba siendo un poco estúpido. Así que solo recién pudo sonreír con la altanería que lo caracterizaba. Se apoyó bajo el marco con una sonrisa coqueta cuando la puerta de abrió.

Entonces todo sucedió muy rápido para él. Su sonrisa se borró como si acabaran de propinarle una dolorosa bofetada y la molestia volvió a acunársele en la boca del estómago.

— Buenas tardes, señor Foster —murmuró Amber con la voz débil, la mano temblando sobre la perilla de la puerta— La señora Rachel está esperándolo dentro.



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En el texto hay: celos, celos y drama, corazon roto

Editado: 18.06.2020

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