Celos y alcohol
Amber mantuvo los ojos fijos en la chica que movía las caderas con sensualidad al ritmo de la música. No había dejado de ver la manera en la que Aaron, tomando a la muchacha de la cintura, deslizaba los labios en su desnudo cuello.
Incluso podía verlo sonreír en la distancia, observando de manera tortuosa cómo le acariciaba la mejilla y le murmuraba al oído. Y lejos de sentirse feliz por estar divirtiéndose y olvidándose momentáneamente de sus responsabilidades, estaba demasiado desanimada como para poder entretenerse.
Su pecho rugía por una molesta presión que acunaba sus sentidos y una tensa sonrisa estaba dibujada en su rostro. Había pensado olvidar lo incómodo que fue encontrar a Aaron y a Megan en una situación tan privada y personal. Aún peor, había hecho vanos intentos por intentar olvidar lo que se sintió. Ahora, viéndolo bailar con otra muchacha como si su vida dependiera de ello, de alguna forma inexplicable, le dolía.
No entendía qué le sucedía con él.
Era tan contradictorio que no podía siquiera entender qué le sucedía cada vez que lo veía coqueteando de aquella manera tan descarada con cualquier chica. La noche simplemente no había salido como planeó. Hale había desaparecido y Tess había huido de la fiesta al ver a su amor platónico con otra chica. Pero, a la vez, no quería regresar jamás a aquella mansión.
Como fuera, por primera, deseaba estar allí que en aquella fiesta, viendo cómo se desmoronaba lentamente. Se iría y tendría la escasa paz que le faltaba al dormir. O eso había planeado.
Porque sin saber cómo, horas después y sin saber nada de ninguna de sus amigas, se encontró bailando en medio de la pista con una enorme sonrisa Amber no estaba ebria ni mucho menos cayéndose por el alcohol. Pero de pronto, tras algunos tragos de Tequila, se sentía irremediablemente feliz. Quería bailar hasta el cansancio y que todos a su alrededor la siguieran al compás de la música.
Pero rastros de Hale y Tess, ni idea.
De estar completamente sobria se hubiese enfadado en desmesura al notar que, en realidad, sus buenas amigas la habían dejado prácticamente tirada en medio de una fiesta. Mucho peor ahora que todo lo que quería era hacer más amigos y divertirse todo lo que podía. Efectos del alcohol, por supuesto
¿El problema?
El tiempo transcurría de manera tan lenta que parecía estar sumergida en un sueño sin fin. Lapsos inconexos de minutos pasaban frente a ella y un ligero, efímero y casi inexistente, atisbo de conciencia la cubría. Por sus labios salían sus pensamientos, sin tapujos ni algún filtro que se lo impidiera. Y ahora, aunque no ebria, decía cosas que probablemente jamás hubiese dicho.
Estaba bailando con su nuevo amigo, muy amable, según ella, tan cerca que el intenso olor a alcohol invadió sus fosas nasales, aturdiéndola aún más, si era posible.
El muchacho se movía experto alrededor de ella, bailando y haciéndola girar como un bailarín nato. Le decía algo al oído también, acariciando su oreja con los labios, ásperos, pero ella apenas le prestaba atención.
Porque de pronto sus ojos estaban fijos en un pequeño grupo de jóvenes, conglomerados en la cocina con vasos en mano y cigarros entre los labios.
Vio en cámara lenta, como si nuevamente se sumergiera en un interminable sueño, la silueta de un joven riendo con burla y altanería. Y su mirada se perdió él, en la manera cómo sujetaba a una muchacha de la cintura. Entreabrió la boca, incapaz de reaccionar cuando, por casi décimo segunda vez en esa noche, sus ojos se cruzaban con un azul intenso.
—¿No quieres otro más? —Preguntó su compañero de baile antes de extenderle un vaso con una distancia blancuzca en él.
No vio la bebida y tampoco despegó su mirada de Aaron cuando, de un sorbo, bebió todo.
Una burlona sonrisa se esbozó en el rostro de Aaron Foster. Se reía en silencio de ella, incluso en la distancia, parecía conocer cada uno de los pasos de Amber. Veía cómo ella bailaba con aquel pobre idiota que, desde hacía minutos, la había estado tocando tan descaradamente sin que la torpe de Larousse lo notara.
Se había estado divirtiendo viendo las tonterías que ella hacía producto del alcohol.
—¿Me acompañas a casa? —preguntó Camille al muchacho contra su boca, irguiendo la espalda hacia él con sensualidad.
Chasqueó la lengua cuando Amber le correspondió con una floja sonrisa que le provocó un ligero dolor de cabeza.
—No, aún tengo algo que hacer aquí —respondió antes de, sin poder evitarlo, darle un beso en la mejilla.
Su amiga sonrió y largó un vistazo a la misma dirección donde Aaron había estado viendo desde que estuvieron allí.
—¿En serio, Aaron? —bufó Camille al ver a la castaña despidiéndose del chico con el que había estado bailando—. Es muy inocente para ti, búscate a alguien de tu tamaño.
Inocente y una mierda
Aaron realmente dudaba seriamente que Amber fuera inocente con todo lo que había ocasionado en él.
Tonterías
Rodando los ojos y queriendo terminar con aquello, decidió alejarse por un momento de ese exasperante lugar. Al menos lo intentó. Apenas estaba caminando cerca de las escaleras cuando casi arrolló a una chica. Sin haberlo notado, chocó con el pequeño cuerpo de una muchacha que, para no caerse, se había sujetado todo lo posible a ella.
Una agitada respiración chocó con su cuello y una corriente helada recorrió su columna dorsal cuando un conocido aroma invadió sus sentidos.
—Lo siento... —murmuró la chica con una pequeña risa ebria.
La empujó con fuerza y eso fue un grave error.
Amber se tambaleó en su sitio al tropezar con sus torpes pies y lo miró con enfado.
—Estas borracha, que asco, Amber —Se quejó Aaron, mirándola de pies a cabeza como si le diese lástima.