Chantaje
Se sentía incómoda bajo la fija mirada de Trent. La miraba con curiosidad, como si analizara cada gesto suyo de manera cautelosa. Incluso estuvieron conversando por tanto tiempo que a Amber le sorprendió. Trent Bradford era callado y silencioso con aquellos ojos oscuros que no se habían alejado de ella ni por un instante. Lucía un porte despreocupado, como si tuviera todo, siempre, bajo control. Pero a la vez desprendía una vaga energía tan lúgubre y misteriosa que de pronto tenía unos extraños deseos por saber que ocultaba.
— Así que Aaron Foster, ¿eh? —cuestionó Trenton mientras revoloteaba el llavero entre sus dedos. Y apoyado contra la moto, deslizó una socarrona sonrisa que la desconcertó por completo. Espero a que ella respondiera, meneando las cejas de arriba abajo—. Hace mucho que no veo al pequeño idiota, pero ahora que que me quedo aquí por un par de meses... —sonrió—. Quizá puedas comunicarme con él.
Sus mejillas se sonrojaron de golpe al oír dicho nombre salir de los labios de Trent.
— Yo... ¿Qué te hace pensar que...? —tartamudeó—. Hable con... pero... yo...
Se calló abruptamente al notar lo estúpida que se veía diciendo palabras inconexas e ilógicas. Tragó en grueso, mirando la sonrisa socarrona de Trent y lamentándose internamente porque, sin siquiera verla, Aaron era capaz de ponerla nerviosa. El solo imaginarlo allí, sacudiéndose el cabello y sonriendo ampliamente, le arrancó un profundo suspiro inconsciente.
— Lo has nombrado al menos unas cinco veces, Amber.
Mierda
— Apenas lo conozco. Porque cuando hablo con él... —murmuró con agobio— siempre terminamos discutiendo. Es inevitable.
Retrocedió un paso cuando Trent avanzó hacia ella. La miró confundida, viéndolo sonreír triunfal, como si esa fuera la respuesta que quería oír.
—Estupendo —farfulló él antes de depositarle un beso en la comisura de sus labios. Tan cerca que se sobresaltó mientras una corriente calurosa recorría su cuerpo en respuesta—. No quisiera tener que arrebatarle la chica a mi buen amigo Foster.
¿Buen amigo? Confundida y con miles de preguntas en su cabeza, se quedó sin qué decir al verlo montarse a la motocicleta con agilidad.
— ¡Espera! —gritó sobre el sonoro rugido que el motor ocasionó.
Los ojos oscuros de Trent la miraron con gracia y ella se exaltó.
— ¿Cómo se conocen? Creí..
Trent se inclinó, ladeó la pierna y la miró por última vez antes de desaparecer de su vista hasta por largos días.
— ¿No te contó sobre mí? —cuestionó—. Prácticamente nos criaron juntos, somos como hermanos pero... el idiota de Taylor... No te preocupes, me encargaré personalmente de encontrarlo —Le guiñó un ojo con coquetería y rió—. ¡Cuídate, preciosa!
Viéndolo conducir hasta no verlo más en el camino, recordó la pequeña discusión que Taylor y Aaron tuvieron. Incluso recordaba que se hablaron como si alguna vez hubiesen sido buenos amigos. Parecía imposible no encontrar a Aaron en todos lados. ¿Buenos amigos? ¿Arrebatarle la chica a...? Meneó la cabeza con una pequeña sonrisa, pensando en lo ridículo que todo aquello sonaba. Aaron, Trent y Taylor juntos, se le antojaba una imagen muy retorcida y casi imposible de imaginar. Tendría que verlo para creer, pensó Amber mientras caminaba directo a su lugar de trabajo.
Pero había algo más que la atormentaba. Aaron Foster se había colado en sus pensamientos hasta derrumbar todo a su paso. Apareció repentinamente en su vida y, sin haber podido preverlo, arrasó con ella tal y como lo prometió. Era un huracán que no tenía descanso, avanzando hasta dejar huellas irreparables. Lo peor, Amber no tenía la más insignificante idea de por qué estaba tan obsesionada con él o siquiera por qué aquel chico le gustaba tanto. Le fascinaba su sonrisa y adoraba aquellos ojos que parecían nunca dejar de brillar. Le encantaba su seguridad y hasta la facilidad por hacerla sonreír. Le gustaba todo de él.
Pero lo detestaba a la vez. Odiaba las burlas hacia ella y su sonrisa arrogante que la hacía empequeñecer. Aborrecía su altanería y su coquetería tan característica de él. Le dolía que flirteara constantemente solo porque, después de todo, así era él. Y los despreciaba, a Aaron y a cada chica a la que hacía sonreír hasta enamorarlas. Porque era increíblemente amable y adorable con todas, menos con ella. A Amber realmente parecía odiarla como brisa caliente en pleno verano, innecesario y detestable. Estaba cansada cuando, a casi diez de la noche, entraron los últimos clientes de Gregory's. No levantó la mirada ni mucho menos se tomó la molestia de acercárseles a entregar la carta del menú. Con las manos apoyadas detrás del mostrador donde atendía los pedidos de los clientes, se tomó un largo suspiro cuando oyó un sonoro carraspeó al frente suyo.
Entonces alzó el rostro y sus latidos se detuvieron un efímero instante. Su rostro se sonrojó como nunca antes y su estómago dio un furioso vuelco al ver a Aaron Foster al frente suyo. Con los labios entreabiertos, se acomodó un mechón de cabello que caía desordenado sobre su frente. Y se mantuvo expectante, intentando lidiar con el manojo de nervios que sentía en el pecho de manera molesta.
Vio lentamente cómo los ojos azules del chico leían atentamente el cartel encima de ella, probablemente decidiendo qué comprar. Pero no la miró. La indiferencia del chico le dolió tanto que una dolorosa presión se ejerció en su pecho de inmediato.
—Bienvenido a Gregory's —dijo firme, repitiendo aquello que había estado diciendo toda la tarde—. ¿Qué...?
—Sólo una botella de agua —Le cortó él con aburrimiento, apoyado con fastidio sobre el mostrador y mirándose los nudillos como si fuese lo más emocionante del mundo.
Y sólo cuando ella no se movió ni respondió, Aaron la miró. Los fríos ojos de Aaron la observaron fastidiados, la mandíbula firmemente presionada y meneando la cabeza de lado a lado.