Auto sabotaje
— ¿Ahora sí dejas de ignorarme? Me siento utilizado —gruñó Foster con enfado mientras jugaba con un mechón de su cabello castaño, sus rostros a centímetros de distancia— Dejaré a Megan en su casa si vienes conmigo, sino la dejaré aquí hasta que amanezca
Esperó expectante a que Amber le respondiera. Porque allí, a centímetros de distancia y con un revoltijo de emociones removiéndose en su estómago, se sentía incapaz de alejarse de ella. Inclinó el rostro sobre ella con delicadeza, deslizando la punta de la nariz sobre el suave y frío cuello de la castaña. Entonces aquel aroma que ansiaba con tanto ímpetu llegó a él de golpe. No supo cuánto quiso volver a tenerla bajo su merced hasta ese momento.
— Aaron, por favor —suplicó ella con la voz baja, alzando el rostro en el poco espacio que los separaba.
La miró atentamente durante largos e interminables segundos. No tenía ninguna prisa. Podía quedarse así hasta que el sueño lo venciera y no se aburriría. ¿Cómo hacerlo cuando Amber lo miraba de aquella manera? Sentía que su voluntad flaqueaba cuando los ojos de la castaña lo observaron con la tristeza teñida en ellos. Estaba cansada, lucía agotada y triste. Y se veía tan mal que se preguntó internamente qué podía haberle sucedido. La había visto horas atrás cuando fue a Gregory's, aquella cafetería que siempre había detestado pero que ahora lucía muy interesante, con la estúpida y penosa excusa de comprar una botella de agua. ¿A quién jodidos engañaba?
Se moría para que ella volviera a prestarle un mínimo de atención. Deseando día a día que esos enormes ojos marrón intenso se posaran sobre él y nadie más. Extrañaba recibir su mirada, hacerla reaccionar y ocasionar en ella miles de sensaciones, incluso cuando sabía que Amber lo detestaba. Un fastidio recorrió su ser al reconocer que no había ninguna manera de que le gustara a aquella chica. Porque Aaron podía coquetear con la muchacha que quisiera, hacerla reír y obtener algo más que un par de besos robados en una fiesta, pero con Amber Larousse no tenía ninguna oportunidad. Podía causarle nuevas sensaciones, pero de allí a que Amber realmente gustara de él... había un amplio trecho. Ella lo detestaba, el desprecio era lo único que ella sentía por él, Aaron estaba más que convencido de ello.
— Ya te dije, tú decides —sonrió lánguidamente.
— Aaron, sólo llévala, sólo te pido eso. Prometo no fastidiarte más.
Arrastró la mano con pesadez, demasiado inseguro de lo que estaba por hacer, y apoyó lentamente los dedos bajo la mejilla de Amber, como si temiera hacer algun movimiento en falso que pudiera espantarla.
— Dime la verdad, Amber, ¿por qué te preocupas por ella? ¿Te importa? —preguntó nuevamente, recordando la misma pregunta que le había hecho en la cafetería horas atrás.
Recordaba haberla visto igual de preocupada cuando vio a Megan claramente abria y eso le sorprendió. No tenía nada de malo, en absoluto. Pero Megan la había tratado tan mal, humillado tantas veces, que le desconcertaba lo inocente o buena que Amber podía llegar a ser incluso con aquellas personas que no lo merecían. Megan había apostado la virginidad de Amber, lo recordaba muy bien, e incluso alentado continuamente a entablar conversaciones con la castaña por la misma razón. La prima de Larousse sabía que todo lo que Aaron tocaba lo destruía, era algo inevitable, por mucho que le dolía. Megan planeaba algo contra Amber y, de alguna manera, lo podía furioso. Por supuesto, nunca iba a admitirlo.
— Es mi prima, claro que me preocupo —respondió con sinceridad mientras hacía vanos intentos por alejarlo.
Y como acto reflejo, Aaron se acercó aún más a ella. Ladeó el rostro y entrecerró los ojos con fastidio hacia ella antes de bajar los brazos y rodear el cuerpo de Amber con tanta firmeza que sus pechos se tocaron. Lo sabía.
— Deberías preocuparte más por ti misma —Le reprendió incrédulo, apenas capaz de creer lo que ella acaban de decirle—. No entiendo cómo, con todo lo que tu adorable prima te hizo, sigues preocupándote. No lo merece, así que lo siento pero es la verdad.
Amber lo fulminó con la mirada, removiéndose bajo su agarre para que la soltara.
— ¡Eres un... hipócrita! —Lo acusó con la decepción cargada en su mirada—. Hace menos de diez minutos estabas besándola, diciéndole que ibas a llevarla y...
— Me importa una mierda. Seré un idiota pero ella sabe que me es indiferente.
Recostó la espalda de Amber sobre su auto cuando una helada brisa los envolvió. De pronto tan frío el ambiente que de pronto sintió el cuerpo de la castaña temblar contra el suyo. Y la abrazó aún más, estrujándola ligeramente y aprovechándose claramente de la situación solo para tenerla más cerca suyo.
— Entonces... ¿la vas a llevar? —insistió ella, susurrando en su oído.
Sonrió ligeramente, aliviado cuando ella, al parecer, no capto el mensaje implícito que había detrás de sus palabras.
— ¿Qué parte de "me importa una mierda" no has entendido? Te agradecería muchísimo si te dignaras a tomar una decisión porque empiezo a tener frío.
— No me quiero quedar contigo...
La soltó tan bruscamente que el cuerpo de Amber se estremeció ligeramente.
— Bien, entonces buena suerte con Megan —dijo mientras caminaba por la acera, directo a la fiesta nuevamente.
No pasaron ni dos segundos cuando la mano de Amber lo detuvo. Sonrió triunfal aunque ella no lo vio, ignorando el vuelco que su corazón acababa de dar.
— Está bien, lo que tú quieras. Solo llévala a casa, ¿sí?
Sin poder evitarlo, sonrió ampliamente y avanzó triunfal hacia su auto. Abrió la puerta y se sentó en el asiento del conductor con una inmensa sonrisa estúpida en el rostro. Hasta qué la vio intentando desde el espejo retrovisor.
— No —la detuvo cuando Amber intentó subirse en los asientos traseros, al lado de su prima—. Tú vas adelante.