¿Amigos o enemigos?
—Uy... —rió Trent con los ojos brillándole, observando a Aaron con cierta burla—. ¿Desde cuándo eres tan territorial, Foster? No te recordaba así.
Amber no se sentía con las energías ni con el ánimo suficiente como para tener que lidiar con un par de chicos hormonales. No, por una vez quería darse una ducha muy fría y echarse a dormir. Aunque, claro, había un pequeño e insignificante problema, no tenía dónde quedarse. Y su única opción estaba siendo fastidiada por el mismo Aaron Foster.
¿Por qué de pronto venía a interrumpir su conversación con Trent? Se sacudió entre los brazos, aún más desesperada al sentir gotas gruesas de la lluvia chocar contra su frente. Intentaba zafarse de los brazos de Aaron pero de pronto él se mantenía tenso detrás suyo. Solo entonces, al ver la sonrisa burlona de Trent, supo que al castaño no le había gustado nada de lo que el motociclista había dicho. Aaron Foster presionaba los dedos con fuerza alrededor de ella, como si de alguna manera temiera que Amber escapar.
— ¿No dices nada? —Se mofó Trent y, por un instante, Amber quiso cerrarle la boca con el fastidio palpitando en ella—. ¿Acaso acabo de callar al gran Aaron Foster? ¿Qué vas a hacer, golpearme? —dijo antes de soltar una sonora risotada.
No supo por qué, pero, como si supiera exactamente lo que Aaron iba a hacer, lo sujetó con fuerza del torso, presionando las manos en su pecho en un vano intento por detener sus impulsos. Estaba furioso, pero apenas dio un paso cuando ella lo detuvo, prácticamente abrazada a él y sintiéndose ya demasiado cansada. Quería irse de allí pero no tenía a dónde, quería dejarlos solos y no entrometerse pero, de alguna forma, no podía permitir que Aaron se metiera en problemas. Y es que Trent se veía mucho más grande y fuerte que Foster.
— No me fastidies, Trent.
—¿Fastidiarte? Sabes que si te involucras conmigo vas a terminar apaleado, pequeño. Así que muévete de ahí y deja que mi preciosa amiguita se suba conmigo —dijo antes de palmear el asiento de la moto.
Amber frunció el ceño, el sabor amargo corriendo por su garganta al oírlo llamarla de aquella manera tan despectiva. Ella no era la amiga de nadie y no necesitaba de ningún idiota que se creía el mejor. Al parecer, esa pedantería era algo de familia.
— Trent, no...
— Escúchame bien, Bradford —Soltó Aaron con una risa tan fría que una corriente helada recorrió su columna dorsal con rapidez. Conocía bien ese tono de voz como para saber que no significaba nada bueno—. Vete de aquí. ¿O acaso quieres que le diga toda la mierda que estás planeando? ¿Eh? ¡Anda, dile por qué demonios estás aquí! No soy ningún idiota, sé que no estás aquí por casualidad.
Se quedó sorprendida al ver a Bradford acomodarse, darle una furiosa mirada al castaño y conducir por el oscuro camino sin decirle nada. No sabía a qué se refirió Aaron, pero había sido suficiente para callar a Trenton en un instante. La pesada respiración de Foster chocó contra su oído, el pecho del muchacho retumbando detrás suyo, incluso los brazos continuaban aferrados a ella, con fastidio.
Todavía peor, ambos estaban prácticamente empapados por la lluvia y a él parecía no importarle. Pero a ella sí, no podía regresar a la casa de los Miller, ¿dónde obtendría algo de ropa seca? En silencio, y a sabiendas de lo molesto que Aaron podría estar, caminó sin rumbo y pensando en un buen lugar donde podrían acogerla por unos días. Además, al día siguiente que debía regresar, ¿qué le diría a su tía? ¿tendría que pedir disculpas?
Su respiración se hizo superficial y su corazón se sacudió dolorosamente al recordar un detalle muy importante que había empezado a consumirla desde hacía meses atrás. Sintió entonces sus ojos humedecerse de golpe por las lágrimas que amenazaban con salir. Tan solo en unas semanas era su cumpleaños número diecinueve. Y al contrario de sentirse feliz y emocionada como una joven de su edad debía estarlo, se sentía igual que a alguien que estaban por sacrificar. Cada vez faltaban días contados, el tiempo se le acababa y ninguna solución parecía ser idónea para ayudarla a encontrar una respuesta.
Recordaba muy bien el supuesto trato. Rachel la acogería en su casa hasta que ella cumpliera aquella edad, entonces la echaría y tendría que buscar otro lugar donde vivir. Era miserable y penoso. Sobre todo porque todos los departamentos de alquileres baratos que había conseguido o estaban a horas de horas de su universidad, o simplemente estaban ocupados. Podría pedirle a una de sus amigas que la ayudaran pero Amber no quería tener que ser otro estorbo en otro lugar.
— ¿A dónde vas? —rugió Aaron detrás suyo al tomarla del brazo con fuerza y girarla hacia él—. No estoy de...
Presionó los ojos un par de veces con el vacío acunando su estómago y se obligó a sonreír un poco. No iba a llorar, solo algunas veces lo había hecho y no lo volvería a hacer. Siempre se obligaba a no soltar ni una sola lágrima aunque sus ojos le suplicaban por hacerlo. Le dolía, le ardía en desmesura como un arañazo desgarrador deshaciendo sus ojos marrones en pedazos inservibles.
— ¿A dónde se supone que vas? —murmuró él en un hilo de voz casi imperceptible, dando pasos lentos y cautelosos hacia ella.
Pensó muy bien qué decir, aun cuando ella no sabía mentir ni un poco. ¿Qué más daba? Sí respiración se hizo todavía más superficial y cerró los ojos con excesiva fuerza al sentir los nudillos de Aaron deslizando en una suave caricia sobre sus pómulos, contoneando sus ojos lentamente.
— Buscaré a Hale, iré a su casa —murmuró de golpe—. Ella me ayudará.
La suave risa de Aaron la hizo abrirlos nuevamente con sorpresa, ahora ella algo avergonzada al verlo sonreír con burla y diversión.
— No me mientas, nena. Si mal no recuerdo, Hale está con el idiota mayor de Tristán en la ridícula cabaña que tienen los Bradford.